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Se
terminó una era. La era de Roque Fernández y Cavallo,
López Murphy y Machinea. La era en que lo primordial era
mostrar ajustes fiscales creíbles a los ojos
de acreedores y el Fondo Monetario. Todo por preservar la Convertibilidad.
Riesgo país, seguridad jurídica para las
empresas privatizadas, desregulación financiera, apertura
comercial irrestricta, dolarización son palabras que quedarán
en la historia.
Después del estallido social que obligó a renunciar
a De la Rúa, la cesación de pagos hecha realidad y
apenas 3700 millones de dólares de reservas de libre disponibilidad
en el Banco Central, ya nadie piensa en rendir pleitesía
a los inversores extranjero o a Washington. Ni en defender a rajatabla
el tipo de cambio fijo.
Mientras el justicialismo presentó un plan de emergencia
para instrumentar la salida de la Convertibilidad, un grupo de economistas
consultados por Cash discuten quiénes deberían pagar
los costos de abandonar la regla de 1 peso igual a 1 dólar,
que rigió durante más de 10 años. Qué
pasará con los depósitos cautivos en los bancos, con
los endeudados en dólares, con las tarifas de las empresas
públicas privatizadas y con aquellos que sólo se queden
con pesos en el bolsillo. Cuál es el camino para salir de
la depresión, ahora que los que siempre pagaron los costos
del ajuste en los últimos años dijeron basta.
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Gerardo
Della Paolera Ex rector de la Universidad Di Tella
No
hay que pesificar los depósitos
No
estoy a favor de la devaluación, pero tampoco creo
que en estas condiciones de reservas del Banco Central y desconfianza
generalizada se pueda defender con éxito la paridad.
Por eso, hay que tomar decisiones de política económica
duras y tener suerte en el buen sentido de la palabra. Suponiendo
un gobierno establecido el planteo sería el siguiente:
un tipo de cambio más alto, un Banco Central separado
de la Tesorería, pesificación de una parte de
las deudas bancarias y, fundamentalmente, respeto de los contratos
originarios en dólares de los depositantes. Este último
punto es clave, porque creo que para los próximos años
la única fuente de financiamiento voluntario que puede
lograrse es que, con un poco de suerte y otro de tanto de
mejora en la reputación del gobierno, vuelvan al circuito
los 25.000 millones de dólares que los argentinos tienen
en el colchón y cajas de seguridad. Para
eso es importante ser duro en lo fiscal, incluyendo una reestructuración
de la deuda agresiva, con excepción de los planes sociales.
Todo en el contexto de una nueva negociación para conseguir
asistencia financiero del FMI y de los bancos extranjeros
que operan en el país.
Cómo salir de la convertibilidad no es algo fácil.
En especial cuando el mercado puede anticiparse a las medidas
y sobre todo cuando no está consolidado el principio
de autoridad y legitimidad del Estado. El jueves, con la falta
de circulante y un caos total, el dólar estaba a 1,48
peso; es decir que no había saltado demasiado dado
la anarquía, pero no había circulante para fondear
el traspaso a dólares.
Mi impresión es que hay que hacer un salto a un nuevo
tipo de cambio, digamos 40 por ciento de devaluación,
y fijar ahí la nueva paridad. Ir directamente a un
tipo de cambio flexible, descontrolar todo el esquema, sobre
todo si no está sólida una política monetaria
autónoma del Tesoro.
Después el punto principal es cómo se reorganiza
el sistema financiero para frenar la caída en el nivel
de actividad. La propuesta sería defender las reservas,
que nadie pueda retirar dólares de los bancos, y que
los retiros puedan realizarse sólo en pesos.
Pero habiendo modificado la paridad cambiaria yo sería
muy contundente en la defensa de los ahorristas. No pesificaría
los depósitos, para que los licue la devaluación
sino que mantendría los contratos originales, en dólares.
Si al ciudadano argentino le volvemos a repudiar este contrato
elemental, vamos a tener muchísimos problemas por los
próximos 8 o 10 años para volver a reconstituir
el ahorro local. Además, el cacerolazo es en parte
el desempleo y la recesión, pero en buena medida también
es la punción dramática de los depósitos,
dejándolos en el corralito.
Respetar el contrato original, significaría dejarlo
en dólares. Pero reprogramaría los vencimientos,
aguantándolos un año o más, o escalonándolos
teniendo en cuenta los montos: los más chicos con mayor
disponibilidad que los grandes. Mientras tanto se podría
gastar, como ahora, a través del sistema financiero.
Por otro lado, sería más discrecional con los
préstamos en dólares contraídos con el
sistema financiero. Es mucho más importante pesificar
a las familias o a las PyMEs que a los grandes grupos económicos.
Acá hay que tener mucho cuidado con el riesgo moral
de licuar los pasivos de los grandes grupos financiados por
los ahorristas medianos y pequeños, porque está
claro que los depositantes grandes se fueron antes del corralito.
Finalmente, si existe una revaluación de las reservas,
se podría ir inyectando fondos al sistema financiero,
para asistir a los bancos que queden descalzados entre sus
pasivos y activos. También, si la depreciación
del peso es importante, podría imponerse retención
a las exportaciones, para aliviar las cuentas fiscales y contar
con recursos para la red de seguridad bancaria. Todo este
esquema, debería contar también con, por lo
menos, una cuota mínima de apoyo financiero del FMI
y de los bancos extranjeros que operan en Argentina.
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Federico
Poli y Miguel Peirano Economistas
Es
hora de sincerar realidades
La economía
argentina comenzará a recuperarse sólo cuando
se apliquen políticas que favorezcan una mayor participación
del salario en el ingreso nacional y se apoye fuertemente
la producción argentina.
Hay que romper estructuralmente con toda la lógica
que funcionó durante los 90, que implicó la
degradación social de la mano de la desindustrialización.
Hay que sincerar determinadas realidades como el atraso del
tipo de cambio y la imposibilidad de actuar con tipo de cambio
fijo, los perjuicios ocasionados por la flexibilización
laboral, la necesidad de un plazo de gracia por dos años
para el pago de intereses de la deuda externa y un subsidio
para los desocupados.
Hay que recobrar el poder del Estado para limitar los comportamientos
en mercados oligopolizados, para renegociar los contratos
de las empresas privatizadas, para administrar políticas
productivas y para cubrir su rol de resguardo de los sectores
más frágiles de la sociedad. Debemos recobrar
un Estado con capacidad profesional, con recursos en aquellas
áreas estratégicas y con independencia de intereses
privados.
Se debe evitar que la resolución de la crisis económica
implique una nueva desnacionalización del aparato productivo.
Mayor y mejor Estado, incremento del poder adquisitivo de
los trabajadores y políticas a favor de la producción
son los ejes de la salida.
Finalmente, es obvio que se deben terminar con las políticas
dictadas desde fundaciones economistas que terminan, casualmente,
favoreciendo a sus aportantes.
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Roberto
Feletti Presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires
Devaluar
con un plan
Es
imprescindible reconstruir un sistema de medios de pago que
expanda el nivel de actividad económica. La tremenda
situación de infraconsumo que atraviesa la Argentina,
habilita la posibilidad de regenerar un circuito de producción
y consumo en torno de un signo monetario autónomo de
la oferta externa de divisas, que no se deprecie.
Las condiciones para que la moneda ayude a recuperar al sector
real de la economía son, en el presente, cuatro:
- Conversión al signo monetario nacional de todo el
stock y el flujo de las transacciones.
- Reordenamiento del sistema financiero, con eje en una banca
local, especializada por segmento de mercado y región,
con capacidad de asignar crédito.
- Equilibrio fiscal. Sostenido, en base a un perfil tributario
que incida sobre los altos niveles de renta y la concentración
de los patrimonios, antes que sobre el consumo.
- Reforma del Estado. Urge la necesidad de optimizar el gasto
público, como único mecanismo de reconstruir
la confianza en el Estado. Debe destinarse recursos para poner
en marcha en la forma más veloz posible, un sistema
de subsidio de desempleo masivo y universal.
Este programa debe ser acompañado en lo inmediato de
un tipo de cambio fijado por la autoridad monetaria y luego
paulatinamente en una regulación cambiaria flexible,
basada en el nivel de reservas internacionales del BCRA y
la situación de las cuentas públicas.
Este esquema de reactivación rápida del mercado
interno, debe acompañarse de decisiones sobre el sector
externo que apunten al equilibrio de la cuenta corriente,
por la vía del aumento de las exportaciones, reestructuración
de las importaciones y limitación al máximo
del giro de divisas al exterior por servicios reales o financieros.
En suma una salida no traumática de la convertibilidad,
requiere un programa de coyuntura de equilibrio externo y
fiscal en el que se asiente un nuevo sistema monetario y bancario.
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Claudio
Lozano Economista de la CTA
Pesificar
en lugar de dolarizar
De
esta crisis no se sale sin decir la verdad. Hay que afirmar
que lo que aquí se acabó es la Argentina de
las ganancias extraordinarias para las empresas privatizadas,
el sistema financiero y los grupos que fugaron y fugan capitales,
reciben subsidios y licuan pasivos apoyados por el gobierno.
Hay que reconocer, además, que nuestro país
ya está en cesación de pagos y comunicarlo a
los acreedores internos y externos. Desde esta perspectiva
la estrategia que debería adoptarse requiere establecer
un período de suspensión de los pagos que permita
poner en marcha un plan de crecimiento con equidad social.
Plan que en su orientación estratégica debe
tender a pesificar en lugar de dolarizar, a distribuir
con justicia los ingresos en lugar de ajustar y a reactivar
en lugar de profundizar la recesión. Por lo expuesto
se debe:
n Fijar un nuevo piso distributivo: esto supone implementar
una redistribución del ingreso equivalente a 4% del
PBI financiando instrumentos cuyo objetivo sea combatir la
pobreza. En esta dirección planteamos la necesidad
de un seguro de empleo y formación de $ 380 para todo
jefe y jefa de hogar desocupado, una asignación universal
por hijo de $ 60 para toda la población menor a 18
años, y una asignación para todos los mayores
de 65 años que carecen de cobertura previsional. Lo
expuesto no sólo implica cumplir con razones de estricta
justicia sino que expande la demanda interna generando una
primera e imprescindible condición para relanzar una
estrategia productiva.
n Evitar el despilfarro: esto implica optimizar el rendimiento
social de las reservas existentes, evitando malgastarlas financiando
el negocio de los especuladores financieros. Supone también,
un cambio en la ecuación fiscal que privilegie una
estrategia consistente de progresividad tributaria acompañada
por una expresa eliminación de aquellos subsidios que
financian negocios privados. Dada la emergencia corresponde
precisar que sería necesario el establecimiento de
un impuesto extraordinario al resultado consolidado de las
mayores empresas en los últimos diez años; la
aplicación del principio de renta mundial para ampliar
la base impositiva y capturar parte de la renta de los capitales
fugados; la reforma del sistema de seguridad social procediendo
a su reestatización y la anulación de los procedimientos
de licuación de pasivos de los grandes grupos económicos.
Desde esta definición se debe replantear las condiciones
de reprogramación del endeudamiento público
con: una quita relevante en el capital adeudado y desdolarizar
los compromisos de deuda con los tenedores locales de la misma.
Por último, evitar el despilfarro implica también
diseñar una estrategia que nos permita recuperar política
cambiaria comenzando a desligar nuestra moneda de los vaivenes
de la economía estadounidense. Para esto sugerimos
iniciar una estrategia de transición que sirva para
comenzar a resolver el problema de precios relativos ampliando
el factor de empalme con la inclusión del real e instituyendo
este mecanismo como nueva regla cambiaria. Habría que
establecer también retenciones para todas aquellas
operaciones de exportación fundadas en ventajas naturales
(agro y petróleo). A su vez, el manejo cambiario debe
preservar la situación de los pequeños y medianos
ahorristas trasladando el costo de la modificación
al sistema bancario. Esta estrategia tiene el objetivo de
recuperar política cambiaria lo cual exige lograr condiciones
de mayor solvencia fiscal y avanzar en una nueva política
de coordinación cambiaria y macroeconómica a
nivel del Mercosur.
Gobernar los mercados: esto implica reformular las condiciones
de la apertura comercial y financiera vigentes, limitar y
desincentivar la entrada de capitales de corto plazo, desarrollar
una política de incentivo a la radicación de
emprendimientos productivos coordinada con el Mercosur.Asimismo,
esto exige el rediseño de las estructuras regulatorias
de los mercados donde se han producido privatizaciones en
lo que se refiere a tarifas. Requiere, además, una
política de regulación de tarifas de empresas
privatizadas y que revierta las graves tendencias a la oligopolización
que exhibe la economía argentina.
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REPORTAJE:
COMO SE SALDRA DE LA CONVERTIBILIDAD
Es
clave encontrar una nueva manera de devaluar
El
investigador de Flacso Hugo Nochteff dice que la devaluación
es inevitable. Pero destaca que lo fundamental es discutir
las políticas compensatorias para que la devaluación
no perjudique a los de siempre. Las alternativas.
Por
Fernando Krakowiak
Hugo Nochteff
es investigador del Conicet en el área de economía
de Flacso y uno de los autores de la propuesta económica
alternativa conocida como Plan Fénix. En esta entrevista
con Cash explica que Argentina debe abandonar el tipo de cambio
fijo para hacer más rentable la producción
primaria y secundaria, pero sin deteri orar el poder
de compra de los salarios. Por eso señala que lo
fundamental es discutir las medidas compensatorias que deben
acompañar a una devaluación. Entre sus
propuestas incluye la desdolarización de la economía,
una fuerte redistribución del ingreso y una punción
tributaria sobre los sectores que tienen dinero en el
exterior para compensar el efecto que tendría una devaluación
sobre el gasto.
Usted afirmó en un trabajo reciente que la implementación
del tipo de cambio flotante puede generar una serie de ventajas
para la economía, ¿considera que están
dadas las condiciones para devaluar?
Cuando uno tiene un fuerte déficit en la cuenta
corriente de la balanza de pagos, lo que se espera es que
haya una devaluación. Históricamente, las devaluaciones
produjeron una distribución regresiva del ingreso.
Toda devaluación se hace para aumentar los precios
relativos de los bienes transables en relación con
los no transables. Por lo tanto, como el salario es un bien
no transable se produce su caída. No obstante, en la
Argentina actual lo que es alto dentro de los no transables
no son los salarios sino las utilidades. Lo que se tiene que
cambiar es la rentabilidad de los transables y los no transables.
Hacer más rentable la producción primaria y
secundaria y, al mismo tiempo, recuperar el salario. Ahora
bien, la política cambiaria es sólo uno de los
muchísimos aspectos de una política económica.
Lo fundamental es discutir las medidas compensatorias que
deben acompañar a la devaluación.
¿Cuáles deberían ser esas medidas?
Ante todo, se necesita recomponer el nivel de reservas
porque una salida de la convertibilidad sin reservas dispararía
el tipo de cambio a cualquier parte. También se deben
desdolarizar las tarifas de los servicios públicos
porque sino toda la devaluación caería sobre
los salarios. Durante los últimos 25 años el
eje central de la economía ha sido la caída
de salarios y la reducción del aparato productivo.
Por lo tanto, ahora se debe asegurar una fuerte redistribución
del ingreso. En un cálculo reciente, demostré
que si se aplica una reducción salarial del 18 por
ciento al 5 por ciento más rico de la población,
del 12 por ciento al 5 por ciento siguiente y del 3 por ciento
al 10 por ciento que les sigue en la escala de ingresos, se
obtienen los recursos suficientes para garantizar que no haya
ningún hogar por debajo de la línea de pobreza.
Esto permitiría elevar la demanda para luego actuar
sobre el desequilibrio externo de la Argentina.
Pero una devaluación volvería impagables los
intereses de la deuda externa.
Efectivamente, una devaluación llevaría
a un aumento del gasto exclusivamente para el pago de la deuda.
Pero eso se debería compensar con una punción
tributaria sobre los sectores que tienen dinero en el exterior.
Cómo se puede saber quiénes son los que tienen
dinero en el exterior?
Con un mínimo de sentido común uno puede
presumir que los que tienen dinero en el exterior se hallan
dentro de ese 20 por ciento de la población que concentra
el 50 por ciento del ingreso. La punción sobre los
que tienen ingresos muy altos y sobre las ganancias extraordinarias
serviría para compensar el efecto que tendría
una devaluación sobre el gasto.
¿Cómo se resolvería la situación
de quienes tienen deudas en dólares?
Toda la economía se debería desdolarizar
para que el peso de la devaluación no caiga sobre el
valor de los pasivos que tienen las pymes y la población
de recursos medios y bajos. Así como Cavallo socializó
la deuda de los ricos, ahora se debería socializar
la deuda de los pobres.
Pero los que tienen depósitos en dólares verían
licuados sus ahorros.
Hoy los ahorristas no pueden sacar sus depósitos
en dólares. Por lo tanto, es preferible que puedan
disponer de sus depósitos en pesos en una economía
que funcione en pesos. En la mayor parte de las economías
del mundo, incluso las desarrolladas, la moneda externa se
usa sólo para las operaciones con el exterior.
¿Hoy ya no se puede dolarizar la economía?
¿Dolarizar con qué dólares? Si
Argentina no dispone de dólares para evitar un default,
¿con qué dólares va a dolarizar? Antes
deberían devaluar para compatibilizar la cantidad de
pesos con la disponibilidad de dólares. La dolarización
implicaría una punción, pero ya no sobre el
20 por ciento más rico sino sobre el conjunto de la
población. Dejaría más gente aún
por debajo de la línea de pobreza y eliminaría
para siempre la posibilidad de cambiar las rentabilidades
y los precios relativos.
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REPORTAJE
A ENRIQUE MARTINEZ: LOS CAMINOS PARA SALIR DE LA CONVERTIBILIDAD
Cambiar
el humor de la gente
El
ex frepasista Enrique Martínez sostiene que no hay
necesidad de una devaluación salvaje para
salir de la Convertibilidad. Dice que primero lo importante
es cambiar el humor de la gente y que para eso se pueden tomar
medidas inmediatas.
Por
Cledis Candelaresi
El secretario
de Empleo y Producción Pyme, el ex frepasista Enrique
Martínez, sobrevivió indemne varios recambios
ministeriales en Economía y en Trabajo. Atrincherado
hasta el viernes en su puesto, explica por qué muchos
funcionarios radicales soportaron despreocupadamente la debacle
de la gestión delarruista y asegura que es tan innecesaria
la dolarización como la devaluación salvaje.
¿Cuáles son las posibilidades más firmes
para la economía que se viene, al margen de quien sea
el ministro de Economía definitivo?
Las alternativas son muchas. Lo más probable
es un default, ya que es imprescindible reconstruir toda la
relación con los acreedores externos. Pero, después,
no hay necesidad de dolarizar ni de una devaluación
salvaje. Se puede aumentar el salario mínimo y con
ello aumentar el consumo interno; se puede hacer un plan para
atender a los desocupados con un salario más pequeño
del que reclama el Frenapo pero absolutamente financiable.
Se puede estimular inversiones de pymes, básicamente
en el interior. Hay una serie de medidas inmediatas que la
puede tomar cualquier equipo sensato y mejorar rápidamente
el humor de la gente.
El Estado tiene pocos recursos para enfrentar la emergencia
social...
Es cierto. Pero también es cierto que pueden
hacerse cosas mejores con los mismos escasos recursos y a
corto plazo. Mi secretaría propuso, por ejemplo, una
reformulación del Plan Crear Trabajo y ya lanzamos
treinta programas de carácter transitorio. Planteamos,
por ejemplo, pagar salarios por unos 160 pesos y entregar
herramientas. A un grupo de La Matanza le compramos 6 mil
pesos en maquinarias para completar una fábrica de
zapatillas. Con 10 mil pesos equipamos una carpintería
y con 13 mil instalamos varias panaderías en el Gran
Buenos Aires. Ya hay conversaciones con el gobierno de esa
provincia para que compre lo que aquí se produce y
los distribuya a través de la población escolar,
para reducir necesidades básicas. Se pueden hacer cosas
mejores con lo mismo.
¿Cómo se vivió la crisis en el interior
del Gobierno?
Hace un tiempo se había empezado a cuestionar
la idea de que se podía administrar inercialmente.
Vale decir: recibir una herencia, corregirla algo y administrarla
con prolijidad, sin robarse los vueltos. Faltó compromiso
con la gente más dañada, mientras se mantuvo
el asumido con la estructura partidaria.
¿El compromiso con el partido es el que hace que no
se hayan hecho recortes de gastos donde sí se podrían
haber hecho? Anses, por ejemplo.
No. Me refiero al hecho recurrente de aceptar iniciativas
que no se comparten.
¿Como cuáles y de quién?
Como ejemplo: me parece que casi ningún miembro
del gobierno De la Rúa creía que el déficit
cero era una medida inteligente. Sin embargo, casi todo el
mundo lo convirtió en un dogma por exigencia del Fondo
Monetario. Yo creo que eran muy pocos los que creían
en la conveniencia de la reforma laboral e incluso en las
características que esa reforma tuvo. Sin embargo,
hay firmes defensores que piensan lo contrario.
¿Y por qué la Alianza hizo eso?
Porque muchos creían en una jerarquía
superior, que era la jerarquía partidaria. Hay muchos
funcionarios o ex funcionarios que vieron con más tranquilidad
la crisis, confiados en que se refugiarán en el partido.
¿Eso significa que hay ex funcionarios indiferentes
al colapso porque sabían que se volverían al
partido radical?
Efectivamente, hay personas que estuvieron en el gobierno
nacional pero, igualmente, podrían haber sido presidentes
del partido, intendentes o concejales. Depende de dónde
le asignen una responsabilidad. En consecuencia, parten de
la base que un partido centenario y esto sepercibía
en el peronismo antes de su fractura siempre permite
refugiarse en su estructura. Esto le da serenidad, pero le
quita compromiso.
¿Usted cree que este repudio tan apasionado contra
Domingo Cavallo es justo o es que él se convirtió
en chivo expiatorio de una política de la que es corresponsable?
Creo que es, a la vez, justo y superficial. Merece todos
los repudios porque es antidemocrático y dogmático
en su pensamiento. Lo que explica su recurrencia en un equipo
de gobierno es la hiperactividad, que se convierte en un atributo
positivo debido a la falta de actividad del resto. Pero, al
mismo tiempo, el rechazo es superficial, porque se concentra
en la actividad de él más que en sus ideas.
Y eso hace peligroso al rechazo: puede aparecer alguien que,
con un lenguaje más sereno, diga las mismas cosas y
consiga un grado de aceptación importante.
De hecho, los nombres de reemplazantes que se barajaron inmediatamente
después de la renuncia de Cavallo no significaron un
cambio drástico en la orientación económica.
Porque fueron nombres que se apresuró a lanzar
el establishment económico, que dibuja la cancha lanzando
los nombres que les interesa. Como en los sectores progresistas
hay mucha más debilidad y desorden, nunca aparece,
siquiera, el nombre. El problema es que también
hay competencia intelectual al interior del progresismo. Lamentable.
Se discute si Daniel Marx sí o no, y cuando se preguntan
acerca de su origen se ve claro que los inventó el
establishment. Nadie se pregunta por qué no Salvador
Trever o (Hugo) Notchef. A los miembros del Plan Fénix
no los conoce la gente y, sin embargo, cualquiera de ellos
tiene un gran valor intelectual.
Claro que pueden ser excelentes teóricos, pero sin
capacidad de gestión. De ser así, se podría
repetir el fracaso de Graciela Fernández Meijide...
La gran diferencia es que Aldo Ferrer podría
dar marco para la acción. Lo mismo que Salvador Trever.
Usted sugirió que habría que paliar la emergencia
social con una ayuda mixta, del Estado y algunas empresas
privadas...
El mejor sistema de distribución es el que tienen
los alimentos: por ello podrían distribuir 2 millones
de cajas a valor de 10 pesos cada una, financiadas a medias
entre el Estado y los supermercados.
¿El aporte privado para paliar la crisis no debería
incluir una mayor presión fiscal sobre las empresas
con mayor renta?
Hay dos proyectos parlamentarios que tienen futuro,
porque están admitidos por el justicialismo y ordenarían
mucho el sistema tributario argentino, generando ingresos
por 2000 millones de pesos. Uno es el del senador Carlos Maestro,
que postula gravar con Bienes Personales a los tenedores de
bienes en la Argentina que los tienen registrados en el exterior.
Lo más típicos, las sociedades off shore uruguayas.
Otro de la diputada Beatriz Nofal, que hizo una serie de modificaciones
para gravar las utilidades que se giran al exterior.
¿Hay plafond parlamentario para avanzar con estas iniciativas?
Seguro. El que se oponía era De la Rúa,
que sostuvo que no había que modificar Ganancias u
otros que pudieran afectar las expectativas empresarias. Un
argumento muy conservador.
¿Cree que la suba del 35 al 45 por ciento en la alícuota
de Ganancias que votó Diputados no desalienta inversiones,
aunque sea excepcional?
Me parece un proyecto conceptualmente pobre y circunstancial.
Prefiero los otros. Un país que tiene una estructura
impositiva seria es más respetado que el que no la
tiene.
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