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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
23 DICIEMBRE 2001








Crisis
salidas

-¿Quiénes pagaron los costos del abandono de la Convertibilidad?

- ¿Qué hacer con los depósitos atrapados en los banco y con los endeudados en dólares?

- Las alternativas que analizan los economistas, después de que el PJ presentara su plan de emergencia.

 

 


Plan a estrenar

Se terminó una era. La era de Roque Fernández y Cavallo, López Murphy y Machinea. La era en que lo primordial era mostrar ajustes fiscales “creíbles” a los ojos de acreedores y el Fondo Monetario. Todo por preservar la Convertibilidad. Riesgo país, “seguridad jurídica” para las empresas privatizadas, desregulación financiera, apertura comercial irrestricta, dolarización son palabras que quedarán en la historia.
Después del estallido social que obligó a renunciar a De la Rúa, la cesación de pagos hecha realidad y apenas 3700 millones de dólares de reservas de libre disponibilidad en el Banco Central, ya nadie piensa en rendir pleitesía a los inversores extranjero o a Washington. Ni en defender a rajatabla el tipo de cambio fijo.
Mientras el justicialismo presentó un plan de emergencia para instrumentar la salida de la Convertibilidad, un grupo de economistas consultados por Cash discuten quiénes deberían pagar los costos de abandonar la regla de 1 peso igual a 1 dólar, que rigió durante más de 10 años. Qué pasará con los depósitos cautivos en los bancos, con los endeudados en dólares, con las tarifas de las empresas públicas privatizadas y con aquellos que sólo se queden con pesos en el bolsillo. Cuál es el camino para salir de la depresión, ahora que los que siempre pagaron los costos del ajuste en los últimos años dijeron “basta”.

Gerardo Della Paolera Ex rector de la Universidad Di Tella

“No hay que pesificar los depósitos”

No estoy a favor de la devaluación, pero tampoco creo que en estas condiciones de reservas del Banco Central y desconfianza generalizada se pueda defender con éxito la paridad. Por eso, hay que tomar decisiones de política económica duras y tener suerte en el buen sentido de la palabra. Suponiendo un gobierno establecido el planteo sería el siguiente: un tipo de cambio más alto, un Banco Central separado de la Tesorería, pesificación de una parte de las deudas bancarias y, fundamentalmente, respeto de los contratos originarios en dólares de los depositantes. Este último punto es clave, porque creo que para los próximos años la única fuente de financiamiento voluntario que puede lograrse es que, con un poco de suerte y otro de tanto de mejora en la reputación del gobierno, vuelvan al circuito los 25.000 millones de dólares que los argentinos tienen en el “colchón” y cajas de seguridad. Para eso es importante ser duro en lo fiscal, incluyendo una reestructuración de la deuda agresiva, con excepción de los planes sociales. Todo en el contexto de una nueva negociación para conseguir asistencia financiero del FMI y de los bancos extranjeros que operan en el país.
Cómo salir de la convertibilidad no es algo fácil. En especial cuando el mercado puede anticiparse a las medidas y sobre todo cuando no está consolidado el principio de autoridad y legitimidad del Estado. El jueves, con la falta de circulante y un caos total, el dólar estaba a 1,48 peso; es decir que no había saltado demasiado dado la anarquía, pero no había circulante para fondear el traspaso a dólares.
Mi impresión es que hay que hacer un salto a un nuevo tipo de cambio, digamos 40 por ciento de devaluación, y fijar ahí la nueva paridad. Ir directamente a un tipo de cambio flexible, descontrolar todo el esquema, sobre todo si no está sólida una política monetaria autónoma del Tesoro.
Después el punto principal es cómo se reorganiza el sistema financiero para frenar la caída en el nivel de actividad. La propuesta sería defender las reservas, que nadie pueda retirar dólares de los bancos, y que los retiros puedan realizarse sólo en pesos.
Pero habiendo modificado la paridad cambiaria yo sería muy contundente en la defensa de los ahorristas. No pesificaría los depósitos, para que los licue la devaluación sino que mantendría los contratos originales, en dólares. Si al ciudadano argentino le volvemos a repudiar este contrato elemental, vamos a tener muchísimos problemas por los próximos 8 o 10 años para volver a reconstituir el ahorro local. Además, el cacerolazo es en parte el desempleo y la recesión, pero en buena medida también es la punción dramática de los depósitos, dejándolos en el corralito.
Respetar el contrato original, significaría dejarlo en dólares. Pero reprogramaría los vencimientos, aguantándolos un año o más, o escalonándolos teniendo en cuenta los montos: los más chicos con mayor disponibilidad que los grandes. Mientras tanto se podría gastar, como ahora, a través del sistema financiero.
Por otro lado, sería más discrecional con los préstamos en dólares contraídos con el sistema financiero. Es mucho más importante pesificar a las familias o a las PyMEs que a los grandes grupos económicos. Acá hay que tener mucho cuidado con el riesgo moral de licuar los pasivos de los grandes grupos financiados por los ahorristas medianos y pequeños, porque está claro que los depositantes grandes se fueron antes del corralito.
Finalmente, si existe una revaluación de las reservas, se podría ir inyectando fondos al sistema financiero, para asistir a los bancos que queden descalzados entre sus pasivos y activos. También, si la depreciación del peso es importante, podría imponerse retención a las exportaciones, para aliviar las cuentas fiscales y contar con recursos para la red de seguridad bancaria. Todo este esquema, debería contar también con, por lo menos, una cuota mínima de apoyo financiero del FMI y de los bancos extranjeros que operan en Argentina.

Federico Poli y Miguel Peirano Economistas

“Es hora de sincerar realidades”

La economía argentina comenzará a recuperarse sólo cuando se apliquen políticas que favorezcan una mayor participación del salario en el ingreso nacional y se apoye fuertemente la producción argentina.
Hay que romper estructuralmente con toda la lógica que funcionó durante los 90, que implicó la degradación social de la mano de la desindustrialización. Hay que sincerar determinadas realidades como el atraso del tipo de cambio y la imposibilidad de actuar con tipo de cambio fijo, los perjuicios ocasionados por la flexibilización laboral, la necesidad de un plazo de gracia por dos años para el pago de intereses de la deuda externa y un subsidio para los desocupados.
Hay que recobrar el poder del Estado para limitar los comportamientos en mercados oligopolizados, para renegociar los contratos de las empresas privatizadas, para administrar políticas productivas y para cubrir su rol de resguardo de los sectores más frágiles de la sociedad. Debemos recobrar un Estado con capacidad profesional, con recursos en aquellas áreas estratégicas y con independencia de intereses privados.
Se debe evitar que la resolución de la crisis económica implique una nueva desnacionalización del aparato productivo.
Mayor y mejor Estado, incremento del poder adquisitivo de los trabajadores y políticas a favor de la producción son los ejes de la salida.
Finalmente, es obvio que se deben terminar con las políticas dictadas desde fundaciones economistas que terminan, casualmente, favoreciendo a sus aportantes.

Roberto Feletti Presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires

Devaluar con un plan

Es imprescindible reconstruir un sistema de medios de pago que expanda el nivel de actividad económica. La tremenda situación de infraconsumo que atraviesa la Argentina, habilita la posibilidad de regenerar un circuito de producción y consumo en torno de un signo monetario autónomo de la oferta externa de divisas, que no se deprecie.
Las condiciones para que la moneda ayude a recuperar al sector real de la economía son, en el presente, cuatro:
- Conversión al signo monetario nacional de todo el stock y el flujo de las transacciones.
- Reordenamiento del sistema financiero, con eje en una banca local, especializada por segmento de mercado y región, con capacidad de asignar crédito.
- Equilibrio fiscal. Sostenido, en base a un perfil tributario que incida sobre los altos niveles de renta y la concentración de los patrimonios, antes que sobre el consumo.
- Reforma del Estado. Urge la necesidad de optimizar el gasto público, como único mecanismo de reconstruir la confianza en el Estado. Debe destinarse recursos para poner en marcha en la forma más veloz posible, un sistema de subsidio de desempleo masivo y universal.
Este programa debe ser acompañado en lo inmediato de un tipo de cambio fijado por la autoridad monetaria y luego paulatinamente en una regulación cambiaria flexible, basada en el nivel de reservas internacionales del BCRA y la situación de las cuentas públicas.
Este esquema de reactivación rápida del mercado interno, debe acompañarse de decisiones sobre el sector externo que apunten al equilibrio de la cuenta corriente, por la vía del aumento de las exportaciones, reestructuración de las importaciones y limitación al máximo del giro de divisas al exterior por servicios reales o financieros.
En suma una salida no traumática de la convertibilidad, requiere un programa de coyuntura de equilibrio externo y fiscal en el que se asiente un nuevo sistema monetario y bancario.

Claudio Lozano Economista de la CTA

“Pesificar en lugar de dolarizar”

De esta crisis no se sale sin decir la verdad. Hay que afirmar que lo que aquí se acabó es la Argentina de las ganancias extraordinarias para las empresas privatizadas, el sistema financiero y los grupos que fugaron y fugan capitales, reciben subsidios y licuan pasivos apoyados por el gobierno. Hay que reconocer, además, que nuestro país ya está en cesación de pagos y comunicarlo a los acreedores internos y externos. Desde esta perspectiva la estrategia que debería adoptarse requiere establecer un período de suspensión de los pagos que permita poner en marcha un plan de crecimiento con equidad social. Plan que en su orientación estratégica debe tender a “pesificar en lugar de dolarizar”, a “distribuir con justicia los ingresos en lugar de ajustar” y a “reactivar en lugar de profundizar la recesión”. Por lo expuesto se debe:
n Fijar un nuevo piso distributivo: esto supone implementar una redistribución del ingreso equivalente a 4% del PBI financiando instrumentos cuyo objetivo sea combatir la pobreza. En esta dirección planteamos la necesidad de un seguro de empleo y formación de $ 380 para todo jefe y jefa de hogar desocupado, una asignación universal por hijo de $ 60 para toda la población menor a 18 años, y una asignación para todos los mayores de 65 años que carecen de cobertura previsional. Lo expuesto no sólo implica cumplir con razones de estricta justicia sino que expande la demanda interna generando una primera e imprescindible condición para relanzar una estrategia productiva.
n Evitar el despilfarro: esto implica optimizar el rendimiento social de las reservas existentes, evitando malgastarlas financiando el negocio de los especuladores financieros. Supone también, un cambio en la ecuación fiscal que privilegie una estrategia consistente de progresividad tributaria acompañada por una expresa eliminación de aquellos subsidios que financian negocios privados. Dada la emergencia corresponde precisar que sería necesario el establecimiento de un impuesto extraordinario al resultado consolidado de las mayores empresas en los últimos diez años; la aplicación del principio de renta mundial para ampliar la base impositiva y capturar parte de la renta de los capitales fugados; la reforma del sistema de seguridad social procediendo a su reestatización y la anulación de los procedimientos de licuación de pasivos de los grandes grupos económicos. Desde esta definición se debe replantear las condiciones de reprogramación del endeudamiento público con: una quita relevante en el capital adeudado y desdolarizar los compromisos de deuda con los tenedores locales de la misma.
Por último, evitar el despilfarro implica también diseñar una estrategia que nos permita recuperar política cambiaria comenzando a desligar nuestra moneda de los vaivenes de la economía estadounidense. Para esto sugerimos iniciar una estrategia de transición que sirva para comenzar a resolver el problema de precios relativos ampliando el factor de empalme con la inclusión del real e instituyendo este mecanismo como nueva regla cambiaria. Habría que establecer también retenciones para todas aquellas operaciones de exportación fundadas en ventajas naturales (agro y petróleo). A su vez, el manejo cambiario debe preservar la situación de los pequeños y medianos ahorristas trasladando el costo de la modificación al sistema bancario. Esta estrategia tiene el objetivo de recuperar política cambiaria lo cual exige lograr condiciones de mayor solvencia fiscal y avanzar en una nueva política de coordinación cambiaria y macroeconómica a nivel del Mercosur.
Gobernar los mercados: esto implica reformular las condiciones de la apertura comercial y financiera vigentes, limitar y desincentivar la entrada de capitales de corto plazo, desarrollar una política de incentivo a la radicación de emprendimientos productivos coordinada con el Mercosur.Asimismo, esto exige el rediseño de las estructuras regulatorias de los mercados donde se han producido privatizaciones en lo que se refiere a tarifas. Requiere, además, una política de regulación de tarifas de empresas privatizadas y que revierta las graves tendencias a la oligopolización que exhibe la economía argentina.

 

REPORTAJE: COMO SE SALDRA DE LA CONVERTIBILIDAD

“Es clave encontrar una nueva manera de devaluar”

El investigador de Flacso Hugo Nochteff dice que la devaluación es inevitable. Pero destaca que lo fundamental es discutir las políticas compensatorias para que la devaluación no perjudique a los de siempre. Las alternativas.

Por Fernando Krakowiak

Hugo Nochteff es investigador del Conicet en el área de economía de Flacso y uno de los autores de la propuesta económica alternativa conocida como Plan Fénix. En esta entrevista con Cash explica que Argentina debe abandonar el tipo de cambio fijo para “hacer más rentable la producción primaria y secundaria”, pero sin deteri orar el poder de compra de los salarios. Por eso señala que “lo fundamental es discutir las medidas compensatorias que deben acompañar a una devaluación”. Entre sus propuestas incluye la desdolarización de la economía, una fuerte redistribución del ingreso y “una punción tributaria” sobre los sectores que tienen dinero en el exterior para compensar el efecto que tendría una devaluación sobre el gasto.
Usted afirmó en un trabajo reciente que la implementación del tipo de cambio flotante puede generar una serie de ventajas para la economía, ¿considera que están dadas las condiciones para devaluar?
–Cuando uno tiene un fuerte déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, lo que se espera es que haya una devaluación. Históricamente, las devaluaciones produjeron una distribución regresiva del ingreso. Toda devaluación se hace para aumentar los precios relativos de los bienes transables en relación con los no transables. Por lo tanto, como el salario es un bien no transable se produce su caída. No obstante, en la Argentina actual lo que es alto dentro de los no transables no son los salarios sino las utilidades. Lo que se tiene que cambiar es la rentabilidad de los transables y los no transables. Hacer más rentable la producción primaria y secundaria y, al mismo tiempo, recuperar el salario. Ahora bien, la política cambiaria es sólo uno de los muchísimos aspectos de una política económica. Lo fundamental es discutir las medidas compensatorias que deben acompañar a la devaluación.
¿Cuáles deberían ser esas medidas?
–Ante todo, se necesita recomponer el nivel de reservas porque una salida de la convertibilidad sin reservas dispararía el tipo de cambio a cualquier parte. También se deben desdolarizar las tarifas de los servicios públicos porque sino toda la devaluación caería sobre los salarios. Durante los últimos 25 años el eje central de la economía ha sido la caída de salarios y la reducción del aparato productivo. Por lo tanto, ahora se debe asegurar una fuerte redistribución del ingreso. En un cálculo reciente, demostré que si se aplica una reducción salarial del 18 por ciento al 5 por ciento más rico de la población, del 12 por ciento al 5 por ciento siguiente y del 3 por ciento al 10 por ciento que les sigue en la escala de ingresos, se obtienen los recursos suficientes para garantizar que no haya ningún hogar por debajo de la línea de pobreza. Esto permitiría elevar la demanda para luego actuar sobre el desequilibrio externo de la Argentina.
Pero una devaluación volvería impagables los intereses de la deuda externa.
–Efectivamente, una devaluación llevaría a un aumento del gasto exclusivamente para el pago de la deuda. Pero eso se debería compensar con una punción tributaria sobre los sectores que tienen dinero en el exterior.
Cómo se puede saber quiénes son los que tienen dinero en el exterior?
–Con un mínimo de sentido común uno puede presumir que los que tienen dinero en el exterior se hallan dentro de ese 20 por ciento de la población que concentra el 50 por ciento del ingreso. La punción sobre los que tienen ingresos muy altos y sobre las ganancias extraordinarias serviría para compensar el efecto que tendría una devaluación sobre el gasto.
¿Cómo se resolvería la situación de quienes tienen deudas en dólares?
–Toda la economía se debería desdolarizar para que el peso de la devaluación no caiga sobre el valor de los pasivos que tienen las pymes y la población de recursos medios y bajos. Así como Cavallo socializó la deuda de los ricos, ahora se debería socializar la deuda de los pobres.
Pero los que tienen depósitos en dólares verían licuados sus ahorros.
–Hoy los ahorristas no pueden sacar sus depósitos en dólares. Por lo tanto, es preferible que puedan disponer de sus depósitos en pesos en una economía que funcione en pesos. En la mayor parte de las economías del mundo, incluso las desarrolladas, la moneda externa se usa sólo para las operaciones con el exterior.
–¿Hoy ya no se puede dolarizar la economía?
–¿Dolarizar con qué dólares? Si Argentina no dispone de dólares para evitar un default, ¿con qué dólares va a dolarizar? Antes deberían devaluar para compatibilizar la cantidad de pesos con la disponibilidad de dólares. La dolarización implicaría una punción, pero ya no sobre el 20 por ciento más rico sino sobre el conjunto de la población. Dejaría más gente aún por debajo de la línea de pobreza y eliminaría para siempre la posibilidad de cambiar las rentabilidades y los precios relativos.


REPORTAJE A ENRIQUE MARTINEZ: LOS CAMINOS PARA SALIR DE LA CONVERTIBILIDAD

“Cambiar el humor de la gente”

El ex frepasista Enrique Martínez sostiene que no hay necesidad de una “devaluación salvaje” para salir de la Convertibilidad. Dice que primero lo importante es cambiar el humor de la gente y que para eso se pueden tomar medidas inmediatas.

Por Cledis Candelaresi

El secretario de Empleo y Producción Pyme, el ex frepasista Enrique Martínez, sobrevivió indemne varios recambios ministeriales en Economía y en Trabajo. Atrincherado hasta el viernes en su puesto, explica por qué muchos funcionarios radicales soportaron despreocupadamente la debacle de la gestión delarruista y asegura que es tan innecesaria la dolarización como la “devaluación salvaje”.
¿Cuáles son las posibilidades más firmes para la economía que se viene, al margen de quien sea el ministro de Economía definitivo?
–Las alternativas son muchas. Lo más probable es un default, ya que es imprescindible reconstruir toda la relación con los acreedores externos. Pero, después, no hay necesidad de dolarizar ni de una devaluación salvaje. Se puede aumentar el salario mínimo y con ello aumentar el consumo interno; se puede hacer un plan para atender a los desocupados con un salario más pequeño del que reclama el Frenapo pero absolutamente financiable. Se puede estimular inversiones de pymes, básicamente en el interior. Hay una serie de medidas inmediatas que la puede tomar cualquier equipo sensato y mejorar rápidamente el humor de la gente.
El Estado tiene pocos recursos para enfrentar la emergencia social...
–Es cierto. Pero también es cierto que pueden hacerse cosas mejores con los mismos escasos recursos y a corto plazo. Mi secretaría propuso, por ejemplo, una reformulación del Plan Crear Trabajo y ya lanzamos treinta programas de carácter transitorio. Planteamos, por ejemplo, pagar salarios por unos 160 pesos y entregar herramientas. A un grupo de La Matanza le compramos 6 mil pesos en maquinarias para completar una fábrica de zapatillas. Con 10 mil pesos equipamos una carpintería y con 13 mil instalamos varias panaderías en el Gran Buenos Aires. Ya hay conversaciones con el gobierno de esa provincia para que compre lo que aquí se produce y los distribuya a través de la población escolar, para reducir necesidades básicas. Se pueden hacer cosas mejores con lo mismo.
¿Cómo se vivió la crisis en el interior del Gobierno?
–Hace un tiempo se había empezado a cuestionar la idea de que se podía administrar inercialmente. Vale decir: recibir una herencia, corregirla algo y administrarla con prolijidad, sin robarse los vueltos. Faltó compromiso con la gente más dañada, mientras se mantuvo el asumido con la estructura partidaria.
¿El compromiso con el partido es el que hace que no se hayan hecho recortes de gastos donde sí se podrían haber hecho? Anses, por ejemplo.
–No. Me refiero al hecho recurrente de aceptar iniciativas que no se comparten.
¿Como cuáles y de quién?
–Como ejemplo: me parece que casi ningún miembro del gobierno De la Rúa creía que el déficit cero era una medida inteligente. Sin embargo, casi todo el mundo lo convirtió en un dogma por exigencia del Fondo Monetario. Yo creo que eran muy pocos los que creían en la conveniencia de la reforma laboral e incluso en las características que esa reforma tuvo. Sin embargo, hay firmes defensores que piensan lo contrario.
¿Y por qué la Alianza hizo eso?
–Porque muchos creían en una jerarquía superior, que era la jerarquía partidaria. Hay muchos funcionarios o ex funcionarios que vieron con más tranquilidad la crisis, confiados en que se refugiarán en el partido.
¿Eso significa que hay ex funcionarios indiferentes al colapso porque sabían que se volverían al partido radical?
–Efectivamente, hay personas que estuvieron en el gobierno nacional pero, igualmente, podrían haber sido presidentes del partido, intendentes o concejales. Depende de dónde le asignen una responsabilidad. En consecuencia, parten de la base que un partido centenario –y esto sepercibía en el peronismo antes de su fractura– siempre permite refugiarse en su estructura. Esto le da serenidad, pero le quita compromiso.
¿Usted cree que este repudio tan apasionado contra Domingo Cavallo es justo o es que él se convirtió en chivo expiatorio de una política de la que es corresponsable?
–Creo que es, a la vez, justo y superficial. Merece todos los repudios porque es antidemocrático y dogmático en su pensamiento. Lo que explica su recurrencia en un equipo de gobierno es la hiperactividad, que se convierte en un atributo positivo debido a la falta de actividad del resto. Pero, al mismo tiempo, el rechazo es superficial, porque se concentra en la actividad de él más que en sus ideas. Y eso hace peligroso al rechazo: puede aparecer alguien que, con un lenguaje más sereno, diga las mismas cosas y consiga un grado de aceptación importante.
De hecho, los nombres de reemplazantes que se barajaron inmediatamente después de la renuncia de Cavallo no significaron un cambio drástico en la orientación económica.
–Porque fueron nombres que se apresuró a lanzar el establishment económico, que dibuja la cancha lanzando los nombres que les interesa. Como en los sectores progresistas hay mucha más debilidad y desorden, nunca aparece, siquiera, “el nombre”. El problema es que también hay competencia intelectual al interior del progresismo. Lamentable. Se discute si Daniel Marx sí o no, y cuando se preguntan acerca de su origen se ve claro que los inventó el establishment. Nadie se pregunta por qué no Salvador Trever o (Hugo) Notchef. A los miembros del Plan Fénix no los conoce la gente y, sin embargo, cualquiera de ellos tiene un gran valor intelectual.
Claro que pueden ser excelentes teóricos, pero sin capacidad de gestión. De ser así, se podría repetir el fracaso de Graciela Fernández Meijide...
–La gran diferencia es que Aldo Ferrer podría dar marco para la acción. Lo mismo que Salvador Trever.
Usted sugirió que habría que paliar la emergencia social con una ayuda mixta, del Estado y algunas empresas privadas...
–El mejor sistema de distribución es el que tienen los alimentos: por ello podrían distribuir 2 millones de cajas a valor de 10 pesos cada una, financiadas a medias entre el Estado y los supermercados.
¿El aporte privado para paliar la crisis no debería incluir una mayor presión fiscal sobre las empresas con mayor renta?
–Hay dos proyectos parlamentarios que tienen futuro, porque están admitidos por el justicialismo y ordenarían mucho el sistema tributario argentino, generando ingresos por 2000 millones de pesos. Uno es el del senador Carlos Maestro, que postula gravar con Bienes Personales a los tenedores de bienes en la Argentina que los tienen registrados en el exterior. Lo más típicos, las sociedades off shore uruguayas. Otro de la diputada Beatriz Nofal, que hizo una serie de modificaciones para gravar las utilidades que se giran al exterior.
¿Hay plafond parlamentario para avanzar con estas iniciativas?
–Seguro. El que se oponía era De la Rúa, que sostuvo que no había que modificar Ganancias u otros que pudieran afectar las expectativas empresarias. Un argumento muy conservador.
¿Cree que la suba del 35 al 45 por ciento en la alícuota de Ganancias que votó Diputados no desalienta inversiones, aunque sea excepcional?
–Me parece un proyecto conceptualmente pobre y circunstancial. Prefiero los otros. Un país que tiene una estructura impositiva seria es más respetado que el que no la tiene.