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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
23 DICIEMBRE 2001








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler


Banco Central: inapropiado cagar

“Su mensaje a ... de fecha ... contiene lenguaje no apropiado a los estándares del Banco y por ello no será entregado. BCRA.” El economista X (que pidió reserva de su nombre) leyó asombrado en su bandeja de entrada este mail de rebote a un mensaje que le había remetido a un amigo y colega suyo del Central. En elementos enviados repasó intrigado el texto, hasta descubrir la razón del rechazo. Reflexionando sobre alternativas como la flotación cambiaria o el plan Triple D, había escrito: “...vas a cagar a los que depositaron en US$...”. Por lo visto, “cagar” no condice con los estándares del Banco Central, al menos idiomáticamente.
Aleccionado, evitando todo término impropio, prosiguió su electrónico intercambio con el colega centralista, luego de haberle referido el incidente y reenviado, para satisfacer la curiosidad de su corresponsal, el aviso de rechazo que recibiera del BCRA. Pero pocos días después sufrió un nuevo rebote. El texto de devolución era idéntico al anterior, pero especificando esta vez los vocablos indeseables: se trataba de Devaluación, Default y Dolarización. Hecho un basilisco, le narró el indignante suceso a este cronista, mediante un mail cuyo asunto denominó “1984”, aludiendo a la pesadilla de Orwell. ¡El Banco Central bloqueaba todo mensaje que se atreviera a mentar aquellas repugnantes palabras, que para colmo comenzaban siempre en D!
Un día después, al abrir su correo cibernético, este cronista volvió a hallar un mensaje del mismo economista X. En él decía: “Quiero advertirle, como tal vez usted ya se habrá dado cuenta, de que he sido víctima de una joda de mi amigo. La verdad es que, como viene la mano en este país, me pareció que el contenido del mail era cierto. Espero no haberle hecho meter la pata. Saludos”. Esta historia epistolar se desarrolló entre el 7 y el 14 de diciembre. Y es preciso confesarle al economista X que el episodio por él denunciado le sonó a este cronista un tanto excesivo, pero que estuvo lejos de desecharlo por inverosímil.