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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
23 DICIEMBRE 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

1
  Saqueos y represión

Escuchado estos días en programas de TV: “Los que no tienen nada avanzaron, empujados por su angustia –y por el espíritu de la Navidad que lleva la frustración a la superficie– contra todo el que tenía algo” (un político). “Esto fue lo que ya nos cansó: no dormir más tranquilos; tener que utilizar tranquilizantes para dormir. Ya no es vida, sobresaltados con ruidos, piedrazos, gente que amenaza” (dueña de supermercado). “Mucha gente no pudo dormir temiendo que fueran invadidas sus propias casas” (locutora). ¿La realidad supera a la literatura? En este caso, una obra maestra anticipó estas situaciones, aunque muy posteriores a su propia realidad. En la Riqueza de las Naciones, escribía Adam Smith: “La abundancia de los ricos despierta la indignación de los pobres, que con frecuencia se ven llevados por la necesidad, o impulsados por la envidia, a atropellar las posesiones de aquéllos. Sólo bajo el cobijo del magistrado civil puede dormir una sola noche tranquilo el propietario de esas propiedades. Se encuentra en todo momento rodeado de enemigos desconocidos a los que, aunque nunca haya provocado, nunca tampoco puede apaciguar, y de cuya injusticia sólo puede ser protegido por el brazo poderoso del magistrado civil alzado de una manera continua para castigar aquélla. La autoridad civil, en cuanto es una institución destinada a asegurar los bienes y las propiedades, se instituye en realidad para la defensa de los ricos contra los pobres, es decir, de quienes poseen algo contra los que nada poseen”. Una economía de mercado, con un Estado que se desentiende de los que nada poseen, necesariamente incuba violencia. En el mercado sólo se adquieren bienes –incluidos los necesarios para la vida– contra entrega de otros bienes o dinero. Si se pretende que una economía de cambio funcione para todos (y sólo en este supuesto puede hablarse de una Nación), sin excluidos, todos tienen que poseer algo para dar al mercado. Si las condiciones económicas impiden que el que ofrece trabajo halle empleo, y con él un salario para comprar, alguna otra cosa –dinero o bienes negociables– por alguna vía, debe ingresar a su patrimonio para permitirle participar en las transacciones de mercado. Si el mercado, por sus imperfecciones, impide que todos posean algo, el Estado debe intervenir y entregar medios de vida mínimos y extraerlos de quienes los poseen en medida excesiva.

2  El mecanismo monetario

El ciudadano común tiene hoy la impresión de estar saliendo de una ciénaga demencial, a la que fue arrojado contra su voluntad. Igual que se ha sentido instrumento de las ambiciones de la corporación política, en estos días se sintió una marioneta de las cambiantes regulaciones bancarias. De haber sido amo del dinero, pasó a verse como su sirviente. El que cobraba sus honorarios en cheques, ya no pudo convertirlos en efectivo: sólo le quedó depositarlos y luego ver cómo los transfería en pagos. El que cobraba mediante cajeros automáticos, luego de largas colas y mucha espera, sólo podía retirar pequeñas cuotas semanales, que en el mes estrictamente sumaban el valor de una canasta familiar mínima mensual; el resto podía gastarlo, si por casualidad encontraba al comerciante poseedor del bien que necesitaba y además el aparatito para vender con tarjeta de débito; o bien transferirlo a otras cuentas, del mismo banco u otros. El empleado en negro (nada menos que un 40 por ciento de todo elempleo) quedaba como Adán en el Día de la Madre, sin cuenta de ahorro ni tarjeta de débito. Mil otras situaciones podrían referirse. En todas, lo que antes se hacía mediante dinero, ahora debía hacerse por medio de sucedáneos más o menos próximos del dinero, en mayor tiempo y en la mayoría de los casos con alguna pérdida de valor, ya sea por impuestos (al uso del cheque) o comisiones bancarias. El dinero, el bien líquido por excelencia, se había sustituido por formas menos líquidas, cuyo empleo “como” dinero suponía considerables demoras para convertirse en liquidez o bien descuentos en el valor nominal de los activos. Los instrumentos de liquidez, impedidos de circular en toda la economía a raíz del eufemísticamente llamado “corralito”, establecido por el gobierno, se habían metamorfoseado en instrumentos torpes e inhábiles. Se cortó el sistema de pagos. En este caso, como en otros, la lectura de los clásicos es iluminadora. Decía Stuart Mill en sus Principios de Economía Política: “En la economía de la sociedad no puede haber cosa tan intrínsecamente insignificante como el dinero, excepto en su carácter de un artificio para ahorrar tiempo y trabajo. Es una máquina para hacer con rapidez y comodidad lo que a falta de ella se haría con menos rapidez y comodidad; y como muchas otras clases de maquinaria, sólo ejerce una influencia propia e independiente, cuando no funciona”.