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Devaluar no es la solución
Por
Daniel Kostzer *
El actual debate
acerca de las alternativas entre dolarización o devaluación
esconde el origen estructural de los problemas económicos
que afectan a nuestro país y, sin dudas, responde a los intereses
de los sectores más concentrados de la economía. Cualquiera
de las alternativas que se sugieren, elevadas a categorías
mágicas por los economistas opinadores que pululan por estos
lares, barren la tierra bajo la alfombra postergando un debate que
se debió dar hace varios años: el problema de la productividad
sistémica y el perfil productivo del país. Nadie cuenta
con que el límite está dado por la viabilidad social
de cualquier proyecto. La transgresión de este límite
está hoy marcada por la sangre de compratriotas.
El principal signo emergente de este problema es la depresión.
No es algo sui generis como desearían los exitistas vernáculos.
Es una recesión de libro: desempleo, deflación, falta
de inversión, quiebras de empresas, etc. Los que bregan por
la devaluación aducen que inducirá a la inversión.
En este contexto esperar inversiones es por lo menos ilusorio. Por
muy bajos que sean los costos laborales o elevadas las prometidas
utilidades, ¿quién estaría dispuesto a invertir
cuando no hay a quién vender? La alternativa de la utilización
de políticas monetarias expansivas a partir de encajes en
medio de la actual fuga de capitales y con las expectativas devaluatorias
existentes sería suicida. Las depresiones suelen ser problema
de economías con ricos que no invierten ni consumen y que
ahorran lo que ganan reduciendo el potencial productivo global.
La revolución de Keynes y Kalecki de los 30 se caracterizó
por encontrar la única alternativa a la depresión:
la redistribución del ingreso a través del gasto público.
En Argentina hay que dejar de insistir con el ofertismo y comenzar
a pensar seriamente en que, si la población demanda, los
empresarios invierten, ya que pueden vender, y así realizar
las ganancias que hoy son como una promesa de amor de vacaciones.
Luego de las medidas del corralito financiero, con todas
sus aristas recesivas, lo único que se puede y sin
dudas se debe hacer es un programa de transferencia de ingresos
a la población más necesitada. Un empleo para cada
desocupado pobre. De ese modo se pueden poner en marcha los efectos
multiplicadores que harán recobrar a la economía un
ritmo de crecimiento que permita recuperar la productividad global.
La dolarización congelaría la actual distribución
del ingreso, con muy pocas posibilidades de recuperación
por parte del tercio de los argentinos que se encuentra bajo la
línea de la pobreza. Por otro lado una devaluación
implicaría una formidable transferencia de recursos hacia
los propietarios de activos externos en detrimento de aquellos que
no los poseen. Además, luego de una devaluación no
habría garantías de que se expanda la inversión.
Gran parte de la inversión productiva nueva tiene un elevado
componente importado, que crece cuanto más contenido tecnológico
tiene ésta. El problema de Argentina no es de tipo de cambio.
Si fuese así, no se importaría menos del 10 por ciento
del producto a pesar de tener aranceles bajos.
El problema de Argentina es más profundo, es de distribución
del ingreso, es de productividad, lo que reduce la competitividad
y a su vez la posibilidad de crecimiento. Las devaluaciones aquí
siempre mostraron ser recesivas, inflacionarias y generaron desempleo.
Si se diese una redistribución del ingreso hacia los sectores
más postergados, tendríamos una mayor dinámica
en el comercio de bienes de consumo ya que la propensión
marginal a consumir de estos sectores es la más alta de la
sociedad. Si bien es cierto que en el mediano plazo afectaría
a la balanza comercial, se pueden tomar con el tiempo medidas que
reduzcan este riesgo. ¿Con qué se financiaría
esto? Con la potestad de señoraje que tienen los Estados
y a la que Argentina renunció en 1991. Se debe emitir una
moneda que sirva de medio de pago y garantice esta transferencia
de recursos. Tendríamos un sistema de cambios múltiples,
como de hecho hoy lo tenemos, y existirían cuentas multinominadas,
como hoy también tenemos, pero habría circulante y
posibilidades de consumo para los más pobres. También
se debería desindexar aquellos precios monopólicos
con elevadas tasas de ganancias en términos de dólares
y de salarios. Todo esto conjuntamente permitirían reactivar
la economía, generando los incentivos necesarios para que
la productividad del conjunto de ésta permita relajar algunos
de los controles impuestos, pero básicamente genere bienestar
para todos.
* Economista.
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