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Jueves 19 de Julio de 2001

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LAS CHICAS SUPERPODEROSAS DEL FUTBOL QUIEREN SU LUGAR Y YA ESTAN EN ESO

También es un sentimiento

Dejó de ser una curiosidad o una rareza absoluta. Los prejuicios machistas no pudieron detenerlas y ahí están, con su campeonato de primera y su selección nacional. Todavía Argentina no es potencia mundial, pero con estas chabonas, ¿alguien duda de que lo será?

POR CRISTIAN VITALE

Jugaban Independiente y Boca en La Bombonera, por el Apertura ‘91. El preliminar de aquel partido presentaba un rasgo particular: no eran los pibes de la reserva de todos los domingos, sino un duro encuentro... entre mujeres. Todas, las 22, tenían el pelo rigurosamente atado y corrían, se pegaban, gambeteaban y metían goles. Como los hombres. Sin embargo, muchos de los que estaban, por ejemplo, en el tercer piso de la cancha de Boca, no se habían percatado del detalle. “Eh ... nunca vi tantos chabones de pelo largo en la tercera”, gritaba un gordo ataviado de azul y amarillo, que no llegaba a distinguir ningún atributo femenino en esas piezas que se movían ahí abajo, en la cancha. La mayoría le dio la razón, pero uno develó la realidad: “Loco, no ves un carajo... ¿No ves que son mujeres?...” “¿Mujeres?... qué loco, ¿desde cuándo?” fue la respuesta. El partido lo ganó Boca 2 a 1 y las chicas recibieron algunos tibios aplausos.
Al año siguiente, en 1992, se jugó el primer torneo de fútbol femenino en Argentina. Y la actividad empezó a sumar adeptas. Ya no era tan extraño verlas jugar e inclusive, con el tiempo, se llegaron a transmitir partidos por cable, comentados por el ex arquero devenido periodista Sergio Goycochea. En el primer certamen, se inscribieron casi 20 clubes. Se mezclaban Boca con Barracas Central, Independiente con Deportivo Laferrere o River con J.J. Urquiza, pero enseguida los más grandes impusieron su hegemonía: la historia canta que de los ocho torneos disputados, cuatro los ganó Boca (‘92, ‘97, ‘98 y ‘99) y el resto se los quedó River (‘93, ‘94, ‘95 y ‘96).
“Empecé a jugar a la pelota de chiquita. Y cuando me enteré que había fútbol femenino en los clubes, me fui a probar a Sacachispas. Me anoté, me gustó y seguí. Hasta ese momento sólo había jugado con todos los varones del barrio.” Yanina Gaitán tiene 22 años y su historia es similar a la de muchas que hoy integran el seleccionado argentino de fútbol femenino, que tiene como objetivo llegar al mundial 2002. Yanina estuvo un tiempo en Sacachispas, luego pasó al tercer equipo fuerte de la división, Banfield, y hoy es la número 10 de River. Pero es fanática de Boca y lo sigue a todas partes: “me costaba mucho ser fanática de Boca y jugar en River, pero ahora ya me acostumbré. Lo feo fue al principio. Me miraba la camiseta y no lo podía creer”, confiesa.
Elizabeth Villanueva es una de las mejores jugadoras del país y, probablemente, de las más lindas. Tiene 26 años, pelo negro, ojos celestes y es una de las más experimentadas en el rubro. Juega de puntera –algo así como la versión femenina del Mellizo Barros Schelotto–, es la goleadora del torneo nacional y de la selección: “Yo también jugaba con mis hermanos y los pibes del barrio. Pero mis primos se avivaron que jugaba bien y me llevaron a Boca. Así quedé. En Boca, en aquellos tiempos, había cierto interés por organizar el fútbol femenino. Obviamente no era como ahora, pero había una tendencia. La organización se fue dando de a poco. Hoy, ya es una actividad más dentro del club”, dice ella, que se crió en una familia numerosísima, con siete hermanas mujeres -.todas jugadoras de fútbol por naturaleza– y un varón.
Contra lo que se podría imaginar a priori, los partidos entre mujeres son bien bravos. Hay mucha pierna fuerte y la delicadeza inherente al sexo se queda en el vestuario. Igual que los hombres, se insultan, se pegan y, a veces, si la cosa viene oscura, se amenazan con verse a la salida. Elizabeth muestra una venda en su pierna izquierda, producto del temperamento desmedido de una peruana: “La verdad es que se mete bastante y nos insultamos parecido a los hombres. Cuando entramos a la cancha, nos olvidamos de todo formalismo”, explica la delantera.
Romina Gutiérrez tiene 19 años. Y mide más o menos 1,75. Tiene el físico adecuado para ocupar el puesto de zaguera en la selección. Es laresponsable de devolver cada centro rival y despejar todo peligro aéreo. Según Carlos Borelo, el entrenador de la selección, es una pieza clave del equipo “por juventud y fuerza”. Romina, como sus compañeras, es hincha de Boca. Sus primeros centros los despejó en San Martín de Burzaco y, luego de un breve paso por Banfield, hoy viste la blanquinegra de El Porvenir, otro de los equipos que suele arrancarle algún que otro empate a los grandes. “Realmente me gusta mucho jugar al fútbol. Antes, cuando era chica, en vez de pedir una muñeca, pedía una pelota. La única vez que jugué a otro deporte fue en la escuela, donde me obligaban a jugar al voley y esas cosas. Pero a mí no me gustaba. ¿Por qué suponen muchos que el fútbol no puede ser un deporte para mujeres?”, reclama Romina. “Es hora de sacarnos de la cabeza esos prejuicios absurdos.”
El fútbol mixto, aunque a menudo les resulte hostil, es de los desafíos que más las seduce. Las tres han jugado partidos duros contra hombres que no soportan que una mujer les haga un caño o les saque la pelota. “No sabés como se calientan, -.remarca Yanina– ellos no quieren perder contra vos. Entonces, se ponen como locos, te pegan y no se miden. Son muy pocos los que te respetan por tu condición de mujer. Tienen mucho orgullo. Pero nosotras sabemos que son las reglas del juego y nos animamos a los desafíos. Además, disfrutamos el doble cuando ganamos.” Yanina fue la única que terminó la secundaria en un colegio comercial. Romina y Elizabeth, en cambio, precisamente abandonaron la escuela para dedicarse de lleno al fútbol. Ambas, sólo hicieron la primaria. “Mi familia siempre me apoyó y nadie puso el grito en el cielo cuando dejé el colegio para jugar al fútbol. Es mi trabajo natural. Mi sueño es jugar el Mundial, no pasarme la vida encerrada y estudiando. Es más, hasta arriesgaría mi matrimonio si fuese necesario. Si alguna vez me llego a casar con alguien que me impide jugar, enseguida me separo. Para mí, primero está el fútbol y después todo lo demás, es como un vicio, una manera de vivir.”
Romina, Yanina y Elizabeth representan la forma de pensar y actuar de la mayoría de sus compañeras. Son arquetipos. Para ellas, las posibilidades que genera el fútbol tientan igual que a los hombres. Quieren ganar plata, conocer el mundo y ser reconocidas por el medio. “Somos conscientes de que para nosotras es doblemente difícil triunfar con el fútbol. Hoy por hoy, no le vemos mucho futuro al fútbol femenino en Argentina. Pero más adelante, si logramos entrar al Mundial y ocupar un puesto alto es probable que se abran muchas puertas. Nos cuesta mucho avanzar y por eso sacrificamos todo. Yo estoy en la selección desde 1993 y todavía no se consiguió nada, pero lo último que hay que hacer es bajar los brazos”, proclama Elizabeth.
Pelota al pie, las tres se integran al grupo que está a punto de iniciar una nueva práctica en el Cenard. El deporte más sexista de argentina las sigue mirando con cierto desprecio. Pero, al menos, ya no las confunden con hombres de pelo largo. Es un paso.

Las árbitros que entraron en la historia

¿Qué cobrás, loca?

En América, sólo dos países permitieron que una mujer dirigiera un partido trascendente de Primera División masculina. El año pasado, la costarricense Clareth Jiménez de 29 años, arbitró, con un limitado background de 5 partidos en la división, Alajuelense–Saprissa, un clásico de Costa Rica. Su actuación, tras el triunfo del Alajuelense por 2 a 0, fue impecable según los dirigentes de la Comisión de Arbitraje del país centroamericano. Y también, resultado mediante, según la mayoría de las 15 mil personas que asistieron al estadio. Su antecedente inmediato, la colombiana Martha Liliana Toro, es dos años mayor que Clareth y suele compartir con sus pares hombres habitaciones de hoteles y vestuarios. Martha, sensual, sale en cada partido con rubor y labios pintados. Y su experiencia es mayor que la de Clareth: dirigió varios partidos entre los equipos más grandes de Colombia y nunca le tembló la mano para expulsar jugadores. Su ídolo, obvio, es Javier Castrilli.
En la Argentina, en cambio, resulta utópico aún imaginar que una mujer pueda estar en el medio de un caliente Racing–Independiente, por ejemplo. Los antecedentes, pobres por cierto, se resumen en tres figuras: Verónica López, Alejandra Cercatto y Florencia Romano. Las dos primeras debutaron como juezas de línea el 29 de abril, acompañando a Mauro Vigliano –el hijo de Jorge, ex árbitro– en un partido de reserva entre Argentinos Juniors y Rosario Central. La jornada transcurrió tranquila: no recibieron puteada alguna y tampoco incidieron en el resultado del partido. La que no la pasó bien fue la pionera en el tema, Florencia Romano. En mayo del año pasado, luego de transformarse en un fenómeno mediático, el Tribunal de Disciplina de la AFA la suspendió por cuatro meses por haber acusado de mafioso nada menos que al jeque mayor, Julio Grondona. “Siempre digo que es como Don Corleone”, repitió ella. El gesto heroico la sumergió en el ostracismo y nunca más volvió a aparecer en escena. La lógica sexista del fútbol argentino no le daba más espacio que algunos partidos en categorías menores y, en los peores casos, en torneos de escasa relevancia. Ya vendrán tiempos mejores.

 

Las gringas son potencia mundial

Supergirls

Estados Unidos tiene el mejor fútbol del mundo: la selección femenina es una especie de dream team, bicampeón mundial (1996-1999) y subcampeón olímpico en Sydney (2000). Con un serio trabajo de base -.enseñanza de soccer en colegios, gran apoyo de sponsors y alto espíritu competitivo– llegaron a la cima. En los últimos Juegos Olímpicos del año pasado –donde la atención se la llevaron las locales, no por jugar bien, sino por posar desnudas para un calendario–, las yanquis tuvieron una actuación sobresaliente de la mano de la goleadora e ídola nacional, Mia Hamm. Y en los mundiales, gozan de una hegemonía total. Tanto es así que durante el mundial de 1999 jugado justamente en Estados Unidos (en la final se llenó el imponente Rose Bowl de Pasadena), el mismo Bill Clinton se declaró como “primer fan” de la selección que le ganó la final a la selección de China por penales. No es para menos, aquella final -.que en Argentina pasó totalmente desapercibida– fue vista por 40 millones de personas en Estados Unidos, superando en el rating a la final de la NBA que habían disputado días antes San Antonio Spurs y New York Nicks.

 

Aprendí algo

Sol Bernardele Coxis

Jugué al fútbol todas las veces que me lo permitieron. Como era bastante buena en el hockey, me las arreglaba... Tengo dos hermanos varones mayores, que alguna que otra vez me ponían de comodín. Aunque a mí siempre me divirtieron más las torpezas masculinas que las delicadezas femeninas... Hasta llegué a aprender algunas cositas como levantar la pelota haciendo efecto cucharita, amagar y darle de taquito para atrás, o gambetear un poquito y hacer caños. Pero nunca pude cabecear sin quedar con jaqueca. No recuerdo haber hecho nunca un gol, pero sí que corría rápido... aunque más de una vez me hayan mandado al arco. Me encanta jugar al fútbol, pero me gusta ese fútbol sencillo, de barrio, el que le dicen “jugar a la pelota”. No el que venden en la tele, que se parece más a la política que al deporte en sí.

Es cool

Erica García

Hice el profesorado de Educación Física y ahí aprendí todos los deportes, los experimenté y sin dudas vi que el fútbol es el mejor deporte del universo: coordinación fina, inteligencia, estrategia, ritmo. El fútbol es cool. Cuando un jugador tiene la pelota lo podés disfrutar como un helado. Me gusta ver jugar a los hombres, y no me gusta cuando las mujeres pierden feminidad jugando. Pero esto no quiere decir que todas las que juegan dejen de ser femeninas. Sé que es así, porque yo toco la guitarra -.un lugar habitualmente ocupado por hombres– y sin embargo mantengo mi feminidad intacta. Por eso pienso que está buenísimo que las chicas hayan dejado de ser espectadoras y pasen a hacer buen fútbol, de corazón. Me encanta que las mujeres dejemos de ser espectadoras de los hombres en todos los ámbitos. En Londres flasheé cuando me pasó por al lado una chica súper producida que era recolectora de basura. Cuando una mujer bien parada irrumpe en un medio que era de los hombres nos sorprendemos. Es horrible que todos, hombres y mujeres, supongamos que una mujer hace todo mal. En mi disco nuevo compuse una canción que se llama “Tengo pelotas” y habla exactamente de esto. Ojalá que podamos cambiar esa mentalidad y ¡viva el fútbol femenino!

 

Tres intentos

Alina Gandini Acida

Mi experiencia con el fútbol es semi nula. Hice mínimos intentos de que me interese, todos ellos terminaron en fracaso. A saber...
Intento 1, jugar: En la primaria jugué algunas veces con mis compañeritos, creo que lo que yo hacía era correr sin sentido esperando que el tiempo pase y el partido termine, un desastre.
Intento 2, la cancha: Fui a la cancha una sola vez, a ver Velez-Ferro en el Fortín con Tweety González, Emmanuel Kuryaki –los dos de Vélez a muerte– y una novia rarísima que tenía Ema. Más que a ver el fútbol en sí mismo fui a ver la hinchada y toda esa emoción incomprensible para mí. El partido fue un fracaso, salió 0 a 0 y fue aburrido. Así que nada de emoción futbolera, ni nada de nada.
Intento 3, la tele: Sólo miro las finales de los mundiales, si está Argentina y si está Maradona, o sea, hace años que no las veo... Siguen los fracasos.
Lo mejor del fútbol es Chilarock.

Lo más

Celeste Carballo

Jugábamos a la pelota con mi sobrino Lito. Tenía siete años. Era muy divertido: patear, atajar, tirarle de la camiseta, caerse y llenarse de tierra, hacer un gol... mi sobrina Claudia siempre terminaba llorando por algún pelotazo... Después pasaron muchos años sin jugar a la pelota, muchísimos, como más de treinta. Hasta que fui a Atlanta (EE.UU.) en el ‘96 a trabajar en la música de una película y allá, en Piedmont Park, todas las tardes llegaban de una escuela de fútbol para niñas. ¡No te puedo explicar cómo jugaban! Me hicieron acordar... y volví a patear con la zurda y me rompí la rodilla. Igual, es lo más divertido del mundo.

Hice goles

María Fernanda Aldana

No soy muy futbolera. Me gusta ver los mundiales, pero no tengo experiencia en el tema. Jugué un par de veces nada más. Una vez, un día de la primavera en el campito de Finki con amigos y amigas, y metí varios goles. La otra vez fue en Puerto Madryn, durante una gira nacional junto a Attaque 77. Era la única chica del partido. Hicimos equipos mezclados entre integrantes de EOY y de Attaque. Y me divertí mucho, pero me gustan más la natación y la danza.