Alvarado, de Mar del Plata, le ganaba 1 a 0 como local a San Jorge, de Tucumán, en la noche del domingo la segunda final del reducido del torneo Federal A, pero el partido fue suspendido a los 4 minutos del segundo tiempo porque los jugadores visitantes manifestaron su disconformidad con decisiones del árbitro Adrián Franklin a través de una "sentada" , una manera de protestar que tiene su historia en el fútbol argentino.

Un 24 de noviembre de 1963 lo hicieron los jugadores de San Lorenzo frente a Independiente y, 30 años antes, fueron los de Gimnasia y Esgrima La Plata, curiosamente en un partido con el equipo de Boedo. El Ciclón y el Lobo protagonizaron las dos "sentadas" más famosas de la historia del fútbol argentino, al menos hasta lo ocurrido este fin de semana.

El campeonato de 1963 tuvo una definición bochornosa por un arbitraje de Manuel Velarde que dejó pegar más de la cuenta y que fue uno de los responsables de una goleada histórica. En este caso, los dos equipos protagonistas fueron Independiente, que si ganaba festejaba el título, y San Lorenzo, quienes se enfrentaron mano a mano en la última jornada. Los de Avellaneda goleaba 9 a 1 al Ciclón pero el partido terminó en escándalo.

San Lorenzo había comenzado ganando, con un tanto del Bambino Veira, pero con el correr de los minutos fue perdiendo jugadores por lesión: Veira, Roberto Telch y Raúl Páez. Ante la inacción del juez, el equipo visitante decidió no jugar y realizó una "sentada" en pleno campo, lo que provocó que Independiente goleara 9 a 1 con los tantos de Raúl Savoy en cuatro ocasiones, Raúl Bernao en dos, Jorge Vázquez y Mario Rodríguez en una. Finalmente, el noveno tanto fue de Néstor "Pipo" Rossi en contra de su valla desde la mitad de cancha, para cerrar un partido increíble que marcó el campeonato de Independiente y una gran vergüenza para el fútbol argentino. Esto ocurrió el 24 de noviembre de 1963.

Este episodio tenía un antecedente lejano pero no menos recordado por el impacto que produjo en el naciente fútbol profesional argentino, ya que el 8 de octubre de 1933 el equipo de Gimnasia, al que se lo bautizó "El Expreso" por su marcha incontenible en el campeonato, no pudo coronar, en gran medida, por culpa de dos arbitrajes polémicos bien puntuales, el de ese día justamente ante el futuro ganador del título, San Lorenzo.

El equipo dirigido por el húngaro Emérico Hirschl fue una verdadera sensación que marginaba a los "cinco grandes", pero las sospechas de que estos no le iban a permitir hacerse con el campeonato comenzaron a tomar forma a través de arbitrajes en su contra muy alevosos.

El 25 de septiembre Gimnasia visitó a Boca, uno de sus rivales, con 25 partidos jugados, y ese día el protagonista fue el árbitro Ángel De Dominicis, expulsado de la Liga Argentina tras ese encuentro. El Lobo ganaba 2 a 1, pero un penal inexistente y un tanto en una clara posición adelantada le dieron vuelta el partido.

Y dos fechas más tarde, el 24 de noviembre, llegó el segundo y más conocido de los dos fatídicos episodios. Gimnasia, igualado ya con Boca en la cima de la tabla, visitó Avenida La Plata para jugar ante San Lorenzo, el tercero en discordia, y allí el protagonista de una historia que trascendió el tiempo volvería a ser quien debía impartir justicia.

Ese día el juez fue un tal Alberto Rojo Miró, desconocido al día de hoy pero tapa de los diarios a la jornada siguiente, ya que con San Lorenzo en ventaja por 2 a 1 y Gimnasia buscando el empate, cada acción de la visita terminaba invalidada de manera sospechosa por un fallo "oportuno" del árbitro, que no medía con la misma vara las infracciones de unos y otros.

Cuando transcurrían 26 minutos de la segunda parte un centro enviado al área visitante fue contenido por el arquero Atilio Herrera sin que la pelota ingrese, pero el juez y un asistente vieron lo contrario. Allí, los jugadores "triperos" explotaron, Ricardo Martín quiso hacer justicia por mano propia, golpeó a Rojo Miró y se fue expulsado.

Esa expulsión terminó de exaltar los ánimos de los jugadores del conjunto platense, que pasaron de querer linchar al árbitro a resolver, de manera inédita, sentarse en el campo de juego y no levantarse más que para sacar del medio. Así, en cuestión de cinco minutos, el dueño de casa convirtió cuatro goles más (tres de Diego García y el restante de Gabriel Magán) y se impuso por un bochornoso 7 a 1. Finalmente el Ciclón fue el campeón.