Los periodistas y docentes universitarios Martín Latorraca y Juan Ignacio Orúe se propusieron a través de la biografía de Andrés Rivera El obrero de la literatura, que los lectores conozcan la obra y también la historia personal y política de quien es uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Cn una prosa ágil, precisa y directa, los autores lograron su cometido, con una biografía que los lectores de Rivera esperaban y que también puede inducir a nuevos abordajes de nuevos lectores.    

El texto está basado en entrevistas realizadas a Rivera, quien murió en diciembre de 2016; algunas hechas en Bella Vista, Córdoba, donde residía  y otras en Buenos Aires. También la semblanza se basa en diarios, revistas, reportajes y libros que estudiaron la obra del autor, destacándose Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia; El cuento argentino, de Eduardo Romano, entre otros textos.     

El paratexto de esta biografía está compuesto por capítulos, en algunos casos iniciados con breves fragmentos de los libros de Rivera, como El amigo de Baudelaire, “Puertas”, que lleva por título el nombre de Marcos Ribak, verdadero nombre del autor; Punto final, 2006, cuyo título es Pablo Fontán, seudónimo periodístico del escritor. Otros capítulos se titulan con el nombre de personajes históricos como Castelli, magistralmente recreado por Rivera en La Revolución es un sueño eterno, por la que le otorgaron el Premio Nacional de Literatura en 1992, y Juan Manuel de Rosas, El Farmer, 1996.  

Los biógrafos subrayan que desde la publicación de El precio en 1957 hasta Kadish de 2011, Rivera recrea las expresiones de poder de la clase dominante en la Argentina, las luchas obreras, la izquierda revolucionaria y también utiliza referentes autobiográficos de su historia familiar. Jorge Ribak, hijo de Rivera, como así también escritores y amigos, destacan la ética y la coherencia entre la ideología marxista y el estilo de vida del autor. “Te compré un jean”, le dijo Jorge. “Para qué, si tengo uno y me alcanza”, le respondió Rivera. Al respecto, define muy bien su personalidad el actor Pompeyo Audivert, en la entrevista que los biógrafos le hicieron. “Rivera analiza el proceso histórico de una manera marxista, no concede nada, no negocia nada, no transa”.  

Andrés Rivera pertenece a esa generación de escritores –Latorraca y Orúe citan a Antonio Di Benedetto, Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, entre otros, como miembros de ese segmento– comprometidos con la realidad social, que en muchos casos sufrieron la prohibición, el exilio y otros están desaparecidos por la dictadura cívico militar. Rivera militó en el Partido Comunista, del que fue expulsado en 1964, después integró Vanguardia Comunista, agrupación ligada al maoísmo. También tuvo militancia sindical en el tiempo que fue obrero textil. Son ilustrativos los párrafos que dan cuenta del estilo único de Rivera, quien reconoce la influencia decisiva de Faulkner, después Hemingway y fuertemente las lecturas de Borges. “La oración corta, escueta, afilada, al hueso y la austeridad en la prosa, lo emparentan al autor de El viejo y el mar”, señalan.  

Este libro abarca también notas periodísticas de Rivera, quien trabajó entre otros medios gráficos, en el semanario clandestino Nuestra Palabra, La Hora, El Popular y desde 1974 a 1981, en  El Cronista Comercial. La selección de textos comprende  diversos temas, personalidades y escritores como Juan Carlos Onetti, a quien Rivera consideraba junto a Roberto Arlt y Borges, irrepetibles, en el sentido que no tenían herederos. También recogen un artículo sobre el libro de Osvaldo Bayer, titulado Los anarquistas expropiadores, Simón Radawitzky y otros ensayos. Rivera no es complaciente, y sin que implique un desmedro del valor documental, dice que el texto de Bayer no da cuenta de las causas que llevaron a la extinción del anarquismo. También se recoge aquí la polémica entre el historiador Norberto Galasso y Andrés Rivera, acerca de la asimilación del peronismo a una izquierda Nacional en contraposición a una izquierda Revolucionaria. En una biografía relativamente breve, bien documentada y entrelazando testimonios directos, los auortes lograron una semblanza completa, literaria y política, de un escritor que pàsó por diferentes etapas y dejó una obra narrativa realista, histórica y siempre abierta al debate.