Si el viernes pasado fueron los Beatles, ahora el turno es para el quinto de ellos. Mañana, a las 20.30, en la explanada entre los galpones 11 y 13 del Parque Nacional a la Bandera, El Cairo Cine Público organiza, con entrada libre y gratuita, la proyección de Existir sin vos. Una noche con Charly García, de Alejandro Chomski.

Existir sin vos no tuvo distribución comercial en Rosario, de manera tal que la función será un acontecimiento, además de agregar un peldaño al recorrido in crescendo de la película. Su director, Alejandro Chomski -‑el mismo de Dormir al sol, sobre la novela de Bioy Casares, y de la reciente Maldito seas, Waterfall-‑ volvió sobre un material rodado hace más de veinte años para darle forma compositiva, de noche de música y trabajo, con Charly García en combustión plena, detrás de una canción que está por aparecer mientras la persigue, persigue, y persigue.

"Es cierto que me animé a entrar en lugares donde nadie lo hizo, al engranaje creativo de Charly. No hay películas poéticas sobre grandes músicos argentinos como sí las hay sobre Patti Smith, Leonard Cohen, George Harrison o Bob Dylan, de cuya película -‑Dont Look Back (D.A. Pennebaker, 1967)‑- Charly es fanático. No ha habido películas que busquen una lírica o poesía sobre músicos como Charly. Lo que busqué fue tratar de armar eso, justamente, algún tipo de búsqueda poética sobre qué es hacer una canción, cómo se hace, cómo es el engranaje musical de practicarla, de grabarla. Sobre todo en esos años, ya que los sistemas de grabación eran analógicos, con una cinta interminable que grababa y daba vueltas y vueltas. En este caso, el cassette con el que termina la película, cuando Charly dice '¡borren a Madonna, borren a The Police, y pongan lo que grabaron!', ese cassette tengo la impresión de que se perdió, de manera tal que lo único que queda de esa canción inédita, que es 'Existir sin vos', es esta película", cuenta Chomski a Rosario/12.

El registro descansa en una suerte de desprolijidad premeditada: una cámara predispuesta a capturar lo que suceda, con el equilibrio puesto en un pulso que aguante lo que la noche y Charly dispongan, así como también le sucede a los mismos músicos. El escenario es el estudio de las calles Fitz Roy y Córdoba, a lo largo de una noche de 1994, en compañía de María Gabriela Epumer, el Zorrito Von Quintiero, Fernando Samalea y Alejandro Medina, con sesiones detenidas en el devenir de un sonido que está por allí, dando vueltas y hay que capturar.

"Charly estaba concentrado en esa zapada, en esa melodía, en esa armonía; la canción, como él dice, es esa mezcla de melodía, armonía y ritmo, y él estaba buscando esa combinación tan difícil de lograr, y en esa zapada estaba encontrando eso, algo que lo escuchás y se te va pegando: 'pero no puedo, no debo, no quiero' (NdR: Chomski repite la letra variable del estribillo). Él siempre está buscando lo que se llama -‑también en el cine-‑ el elemento de repetición, algo que te conecte con algo que ya escuchaste, sentiste o viviste. Charly es un gran maestro a la hora de encontrar esos momentos, por eso ves la película y te quedás tarareando la melodía. Pero no te queda claro si 'vos' es con 'zeta' o con 'ese', ¿viste?".

‑ Charly te dio acceso a su intimidad, pero es también alguien muy consciente de las cámaras. ¿Cómo fue el trato que tuviste?

‑ Creo que el gran regalo que me hizo fue la invisibilidad, nunca me hizo sentir que estaba con una cámara. Al ver la película pasa eso. Parece que se trata de una mosca que captura imágenes mientras vuela. Los otros músicos también lo hicieron. Eso es lo que convierte al documental en un verdadero documental. Es el regalo más grande que me dio, y fue algo muy valioso porque no es normal que a uno lo traten así.

‑ Al ver a Charly dirigirse a la pileta con una bicicleta, uno no puede creer lo que sucede, es un momento tenso, y vos lo registrás ahí, sin montaje.

‑ Pensé que en esa caída el manubrio le iba a dar en la cara, iba a salir sangrando, y terminábamos todos llevándolo al hospital. Pero salió de la pileta, tuvo la quena que quería y al microfonista grabando. Salió indemne. Charly tiene una relación especial con el agua, lo calma, le devuelve paz, le da serenidad. Todo lo que él consumía para poder crear no podía bajar si no era con el agua, que le devuelve esa capacidad poética que va perdiendo a medida que pasa la noche. En un punto, él es un ser acuático. Se refugia en el agua. En el fondo, lo que está buscando es paz.

‑ Mientras editabas la película, ¿cómo recordabas ese momento?

‑ Pensá que tenía 23 años y que él tenía la edad que tengo yo ahora. Desde los 12 años, cuando en séptimo grado un amigo vino corriendo y me dijo '¡salió Bicicleta, de Serú Girán!, Charly atravesó todas las etapas de mi infancia, juventud y adultez. Encontrarme con él fue encontrarme con el pasado, presente y toda la historia de mi vida emocional. Es imposible ser impermeable frente a ese fenómeno de encontrarte con Charly García. Yo tuve la suerte de hacerlo en un momento donde estaba híper creativo, lúcido, pre Say No More. No quiero hacer ninguna evaluación -‑de hecho, escuché temas del nuevo disco, y son lindísimos‑-, pero en ese momento lo agarré siendo el Charly que todos queremos que siga siendo.