“Me parece muy gracioso que algunos amigos me llaman y me dicen ‘me encantó el disco, pero la auténtica Claudia Levy es tal’, y otra me llama y me dice ‘la verdadera es...’, ¡y yo soy muchas Claudias!”, ríe la cantante que este sábado a las 21 presentará Marea verde, su cuarto disco, en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772). Desde luego, una de esas “Claudias” habla de feminismo, pero según señala la artista, las otras pueden hablar “del amor, del río o de un pibe que mataron por la espalda en el sur”. Y aunque el título lo sugiera, lo cierto es que no necesariamente es un disco enteramente feminista. Levy se permite espacio para todos sus intereses.

Por ejemplo, en Marea verde Levy profundiza su búsqueda de otros ritmos, más allá del tango que la identifica. “Ya vengo abriéndome un poco del tango desde el disco anterior, donde hice canciones mías con aires más folklóricos, por eso el título de ese era Soltar amarras”, cuenta. Esas amarras, explica, no son portuarias, sino que referencian al remo que practica en el delta del Tigre cada fin de semana. “Para mí soltar amarras es cuando levanto los remos de la canoa y me acuesto, me dejo a la deriva”, profundiza. “Es una sensación hermosa”.

El paisaje fluvial no sólo alteró sus rutinas, también le “cambió la música”. En Marea verde Levy percibe un espíritu más rockero en el que se cuelan nuevos aires folklóricos y una cumbia (una cumbia “light, de Palermo Hollywood”, dice y ríe). La dualidad Tigre-Buenos Aires es una constante en el relato de la cantante y compositora. “No sólo remo, me alquilo una casita allá y paso mucho tiempo, incluso tengo un teclado y trabajo ahí, en verano trato de estar todo lo posible, y ese contacto con la naturaleza me mostró una nueva poética que no es la tanguera porque para mí el tango es la música de la urbe”, reflexiona.

“Capaz otro puede sin problemas, pero yo me vinculé al tango desde lo más dramático o desde el humor –cuenta–, porque soy muy irónica y mi humor es muy ácido, pero viene de situaciones dramáticas que doy vuelta hasta poder reírme, pero no me sale el camino del medio y no puedo hablar de la belleza de la naturaleza o la ternura del amor con tango”.

Marea verde, continúa Levy, es fruto de haber sigo elegida para el Mecenazgo porteño. “Es un montón de plata sólo para hacer el disco y cuando tenés un montón de dinero así, que no podés gastar en otra cosa, hacés cosas que habitualmente no te podés permitir”, confiesa. Así, por ejemplo, apareció un buen estudio, mucho tiempo de producción (dos años), buena fotografía y, sobre todo, un productor y arreglador para los temas. Mariano Agustín Fernández fue el elegido para la tarea. “No fue fácil -reconoce la cantante-, no estaba acostumbrada a que alguien agarrara mis temas y los llevara a lugares distintos e inesperados”. En el balance, considera que Fernández llevó su música “a lugares que no la hubiera llevado sola y que los temas crecieron, se fortalecieron”.

“Tenía mucho miedo de perder mi esencia tanguera o de a quién le iba a gustar, si la gente que me sigue es tanguera, tuve que romper con ese miedo, con permitirme ser la que soy ahora y confiar en que a alguien le va a gustar”, confiesa. El cambio fue revelador y le abrió la puerta de muchas orejas que hasta el momento no se habían acercado a ella justamente por estar etiquetada como tanguera. “Hay mucho prejuicio y mucha gente que no conoce que hay un nuevo movimiento tanguero, que le decís ‘tango’ e inmediatamente dicen que no le gusta y cierra el diálogo”, observa. “Hay un montón de gente que no hubiera ido a un recital mío porque soy tanguera, pero la estética del disco es otra, el título también y eso me abrió un público nuevo”, celebra. Curiosamente, buena parte de ese público no tanguero elije como su tema favorito del disco “El chorro de la esquina”... un tango.

 

El otro “gancho” evidente que tiene el disco es el tema que le da nombre, una canción “chacarerosa” que, revela la autora, no iba a integrar el disco por el sencillo motivo de que no estaba compuesto aún. “Soy feminista hace más de veinte años, he ido a los Encuentros de Mujeres con mi hija, hice un tango sobre una mujer golpeada, pero necesitaba hacerle una canción a lo que me pasa cuando voy a estas marchas, las del #NiUnaMenos o las del aborto”, cuenta. “Primero la emoción de ver cómo las banderas que yo tenía hace tantos años ahora las llevan las jóvenes, creo que las feministas de antes, a falta de modelos femeninos, éramos más como varones luchando; las pibas de ahora se permiten todo y están hermosas: es una energía distinta y eso me da una emoción renovada, que sea tan grande el movimiento y haya prendido tanto en los últimos cinco o seis años”. El resultado de esa emoción es una canción “chacarerosa y con la polenta que siento cuando bajo del subte y ya empiezo a llorar ahí”.