Ariana Harwicz entró en el universo literario con una novela que era una daga al corazón edulcorado de la maternidad deseada. No había sido violada ni aparentemente violentada la protagonista de Matate, amor, única voz en sus 160 páginas de bosque y llamaradas. Sin embargo, la vivencia de ahogo y descontrol, de deseo ardiente por una sexualidad que la sacara del binomio marido-bebé era narrada con la potencia narrativa de alguien que viene a encabezar una pequeña revolución, porque de allí en más se habilitó el discurso sobre madres disidentes en la literatura joven, que puede resumir su silueta en esa pequeña descarga contra sí misma: “Lee idiota, leéte una línea de corrido”. Su primera novela, que se narra entre lupinos, ortigas y la mirada brutal de un ciervo, fue publicada en Paradiso en 2012 y al mismo tiempo en la editorial española Lengua de trapo. Harwicz, nadida en Buenos Aires en 1977, ya vivía hacía varios años –desde 2007– en un pequeño caserío a 200 kilómetros de París. Estudió literatura y arte en La Sorbonne y después, como ella cuenta, quedó varada en esos pueblos “muy franceses” donde todos son agrícolas o vitivinícolas. Saint Satur, donde vive actualmente y de donde se puede extraer la flora y la fauna de sus novelas, no llega a ser un pueblo, sino un conjunto de casas medievales donde Harwicz dio a luz a su primer hijo y diseñó una vida “entregada a la literatura”. El año pasado, Matate, amor llegó al teatro de la mano de Marilú Marini y Erica Rivas, gira por el mundo desde 2017 con un grupo de teatro israelí y va a volver a la cartelera porteña en pocos meses. Algo de la formación en arte dramático de Harwicz hacen de sus novelas piezas teatrales: La débil mental se reestrena a fin de julio en el Centro Cultural Rojas (con Paula Herrera Nóbile y Fiamma Carranza) y Precoz está en proceso de ensayo con Lorena Vega y Valeria Lois a la cabeza. Sus libros están traducidos al croata, al turco, al rumano, al hebreo, al inglés, al italiano, al alemán, al francés, al árabe... La débil  mental (2014) y al año siguiente Precoz cerró una trilogía (publicada por Mardulce) sobre madres e hijos enloquecidos, desencajados, en el borde de un territorio que podría ser Europa del Este, la misma Francia profunda o Córdoba. 

Todos los personajes de Harwicz son extranjeros y son marginales y están en una relación conflictiva con la ley. Todos ponen en discusión el sentido del deber, del bien y del mal y de cuanto viene con nosotros o es meramente implantado que está mal matar, violar o avanzar sobre el cuerpo de los hijos. Degenerado viene a romper con la juventud de sus personajes femeninos y, como dice la autora, a transparentar cierto estado de persecución permanente a la vez que se instiga al crimen. Degenerado es una voz masculina y al borde de la muerte, forma parte de la manada de hombres que tienen miedo pero a la vez no tiene nada que perder. Si este degenerado viene a hablarnos desde el futuro, o del lado de los victimarios, la mala noticia es que el miedo cambió de bando pero no cesó su crueldad.