De no haber visto las finales de Copa América de 2015 y 2016 entre Argentina y Chile, cualquiera de los presentes este sábado en el Arena Corinthians hubiese creído que ambas se definieron en favor de Lionel Messi y compañía. Que la Selección, ahora dirgida por Lionel Scaloni tras el exitoso paso del Tata Martino, había ninguneado el partido por el tercer puesto, picanteando la previa. Y que, lógicamente, a los trasandinos no les quedaba más remedio que salir a la cancha a tomarse revancha de todo este contexto, por las buenas o las malas. Pero lo único verdadero de todo esto fue lo último.

Inexplicablemente, Chile, el vigente bicampeón del certamen, salió en San Pablo a llevarse por delante a la Argentina, aunque de manera literal: con juego brusco, a los topetazos e, inconcientemente, dándole un valor extra al partido que -la mayoría de las veces- nadie quiere jugar. Grosero error. Porque, esta vez, la Selección disputó un gran encuentro. Por lo menos, hasta que dejó de intentarlo y se tiró atrás.


Antes de la primera media hora de juego, Argentina ya se había puesto 2-0 arriba con dos grandes tantos de Sergio Agüero y Paulo Dybala, precedidos por dos también grandes asistencias de Lionel Messi y Giovani Lo Celso, respectivamente. A los 12, el capitán durmió a todos (hasta al árbitro, porque la pelota estaba en movimiento) con un saque rápido de tiro libre y dejó solo al Kun, que superó en velocidad al arquero y puso el 1-0. Unos minutos después, a los 21, Lo Celso habilitó de gran manera a Dybala, quien controló largo pero aprovechó una lenta salida de Arias y definió como en sus mejores etapas en el Calcio de Italia.


Mientras tanto, Chile deambulaba en el laberinto de las infracciones sin encontrar la salida, aunque tampoco es que la buscaba demasiado (para colmo, Alexis Sánchez salió lesionado a los 15). Sin embargo, antes del cierre de la primera etapa, el equipo de Reinaldo Rueda obtuvo su premio, o como quiera llamárselo. A los 36, en una pelota que se iba por el fondo, Gary Medel se encontró finalmente con Messi, a quien había buscado en reiteradas ocasiones durante el primer tiempo. Pecheo fue, pecheo vino y los dos terminaron expulsados.

En rigor, fueron cuatro los topetazos de Medel y uno (o casi medio) del rosarino. La pena pareció excesiva para el capitán argentino, quien se bancó los embates del chileno (hasta un intento de cabezazo) sin chistar, dejando en evidencia al defensor fuera de quicio. Aún así, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar no dudó en sacarle tarjeta roja a ambos, dando nuevamente lugar a la polémica por la no utilización del VAR.


La Roja -justamente- tenía lo que quería: cargarse a uno de los rivales y nada menos que a Messi; pero en el transcurso a la meta, ya había entregado el partido. En el complemento, Argentina mantuvo la intención de buscar el arco rival y se acercó en un par de ocasiones, aunque sin fortuna. El que tendría la mejor oportunidad sería Chile, gracias al VAR. El árbitro recurrió a la pantalla para revisar una infracción de Lo Celso a Aránguiz sobre la línea del área y cobró la pena máxima: Vidal ejecutó con potencia al medio y descontó.

De ahí en más, la Selección optó por un planteo más recatado, casi flagelante, y dejó llegar a los chilenos hacia el arco de Armani, quien tuvo un par de buenas intervenciones. Mientras tanto, Scaloni metía mano en el banco para realizar algunos de sus clásicos cambios: Di María por Dybala (quien dejó varios insultos en el camino hacia los asientos), Suárez por Agüero y, sobre el final, Funes Mori por Lo Celso.


Argentina se jugaba a liquidar la historia de contragolpe y sufrir en defensa los últimos minutos. Aunque ese sería un pesar sólo justificable por la poca distancia en el marcador ya que, en la práctica, Chile no tuvo ideas para lastimar a la Selección, más allá de las infracciones. Así, el tercer puesto fue para Argentina, que se fue de la Copa América con un triunfo y, aunque no es suficiente consuelo, hace rato no sucedía.