“El gran cineasta americano al que casi nadie conocía ha dado el salto a la popularidad”, titulaba bombásticamente hace unas semanas un periódico a propósito de Kenneth Lonergan, autor de apenas tres largometrajes como realizador, aunque con una extensa trayectoria como dramaturgo (tal vez, su principal métier) y un puñado de guiones cinematográficos en su haber, además de actor circunstancial tanto en el cine como en el teatro. Nacido en El Bronx en 1962, hijo de padre de sangre irlandesa y madre judía (uno de los personajes de Margaret defenderá cierta postura ideológica a partir de esa misma condición), su carrera como autor de piezas teatrales comienza de manera algo tardía, a mediados de los años 90, aunque a partir de ese momento el ritmo de producción no se detendrá. Fue precisamente sobre las tablas donde comenzó a colaborar con actores como Matthew Broderick o su esposa J. Smith-Cameron, universo el del teatro que tocaría de manera tangencial en su segundo largometraje, donde Smith-Cameron interpreta a una actriz separada de su marido (encarnado por el propio Lonergan). Su primer contacto profesional con el cine llegaría en 1999, como autor del guión –junto a Peter Tolan y Harold Ramis– de la muy exitosa comedia Analízame. Pocos meses después del estreno del film con Robert De Niro y Billy Crystal comenzaba la producción de su primer largometraje, Puedes contar conmigo, que en la Argentina no tuvo estreno comercial y fue lanzada tardíamente en formato hogareño. 

No debería desdeñarse ninguna ocasión de volver a ver o de acercarse por primera vez a esa película: Laura Linney y Mark Ruffalo interpretan a dos hermanos reunidos luego de un largo tiempo sin verse y aportan una energía y un brío imbatible en un relato que ya muestra todas las marcas temáticas y de estilo del realizador. De hecho, Puedes contar conmigo comparte más de una línea narrativa con Manchester junto al mar: aquí también un hombre regresa a su pueblo natal –aunque no esté de duelo, apenas si necesita algo de dinero para sobrevivir– y entabla una relación nada sencilla con su sobrino. También existe una situación traumática y trágica, aunque pertenezca al más estricto pasado de los personajes: la primera escena del film le corresponde el accidente automovilístico en el cual los padres de los protagonistas fallecen, cuando estos eran muy pequeños. Matthew Broderick interpreta al nuevo e insoportable jefe de Linney, con quien entabla una relación amorosa “ilegal”, y el propio Lonergan aparece en un par de escenas como el párroco del pequeño pueblo. Si bien esta ópera prima, celebrada secretamente durante su estreno en el Festival de Sundance hace ya diecisiete años, posee elementos suficientes como para ser considerada un drama en todo derecho, resulta notable el uso del humor en prácticamente la mitad de las escenas, elemento que nunca desaparecerá del todo en el cine del realizador, aunque el tono trágico tenderá a empujarlo a un segundo plano.

Laura Linney y Mark Ruffalo en Puedes contar conmigo, de 2000.

Luego de escribir, en colaboración, el guión de Pandillas de Nueva York, de Martin Scorsese, Lonergan encararía su siguiente producción cinematográfica, que le llevaría varios años de rodaje, sufriría una serie de complicaciones de tipo financiero y tendría finalmente un lanzamiento limitado. Ello no impidió, sin embargo, que el film fuera uno de los favoritos de la crítica internacional luego de su estreno. A comienzos de 2011, seis años después del primer grito de “acción” en 2005, Margaret fue recibida con los brazos abiertos por festivales de cine de todo el mundo, donde obtuvo una gran cantidad de premios. El prestigioso crítico de cine Jonathan Rosenbaum llegó a decir que la película “captura perfectamente el zeitgeist de Manhattan” luego del ataque a las torres gemelas. Por cierto, no es esa la historia de la película, aunque el desastre del 11S está presente en algunos diálogos y en la sensación de angustia casi constante de algunos personajes. La protagonista es Lisa (notable actuación de la canadiense Anna Paquin), una adolescente que, sin intención alguna, termina generando un accidente en la vía pública en el cual pierde la vida una mujer. El sentimiento de culpa moverá al personaje a lo largo de 150 magníficos minutos (o 178, en el caso de la versión extendida, ambas bendecidas por el realizador), aunque la enorme cantidad de personajes y tramas secundarias del film hacen imposible intentar una sinopsis en pocas líneas. Baste decir que Margaret es la obra maestra en la breve filmografía de Lonergan, un film de una gran densidad y profundidad que, sin embargo, nunca cae en la solemnidad. Es, por otro lado, una película que sigue indirectamente ciertas lecciones del cine de John Cassavetes, tanto en su manera de dirigir a los actores como en la independencia con la cual administra la duración de las escenas y su ilación en el montaje. Si en Puedes contar conmigo se escuchaban varios pasajes de composiciones clásicas, en Margaret la ópera pasa a ocupar un lugar esencial en la trama, luego de que el personaje de J. Smith-Cameron comienza un romance con un hombre viudo amante del universo lírico (interpretado por Jean Reno, en un rol absolutamente atípico). Es precisamente en ese espacio, la Metropolitan Opera House de Nueva York, donde transcurre la última escena del film, catarsis física de tanto dolor psicológico/espiritual: el incontrolable llanto de Lisa, sin embargo, no tiene una única razón ni define el principio de una posible sanación a futuro. Como en Manchester junto al mar, y a pesar de la diferencia de edad entre sus protagonistas (una chica de diecisiete años, un hombre de más de treinta), no hay aquí recetas mágicas ni soluciones que ayuden a vivir la vida de una mejor manera. Apenas un abismo de angustia y pena que las alegrías de la vida cotidiana logran subsanar en parte. Tanto el futuro de Lisa como el de Lee –también el de los hermanos de Puedes contar conmigo– es dolorosa y humanamente incierto.

Anna Paquin en Margaret, de 2005