“A un año de la victoria en el Congreso”, dice el inicio del video anti derechos con música de rock y estética simil feminista. “Por el derecho a vivir nos volvemos a reunir”, convocan. “Por un gobierno que respete la vida”, lobbean. No copian, como si no fueran migrantes ideológicos sino criollos que salieron de los libros de la infancia con bebes santos y estética gauchita como las mujeres sumisas y fértiles y los varones domadores de rebeldías pasajeras y sementales de cuerpos a los que latigar para que no relinchen como yeguas.

“Por un congreso celeste, sin aborto clandestino ni aborto legal nos manifestamos antes de las elecciones”, remarca la convocatoria que busca reafirmar el lugar de los antiderechos para que no haya aborto legal (por lo tanto sí aborto clandestino, pero cuando lo niegan no escapan a la realidad sino que buscan profundizar la persecución a las mujeres y cuerpos gestantes que abortan y a lxs médicos y organizaciones que acompañan a quienes interrumpen el embarazo), influir electoralmente, demonizar el aborto como tema de campaña (para que los políticos y las políticas teman al mito del tabú espanta votos) y marcar la cancha de la puja entre el feminismo y el neo fascismo. Por eso, convocan a una manifestación para el 8 de agosto, en el Congreso de la Nación y en las ciudades más importantes, según definen.

Y en donde ponen, no casualmente, además del Congreso de la Nación en la Ciudad de Buenos Aires, a la Ciudad de Santa Fe. Ahí es donde el comando Amalia Granata logró 284.755 votos y lo que no había conseguido el evangelismo organizado para derrotar (sin victoria) al matrimonio igualitario con los pañuelos naranjas. No era el naranja, era el celeste. Y era contra el derecho de las mujeres a gozar sin parir y a parir una forma de goce sin sombras, sin miedo, sin cárcel, sin rebaja de ciudadanía clandestina para gemir sin miedo.

Los anti derechos basan su discurso en falacias. “No, no está bien, está mal”, refuto el científico Alberto Kornblihtt, el 17 de julio del 2018, en el Senado de la Nación a la Senadora Silvia Elías de Pérez. La frase que se convirtió en meme muestra algo más que lo que retumba después de la historia, muestra que hay cosas que no están bien, está mal y que a veces las ideas no son un bamboleo de opiniones sino líneas divisorias. Y también que entre el debate en la Cámara de Diputados y el de Senadores estuvo la diferencia entre disentir y mentir, votar y lobbear, una democracia participativa y una democracia elitista, cerrada a las masas y a los ojos, a las jóvenes y a las Madres de Plaza de Mayo y abierta a las presiones eclesiásticas, vaticanas e institucionales. Pero en algo tienen razón. El 8 de agosto los sectores anti derechos tuvieron una victoria. Y supieron aprovecharla.

Por eso ahora llaman al 8 de agosto Día Internacional de Acción por las 2 vidas. En eso también tienen razón. El proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo no se frenó en el Senado de la Nación para frenar una ley argentina, sino para impedir el efecto que el feminismo argentino ya había logrado, a partir del 3 de junio del 2015 y del fogoneó a los paros internacionales de mujeres el 8 de marzo del 2017 y del 2018: viralizar de pañuelos verdes y violeta, de la vital sensación de victoria a las mujeres de regiones apuñaladas por las derechas, el machismo, las amenazas, la represión, las policías, parapolicías, militares y paramilitares y darles fuerzas.

Si el aborto legal se aprobaba en la Argentina el domino latinoamericano ya estaba jugando las fichas en un tablero en donde la primera carta era la luz verde. Argentina tiene posibilidades de movilización y audiencia en redes sociales mucho más altas que otros países latinoamericanos por condiciones de violencia y ahogo mayores a los que conocemos en el sur del mapa. Pero ahogando el aborto legal en Argentina también la balsa latina se quedaba en mitad del río. Y en esas aguas estamos.

Los sectores anti derechos lo saben y juegan en un tablero grande, donde cada cual aporta su ficha: los que fustigan en redes, los que presionan en los pueblos, los que ponen dinero, las que van a los medios y no tienen despacho en escupir serpentinas mediáticas de lenguas afiladas en el barro, los que ponen amparos y trabas ante cada ley para repartir anticonceptivos o ampliar la educación sexual, los que ponen reparos en cada reunión de padres por enseñar que el cuerpo es propio, los que hacen echar a una directora que dice chiques, los que escriben libros y hacen videos y las que se llaman o expropian la palabra feminista para copiar el molde libertario y llamarse rebeldes de última generación y pro- vida.

En ese ajedrez los anti derechos se unen como un ejército –porque creen en la noción de verticalismo, endiosamiento, organización, unidad y reparto de tareas y desestiman los cuestionamientos y funcionamientos democráticos- y los feminismos y disidencias sexuales desaprovechan la conquista de la despenalización social del aborto, la horizontalidad, la autonomía y la masividad en una guerra de crueldades y enfrentamientos internos en donde se disputa con la que está al lado, o más cerca, y no en quienes está más lejos y realmente enfrentados.

Los derechos se disputan según la coyuntura y después del 8 de agosto, es cierto, el escenario es otro. Ante la reivindicación de un movimiento anti derechos que salió fortalecido, organizado y con un clivaje de reloj para combatir o copiar cada demanda por el aborto legal, seguro y gratuito y cualquier otro derecho (no por nada se ensañan en su video contra una de las denunciantes de uno de los casos más emblemáticos de abuso sexual en Argentina, Thelma Fardín, de la que ponen su imagen demonizada y en verde) hay que fortalecer los feminismos.

Los anti derechos aprendieron y hacen red. “Una gran red antiderechos de Estados Unidos llamada Heartbeat International, con 2700 centros afiliados en más de 60 países, incluida la Argentina, alecciona a sus socios para atraer a sus webs a mujeres que buscan información para abortar con mensajes engañosos para después persuadirlas de que no interrumpan un embarazo. Y al mismo tiempo apunta a conseguir información personal de ellas para conocer sus perfiles, para segmentarlas y mejorar las estrategias publicitarias para alcanzarlas y así poder manipularlas en sus decisiones. Por esa razón, está promoviendo que sus socios locales –en Argentina son 32— les permitan acceder a sus bases de datos y usar esa big data para fortalecer su cruzada antiderechos en el mundo”, reveló la periodista Mariana Carbajal en Página/12.

 

El desafío no es solo decir que la convocatoria de los anti derechos está mal, sino aprender de las errores y rearmar una estrategia fortalecida, unida y sin fisuras para que más mujeres, lesbianas y trans puedan estar bien. Estar bien, no mal.