Una vez que Mariano Castro ofrece su versión sobre el título de uno de los temas del nuevo álbum de Mi Amigo Invencible, Dutsiland, el otro vocalista del septeto, Mariano Di Cesare, lo reta con un amor que sabe a cofradía. “Cada canción uno la puede interpretar de la manera que quiere, y eso lo hicimos para que los que se encuentren con Dutsiland imaginen lo que deseen”, advierte el también guitarrista. Si bien falta el violero Nicolás Voloschin, el resto de los integrantes del grupo se ubica en torno a una mesa del living de su búnker y sala de ensayo, a dos cuadras del Congreso de la Nación. La vista de su balcón es espectacular.

No obstante, dentro, en una pared, junto a los colmillos caricaturizados que ilustran su EP Ciencias naturales (2018), se puede leer en fraktur (la célebre tipografía gótica alemana) una cartulina que contiene un pasaje Farenheit 451. Lo de la novela de Ray Bradbury, que les tiraron desde el público en un recital en Buenos Aires, le recuerda al bajista Jopo Quatrini –el único “no mendocino” de la formación, ya que es de la bonaerense Junín– que la inauguración de la sala del grupo está por cumplir un año. Y es un dato clave pues ahí nació Dutsiland, que desde su aparición el pasado 5 de julio ya es uno de los mejores discos argentinos de 2019.

El proceso de este disco fue un punto de inflexión para la banda, en sintonía con el lanzamiento en marzo del vinilo El mismo sol, con sus dos EP más recientes, Ciencias naturales y Nuestra noche, con un show experimental inédito y un rémix. “Fue volver a la libertad musical”, afirma Castro. Y Di Cesare agrega: “El disco empieza el día en que Arturo (Martín, baterista) manda un mensaje, y nos dice: ‘Viejas, miren lo que encontré’. A la semana, estábamos trabajando acá”.

La refundación de Mi Amigo Invencible

Mientras que en la primera mitad de 2018 tres de los músicos de Mi Amigo Invencible estaban envueltos en viajes propios, los demás convirtieron la banda en un laboratorio sonoro. “Resolvimos una serie de cinco shows. Eso nos abrió la cabeza. Fumamos un montón de porro, a morir”, repasa Di Cesare. “De ahí nació lo experimental, y nos apropiamos mucho de esa palabra. Para salir a tocar había que hacerlo de esa manera y con una intención de improvisación. Cuando volvieron los chicos, nos dimos cuenta de que era el camino a seguir. Fue un paso más para que entendiéramos que teníamos que hacer algo mayor.”

Después de la salida de Nuestra noche (2017), coproducido por Shaman Herrera, y a manera de celebración de la primera década de la fundación de la banda, Mi Amigo Invencible anunció el fin de una etapa. Lo que terminó de confirmar, un año más tarde, Ciencias naturales , en el que se pusieron a las órdenes del músico y productor Leandro Lacerna. “La grabación con Shaman sirvió para darnos cuenta de que teníamos que hacerla en vivo y alejarnos de la ciudad”, explica el frontman. “Como primera experiencia, estaba buenísima. Pero no teníamos la preparación para llegar a grabar. Si esa experiencia no funcionó fue porque no teníamos un lugar propio para preparar las canciones, y nos fuimos al campo sin ensayar.” De ese intento quedaron las maquetas de Fósil y Todo pasará, incluidas en Dutsiland. “Si me preguntás por el proceso de Nuestra noche , el recuerdo es vago... no lo atravesé”, se sincera Castro. “Unimos palabras, teníamos que grabar.”

En medio de la crisis creativa que atravesó el septeto, Di Cesare (quien conduce el proyecto El Príncipe Idiota) se aferró a su rol de líder y pidió mayor compromiso a sus compañeros. “Fue una idea unánime, lo que pasa es que yo la saqué a la luz porque nadie lo estaba diciendo”, apunta el músico. “Queríamos cambiar pero se estableció una fórmula. Si bien hicimos un montón de discos en salas alquiladas, cada dos ensayos teníamos otro sonido. No pudimos afianzarnos con nuestros instrumentos y eso nos degastó”. Leonardo Guidño añade: “Funcionábamos por inercia. Habíamos entrado en crisis porque no teníamos tiempo para componer material nuevo”.

Ante la pregunta de si rondó el fantasma de la separación, Di Cesare desliza que obviamente sí. “Imaginate las noches sin dormir en las que pensé: ‘Ya está, me dedico a otra cosa: ni El Príncipe Idiota ni Mi Amigo Invencible’. No quería sufrir al sostener esas dos cosas. Yo quería tocar con mis amigos. Aunque necesitaba fortalecer el grupo humano. Al tener lugar propio, volvimos a sentir que éramos nosotros.”

Cómo se hizo Dutsiland

Después de comenzarlo a cocinar en noviembre pasado, Mi Amigo Invencible se mudó nueve días al Estudio El Attic, en General Rodríguez (a oeste del Gran Buenos Aires), junto al productor estadounidense Luke Temple, cantante del grupo de pop y folk Here We Go Magic. Fue la primera vez que la banda legó el control total de la hechura de uno de sus discos a un productor extranjero. “Una noche en mi casa, mientras escuchaba su música, abrí su Instagram. Le escribí que nos gustaba mucho su música y le pregunté si vendría a grabarnos. ‘Suena bien’, respondió. Fuimos a buscar un sonido y, como somos muchos, necesitábamos una guía, una mirada externa que me quitara el peso de líder para poder fluir más, para descontracturar y romper. Fue una cuestión de elección: teníamos cinco productores posibles, y entre ellos estaba Temple.”

Basta ya de idealizar / Lo que tengo es tan normal y especial, reza la letra de Dutsiland, que no sólo titula el nuevo álbum de Mi Amigo Invencible sino que también inauguró esta camada de canciones. “La contradicción es un concepto dentro de esto: toda la experiencia nueva, la novedad perpetua”, reflexiona Di Cesare. “Incluso flasheamos con llamar al disco ‘Algo nuevo todos los días’. Pero dejamos Dutsiland porque no tiene significado, así que siempre va a ser nuevo.”

Si bien la segunda mitad del repertorio vislumbra una encarnación fresca de la canción indie manufacturada por el grupo, la otra parte, con Desayuno continental como arquetipo, suena a reinvención, con las influencias post-rockeras a flor de piel. “Los productores suelen tener datas y recursos similares, pero Luke nos tiró dos o tres cosas que nos divertidas para jugar”, revela Castro. “Además, nos dijo que no iban a ir las mejores tomas sino las que tenían que quedar. La música que suena en el disco es la que nos gusta a nosotros.”

Los sintetizadores monofónicos le inyectaron una impronta todavía más orgánica al repertorio de Dutsiland, que suda groove. Y es que lo nuevo del grupo mendocino es en parte consecuencia, tan loable y atrevida como delirante, de la gimnasia de la comunicación. “Una de las cosas que nos jugó a favor fue el lenguaje”, asienta el baterista Arturo Martín. “A la hora de grabar, vos tirabas la toma y el chabón entraba al estudio, se te paraba en frente y te decía lo que te tenía que decir. Y nada más. Aparte, bien lento. El no sabía cuánto inglés hablábamos. Entonces no había chance de decirle que no. La barrera del idioma nos jugó a favor para aceitar el mecanismo musical desde el primer momento.”

Y con ese inglés a medio camino de todo, Di Cesare, Guidño y Quatrini se embarcaron hasta San Francisco para trabajar durante seis días la mezcla de sus lozanas nueve canciones con uno de los iconos de la vanguardia musical estadounidense: John McEntire, quien ya estuvo en Buenos Aires como baterista de la banda de post rock Tortoise, y que trabajo con discos de Stereolab, Yo La Tengo, Broken Social Scene, Teenage Fanclub y Spoon. “Era perfecto para desarrollar la suavidad que buscábamos. Fuimos a Estados Unidos como podríamos haber ido a la India, pero claro que hay una afinidad con la música de allá: para ellos el indie es su folklore, y nos atamos a esa seguridad”, reconoce Di Cesare, y de hecho el cruce con la cultura de la Costa Oeste de ese país derivó en Beverly G, inspirada musicalmente en el cine de los años ‘50.

Dutsiland también queda en Argentina

De vuelta en la Argentina, la salida de este disco cuya tapa es una gallina ilustrada por el mendocino Fede Calandria, autor de los artes de los otros discos de la banda, coincide con la incertidumbre política por las venideras elecciones presidenciales. “No queríamos hacer un disco feliz ni caretearla, aunque obviamente le pusimos entusiasmo para que tuviera buen ánimo”, detalla Di Cesare, quien segura que “la música son constantes traducciones de experiencias”.

Castro, su compañero vocal, sí apunta hacia el compromiso del grupo con esta época. “El tema Fósil hace referencia a una inestabilidad zarpada, que es lo que te da el contexto político. Nos expresamos permanentemente y somos bastante literales en algunos momentos. Pero nos pareció que romper la coyuntura de lo que todos están hablando era un ejercicio de libertad. En las redes sociales te tiran constantemente los trending topics, y responder a otros estímulos es lo que se buscó en esto. Nos parecía más trascendental.”

Ahora que paró la odiosa lluvia invernal, una de las agrupaciones más importantes no sólo del indie sino también de la cultura rock argentina reciente, se prepara para ensayar en el cuarto contiguo, donde palpita el amor, ataviado por alfombras, lámparas e instrumentos. No obstante, antes de internarse, Martín zurce: “En la sala se habló de lo que individualmente necesitaba cada uno desarrollar para que Mi Amigo Invencible esté a la altura de sus canciones. Ahí aparecen las inseguridades, pero es un proceso en el que todos estamos comprometidos”.

“Fueron dos años emotivamente fuertes”, dice Castro. “Pasaron muchas cosas y querés que las cosas cambien, aunque buscás la estabilidad todo el tiempo.” Y Di Cesare remata: “Cuando hablo de la identidad de la banda, me refiero a no querer abarcarlo todo. Dejar un poco de cada uno y no una personalidad entera. Es lo que lo hace honesto y sincero. Así fue este disco”.

 

* Mi Amigo Invencible presentará Dutisland este sábado 3 de agosto a las 20:30 en Niceto Club, Niceto Vega 5510.