La última apuesta comunicacional del presidente Mauricio Macri (“No se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones. Es tu autoridad, tu confianza, tu credibilidad, la que tus relaciones valoran para acompañarte en tu decisión”) reconoce que tiene definitivamente perdida la batalla por las ideas. Solo le queda el salvavidas emocional, la apelación a una fe que sepulte todas las certezas y las dudas racionales. Paradojas de la política argentina: Cambiemos recurre a las herramientas que siempre se le atribuyeron al populismo, mientras que el peronismo se corre de la épica sentimental y traza su campaña sobre la base de datos concretos de la realidad económica y social, y propone soluciones realistas de cara al futuro. Cada vez queda más claro que la “civilización”, en términos de confrontación dialéctica, está de este lado de la grieta, y la “barbarie” es la zona de confort de aquel que dice no necesitar ni argumentos ni explicaciones. Leer nota completa

Contribuciones de l@s soci@s de Página/12


Dios en el cuerpo
Efectivamente el populismo está en el gobierno. Populista berreta, ladrón y tramposo. Por lo demás este gobierno y otros en el mundo que ven un demonio en el populismo, en realidad, para ellos el demonio mayor es la política. Por lo tanto, la democracia. A una fe débil hay que oponerle el entusiasmo, del cual los griegos decían que era como tener Dios en el cuerpo. Entusiasmo en Fernandez-Fernandez. Por ejemplo.
GolGreen

Las dos vías
Creo que debemos machacar con las razones. Tenemos en nuestro lado una alta dosis de emotividad con núcleo en Cristina, que ella no desatiende y cultiva con las presentaciones de su libro. Allí brinda y recibe apoyo cargado de una emotividad notable, que ella encauza con razones difícilmente refutables. Su misión es consolidar su voto masivo para la fórmula que integra con Alberto Fernández. A él le toca intentar quebrar el techo de Cristina e ir por los desengañados más lúcidos del macrismo, muchos de ellos refractarios a la emotividad de Cristina. Alberto, por su parte, es un hombre de estilos mesurados, puede acompañar épicas pero no generarlas. Refutando argumentos con razones y tonos calmos es donde más se luce, así como sosteniendo las duras críticas de antaño hacia Cristina, que palidecen ante el pavor macrista. Ése es el camino para ganar nuevos votantes.
Felipe

Sembrar para cosechar
No tengo la respuesta exacta, pero estoy seguro que es una mezcla de ambos. Ni 100% racional ni 100% emocional. No podemos subestimar el aspecto emocional del ser humano. No vivimos simplemente de la ingesta de carbohidratos y proteínas animales. Las expectativas, las esperanzas, la fe, los ideales, son los que nos mueven a vivir. Si fuésemos 100% racionales, deberíamos hacernos eutanasia una vez que nuestros hijos llegan a la edad adulta porque, a partir de allí, la norma es que costamos más que lo que producimos, y sin embargo queremos vivir hasta el último día posible. Creo que desde nuestro campo, que tiene contradicciones pero que se sostiene sobre un proyecto político común, tenemos que encontrar la manera de educar muy lentamente con herramientas marketineras (emocionales), para que la semillita de la racionalidad germine. No podemos educar con la verba de Carta Abierta porque matamos de aburrimiento a la audiencia (...)
AndresP12

Complicidad y culpa
Hay dos situaciones análogas de persuasión ante dilemas de incertidumbre:
1) La fé en la cura milagrosa del manosanta o en "remedios naturales" que desechan los argumentos racionales de la medicina.
2) La fe en que la misma fe es fuente de salvación, es decir, creer en lo que creemos de hecho a pesar de habernos llevado a malos resultados. La lógica del sesgo de autoconfirmación sacrificial. En primer caso, el sujeto se siente impotente o desesperado y la fe lo sostiene. En estos casos insistir con argumentos racionales puede ser contraproducente. Al desencantado, desesperado, los argumentos de F&F le pueden llegar a producir desconfianza. Hay que sostenerlo en la Fe renovando sus formas. En el segundo caso, el sujeto prefiere el daño a asumir que es responsable del daño. Lo daña más su culpa que el daño mismo al que se expone. A este sujeto hay que aterrorizarlo de forma tal que se le de la oportunidad de eximirse de la culpa: tiene que votar asustado haciéndole sentir que cambiando el voto se exime de ser cómplice de un desastre. Tampoco aquí sirven las argumentaciones racionales que suelen ser poco efectivas a la hora de asustar. 
Jegeloncho

Creyentes sin credo
Tiendo a sospechar de la fe, porque no se basa en hechos sino en aspiraciones. Siempre prefiero la razón. Pero también es cierto que hay una parte de las personas que, por comodidad, falta de reflexión o de información o por lo que sea, adoptan sus decisiones con poca revisión, con escasa base racional y más bien porque los han convencido y desarrollan esa fe, esa confianza infundada en que algo será como esperan aunque todos los datos de la realidad indiquen que será lo contrario. Así lo hicieron en 2015 y así ganó el Pro.  La ventaja, ahora, es que la realidad ha defraudado en forma tan abrumadora a los creyentes ingenuos, que efectivamente la fe está en retroceso. El problema es que la gente siempre se cae hacia el lado que se inclina. Hay que darle a las ideas que se le plantean un marco que permita vencer el sesgo, abrir una brecha en el molde ideológico en donde esa gente se abroqueló para creer contra toda razón. Hay que darles algo auténtico, pero simple a lo que aferrarse con fe, porque los que votan por fe, no buscan argumentos. Ahora estarán perdidos, pero no van a cambiar la forma como toman sus decisiones. Son como son. 
Hendu

Argentinidad al palo
(...) La emocionalidad de los argentinos, a la cual nos entregamos a sabiendas y con cierto goce, nos vuelve propensos al fanatismo, al error, a la cerrazón obtusa, y a la burbuja-filtro. A unos y a otros. Nos jactamos un poco de ser así y pensamos que esta forma de ser es parte de la idiosincrasia nacional, pero estas convicciones (más ilusorias que reales) no nos dejan crecer, no nos dejan ser una mejor versión de nosotros mismos. Ser maestros de la propia emocionalidad no es tan fácil pero tampoco tan difícil. Hay que tener sentido crítico para confrontar las «convicciones» emocionales con la realidad objetiva, sentido crítico para reconocer el sesgo en la propia forma de pensar, sentido crítico para elegir las fuentes de las que uno se abastece... También una dosis de pragmatismo (como dice esta nota del nivel al que nos tiene acostumbrados D'Addario), para entender que los sistemas políticos no son un fin en sí mismos, aunque apelen a valores y principios éticos, y que la política debe existir para la felicidad y el desarrollo de las personas.  
Paula_T

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