Pampi Torre y Luciana Jury bajan de una camioneta gris poseídas por una especie de actitud rockera. Pelos al viento, guitarras al hombro y un atuendo cuyos colores combinados (negro + verde) provocan un dicho al pasar, que no cae mal. “Parecen las toritas de Mataderos”, se escucha decir por ahí, en referencia a la casaca de Nueva Chicago. Barbarita Palacios, tercer ariete femenino de la tríada que este viernes a las 20.30 presentará Paisanas en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575), se suma a ellas y las tres, saludos, abrazos y besos de por medio, van yendo de a poco al grano. 

Van contando cómo, por qué y para qué nació la juntada. “Esto lo fuimos haciendo a fuerza de ganas de encontrarnos, de reírnos y de compartir un par de horas de la vida de cada una. Digamos que esa es la excusa inicial de todo esto, con la música como puente, claro”, arranca Jury en las horas previas a una presentación que prevé un recorrido por varios géneros musicales criollos, con aroma a mujer de hoy. “Las tres somos amigas, nos conocemos de diferentes momentos de la vida, de la música… solo hubo que esperar que llegue el momento, y el momento llegó”, es el aporte inicial de Palacios.

Ese momento llegó en un contexto peñero, de encuentro íntimo. Palacios y Jury, amantes de la música de raíz folklórica, confluyeron en una peña, luego se sumó Torre y el trío formalizó –bajo el nombre predicho- en tres espacios: el EcuNHi, el CAFF y la Feria de Mataderos. “A las tres el folklore nos atraviesa el corazón, el alma y el espíritu. Lo tenemos en la sangre”, se planta Barbarita, la ex Semilla. “Está bueno lo que dice Bárbara, porque nuestra propuesta no es nada pretenciosa en arreglos y esas cosas. Más bien, tratamos de evocar las juntadas en un patio con amigos... la guitarreada, algo que se da mucho en las provincias, con todo lo afectivo que ello implica. Y las tres curtimos eso, tenemos la argentinada adentro”, asegura la sobrina de Leonardo Favio. “Sabemos de esa sonoridad criolla, la conocemos, la tenemos en nuestro ADN, y la idea es esa, sí, recrear esa costumbre de las juntadas entre amigos en las que se toca la guitarra, y de repente se arma un trío, con bombos, voces, cosas que van sucediendo en el encuentro. Paisanas precisamente es eso, pero trasladado a un escenario”.

Es eso, sí. Guitarras criollas, caja bagualera, bombo leguero y tres voces ensambladas –o no- a favor de un repertorio de indudable tónica telúrica. Ratifica Torre. “El repertorio nace a partir de las vivencias de cada una de nosotras, y de porqué se elige tal o cual canción, además de la sencillez que comentan Barbi y Luciana”, dice la folkie pampeana. “A este repertorio lo llamamos criollo en el sentido completo, que no solo tiene que ver con tocar sino también, como decíamos antes, con comer, con charlar, con contarnos cómo están nuestras vidas y, recién después de todo eso que puede llegar a durar dos horas nos ponemos a guitarrear", se ríe. "Y la guitarreada es como si estuviésemos así como estamos acá, en un patio, tranquis, disfrutando, sin exigir detalles. Lo que prima en nosotras es ver cómo nos sentimos con cada canción, más allá de si esta sale perfecta o no, y también ver cómo ellas devienen en el tiempo. Nos divierte eso, lo disfrutamos”.

Las canciones que comparten entre ellas y con los demás en general han cruzado las infancias de las tres. La primera que se nombra es “La rubia moreno”, zamba norteña compuesta por Agustín Carabajal y Cristóforo Juárez, pero conocida por las tres mil veces que la tocaron Los Chalchaleros y Los Cantores del Alba. “Es una zamba muy hermosa porque cuando una encuentra heroínas en el folklore antiguo hay que tratar de rescatarlas.  'La rubia moreno´ fue una mina que se alistó en las milicias de Antonino Taboada, para ir a pelear en la batalla del Pozo de Vargas, en Santiago del Estero. Dejó al marido, dejó a los hijos, dejó la pulpería y fue a poner el cuerpo”, se apasiona la Jury. “Ese es el folklore que también me gusta a mí”, suma Palacios. “Me gusta porque es bien criollo en el sentido de la simpleza y de las historias. No me gusta el folklore rebuscado, me gusta el purito… el de guitarra, bombo y voz. El de Andrés Chazarreta, por ejemplo, si me pedís que nombre a alguien”.

-El folklore tradicional. Hay una cuestión en éste que contrasta, que entra en tensión, con el feminismo de los días que corren. Ninguna obra clásica relacionada con la cultura folklórica (desde el Martín Fierro hasta Juan Moreira, pasando por Don Segundo Sombra o los folletines de los últimos años del siglo XIX y principios del XX) le otorga un rol importante a la mujer. ¿Cómo se llevan con este legado, más allá de la dificultad anacrónica que conlleva la pregunta?

Barbarita Palacios: -Bueno, nosotras somos la voz de la mujer. Y las mujeres cantamos todo lo que nos atraviesa, y nos atravesó en el pasado. Yo escribí una cueca que dice "no olvidaré que canto, que canto todas nuestras penas"… y esto es así. Yo no voy a dejar de cantar las cosas que nos han representado, aunque sea dentro del patriarcado, porque es la verdad. No se puede negar eso. Ahora bien, también es cierto que tomamos decisiones como no cantar determinadas estrofas que queremos afuera ya.

-Bueno. Hay algo intenso acá ¿qué frases quitan de qué versiones?

Pampi Torre: -De la chacarera “Fiesta Churita”, por ejemplo, que en la última parte dice “En el fragor de la fiesta alguien desbanda mujeres, sacando de sus bolsillos, alguna gruesa de cuetes”. Esa estrofa no la cantamos… repetimos la primera.

Luciana Jury: -Porque no podemos cantar algo con lo que estamos totalmente en contra. Es imposible eso. Hay que deconstruir ahí.

-No debe ser fácil...

L. J.: -En mi caso no, porque toco y canto cosas muy viejas, y además porque estamos todas provistas de gestos que vienen del patriarcado que, como el capitalismo, entró por todos lados.

-¿Y cómo lo resolvés?

L. J.: -Cantando cosas que duelen, justamente con mucho dolor. En mi sonoridad está puesta una mirada política, ideológica. He cantado y sigo cantando cosas tremendamente horribles, referidas a formas de amor que ya no queremos, pero las canto con todo el dolor que atravesamos las mujeres. El folklore está lleno de letras que son crudos documentos de esto.

B. P.: -Es como los celos ¿no?… están mal pero los sentís igual. Después está lo musical.

-¿En qué aspectos, específicamente?

-Por ejemplo, en que no se puede tocar casi ninguna canción del cancionero folklórico sin poner el capotraste a partir del traste tres, del sol. Está todo escrito para los hombres, quiero decir. Es más, el hecho de que nosotras cantemos esas canciones que ya estaban escritas para los hombres es algo para resaltar, también. Además, apropiarnos de ellas, y decidir qué estrofas no replicar y qué estrofas cantar igual porque, aunque estén mal, son parte de la realidad de muchas mujeres, hoy.

-Ustedes, de todas maneras, tienen una ventaja generacional. Las espaldas de Mercedes Sosa, de Marian Farías Gómez, de Teresa Parodi, de Victoria Cura, de esas pioneras que se hicieron camino al andar... ¿Qué trascendencia le dan a ese legado?

L. J.: -Es que nostras estamos aquí porque ellas estuvieron primero, sin duda. Son escuela.

P. T.: -Me quedé pensando, porque muchas mujeres del folklore hablan desde la voz, desde la interpretación, y es algo central. Pero yo, en cambio, arranco siendo guitarrista acompañante y me sucede que también se notan diferencias en el lugar que tiene la mujer como acompañante. Son muy pocas las mujeres a las que se les ha dado valor, respeto y lugar en este aspecto.

L. J.: -El formato, al menos desde hace diez años, es cantante y acompañante guitarrista, en general hombre. Por eso en lo nuestro, más allá de que no haya pretensiones, hay una fuerza de toque y de búsqueda que hay que reconocer. La sonoridad que se logra es muy bella.

El reparto de roles durante los toques es dinámico. Se cruzan las tres en trío, o en dúos. También hay lapsos solitarios. “Es un quilombo, ¡pobrecito el sonidista!”, se ríe Palacios. “Tenemos un solo bombo, y nos lo vamos pasando… el bombo va de acá para allá pero también, como la juntada, tiene esa cosa descontracturada, matiza por ahí”, interviene la Jury. “Entre las tres, por ejemplo, hacemos una cueca que se llama ¡Mi Juana Rosa', cuya letra habla de una mujer que se caga en todo. Es un tema que debe tener, seguro, sesenta, setenta años, muy viejo, y en un momento el hombre dice 'la mando al anochecer, y vuelve a la madrugada'. En realidad, es una mujer que se le escapa al tipo, que se le va de las manos, que chupa a la mañana, que anda con una cuchilla en la media por si hay algún problema y tiene que darle un puntazo a algún zarpado. Pero, pese a todo, el tipo no deja de decir 'mi Juana', y entonces le pusimos 'La Juana'”, grafica Jury sobre esta cueca cuyana compuesta por José Zavala y Manuel Ortiz Araya. “Y cuando viene la parte en que dice 'la mando al anochecer' nosotras decimos 'a quién vas a mandar vos… se terminó eso, amigo'. Tratamos de intervenirla, pero no dejamos de convocar la canción, porque rítmicamente es preciosa y la letra está buenísima”. “Y porque sigue hablando de muchísimas Juanas, eso es verdad, también”, agrega Barbarita.

-Las mujeres anónimas que en muchos casos duermen en la noche de los tiempos.

P. T. -Por suerte hay una escritora en Córdoba, Susana Dillon, que hizo una recopilación del papel que tuvo la mujer durante épocas pasadas. Tiene historias de mujeres de América del Sur, sobre todo. Ella arroja luz sobre esto.

L. J.: -Son nuestras paisanas, obviamente. En ella también pensamos cuando le pusimos el nombre a nuestra propuesta.

Devenires y presentes

Barbarita Palacios, versátil y ecléctica cantora, compositora y guitarrista, está a punto de publicar su nuevo disco. “Lo están mezclando Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel en Los Angeles, y después lo voy a publicar”, asegura la hija de Lalo Palacios y Egle Martin, que ha pasado por varios proyectos (Terraplén, Semilla, Trenzadas y Tiento, entre ellos) y tiene un disco solista publicado en 2015, llamado Si va. “Estoy tocando mucho, pero no tanto en CABA. He tomado la decisión política de ahorrar plata y hacer giras”, dice Barbarita, también parte del grupo que acompaña a Gustavo Santaolalla y su maravilloso Arco Iris Revisited. 

La pampeana Pampi Torres, en tanto, está transitando su propio proyecto llamado Pampi, además de ser una de las folkies de Mavi Díaz, y parte del grupo Triura. “Todos proyectos de mujeres, menos el mío”, dice la cantante, guitarrista y compositora, enfatizando en la paradoja. “Por suerte, los muchachos que me acompañan comprenden ciertas situaciones que antes, por cuestiones culturales, no se entendían. Con solo decirle 'no digas más culo', listo”, se ríe Torre. “Quiero decir que aquellos que elegís como compañeros de banda, acompañan en la deconstrucción”. 

Jury, por su parte, está pensando en el sucesor de la extraordinaria trilogía Canciones Brotadas de mi Raíz - En Desmesura - La Madrugada. Y en otras cosas, claro: "Sigo andando yo sola con la guitarra por los caminos del mundo, pero también acompañada por Lucas Bianco, Leandro Savelón y Lautaro Matute, un bandón tremendo de rocanrol, porque también hago rock desde el minuto cero. Además estoy con Susy Shock, haciendo un concierto llamado Tejiendo", informa la artista, que también tiene dos discos a dúo en su haber: Maldita Huella, con Carlos Moscardini y El veneno de los Milagros, junto a Gabo Ferro.