M. es el nombre de una mujer oriunda de Carlos Paz que en diciembre pasado pudo volver a vivir con su hijo T., de ocho, en su ciudad, después de un largo peregrinar por los Tribunales de Familia de Rosario. La jueza Valeria Vittori tomó decisiones dos veces sin escuchar al niño, que repetía su voluntad de ir a vivir con la madre. Tras la resolución de su demanda cautelar de innovar, la mujer denunció a la magistrada por arbitrariedad a favor del padre del niño, el destrato hacia M. y T. y el incumplimiento de sus funciones. La denuncia de M. es una más de las que se repiten en mujeres que recurren a la justicia de Familia para resolver litigios -muchas veces atravesados por la violencia machista‑ y encuentran en los Tribunales otra violencia, la institucional, que comienza por la sospecha de la mujer. Al punto que Vittori se negaba a autorizar que el nene se fuera con ella con un argumento medieval: "Si la madre quiere vivir con el niño, debe renunciar a sus placeres personales".

El 5 de setiembre del año pasado, las juezas Gabriela Topino y Andrea Brunetti habían revocado en un fallo del Tribunal Colegiado de Familia las decisiones de Vittori, al decidir "hacer lugar a los recursos interpuestos por la abogada del niño y la progenitora de T. y ordenar el cambio de domicilio del niño" junto a su madre "en Villa Carlos Paz, una vez concluido el ciclo lectivo".

En verdad, M. debió volver a su provincia natal -que había dejado al casarse‑ en abril de 2015 después de que se le declarara una enfermedad terminal a su madre, lo que la obligó a hacerse cargo del comercio familiar en Córdoba. Además, M. era víctima de violencia machista. Se casó en 2006 con un rosarino y por eso se mudó a Rosario. Después de años de relación atravesada por distintos maltratos, M. logró separarse de su ex marido en febrero de 2013. Entonces, sin trabajo en Rosario, pudo sostener al niño por los dividendos del comercio familiar en Córdoba. Pero su padre enfermó gravemente, y murió en junio de 2014. Durante todos esos meses, M. viajaba permanentemente para cuidar a su padre enfermo. Las deudas se acumulaban. La ex pareja de M. reclamó la tenencia. En diciembre de 2013, la jueza Vittori aceptó urgente un recurso para que M. no pudiera pasar las fiestas de año con su hijo, pese a que había sido así pactado. La premura en la resolución del pedido del padre es incongruente con la demora en resolver los pedidos de M. Tanto M. como su abogada han denunciado a la jueza, por distintas razones.

Más allá del diferente tratamiento de los recursos presentados por el hombre y la mujer en conflicto, las decisiones de Vittori eludieron la obligación de escuchar al niño como lo ordenó la Cámara de Apelaciones. La escucha de niños y niñas está establecida por la Convención Internacional por los Derechos del Niño y la ley nacional de Infancia. De hecho, M. denuncia que la defensora oficial de su hijo, Raquel Badino, no habló con él para representarlo frente a la jueza. Aunque Vittori no menciona el falso Síndrome de Alienación Parental en sus fallos, considera en las resoluciones que el deseo de T. era invalidado como una manipulación de la madre. Ese falso Síndrome fue inventado por un pedófilo estadounidense, Richard Gardner, para argüir que uno de los progenitores "instala ideas" en los hijos. Pero no tiene validación científica en ningún lugar del mundo.

En este caso, T. había manifestado una y otra vez que quería ir a vivir a Carlos Paz con su mamá. La apelación presentada por M. fue tratada por el pleno del Tribunal Colegiado número 7. "El tema central y más controvertido planteado por los impugnantes radica en la escucha del niño y el valor otorgado por la jueza de trámite (Vittori) a dicha escucha, por lo que se dispuso que el mismo pudiera volver a expresarse en presencia de otras magistradas integrantes del Tribunal, como así también de la Defensora General actuante y la abogada patrocinante del niño, presencias ambas que no debieron estar ausentes en la escucha anterior", dijo en su voto Topino. De hecho, el Tribunal convocó también a una psiquiatra infanto juvenil para "evitar vulneraciones innecesarias en el niño, otorgando asimismo transparencia al acto, y con el objeto de propender al debido proceso".

Topino desmontó los argumentos por los que Vittori negó durante al menos tres años que T. pueda mudarse con su madre. "Considero que los deseos expresados por el niño son genuinos, que no existe ninguna manipulación externa en dichas manifestaciones". La magistrada toma en consideración el informe del psicólogo Héctor Melfi, que dice: "Durante las entrevistas se muestra cooperativo, dispuesto a hablar, pero esencialmente quiere ser escuchado. No hay indicios que conduzcan a pensar que el niño se encuentre inducido o presionado psicológicamente". Sin embargo, Vittori insiste en sustraer la violencia sufrida por M. del análisis, ensalzar al padre del niño y revictimizar a A. "Dicha estabilidad (la del niño), desafortunadamente no coincide con la brindada por la señora A. a lo largo de los últimos años: "toma de decisiones sin sopesar las consecuencias para su hijo, partida a otra provincia, inscripción a escuela, concurrencia del niño a psicólogo y psiquiatra, contacto fragmentario, a veces escaso, con T", arguye la jueza, quien se apura a subrayar que "no se trata de una cuestión de género sino de amor, de jerarquización de prioridades y atención a los tiempos y ritmos vitales, obviamente, no sólo de los personales, sino de los más vulnerables".

Las decisiones de M. estuvieron enmarcadas en la violencia sufrida, y el contacto con T. fue fragmentario, justamente, por los recursos judiciales presentados por el padre del nene. Para Vittori, la escucha del niño es relativa. "No se desconoce que se tiene la obligación de explorar y dilucidar la voluntad real, independientemente de lo que haya declarado, dejando de lado todo lo que pueda resultar producto del miedo, estrés, presiones e influencias. En consecuencia, la opinión de los niños no resulta vinculante para los magistrados", dice Vittori en su voto negativo a la restitución de T. a vivir con su madre.

"Todos estos meses estoy viviendo en Rosario y lo pasé más o menos porque yo quiero vivir en Carlos Paz, porque ahí vive mi mamá y mi perro. Mi papá me dice que no lo voy a ver más y bla bla bla. Dice cualquier cosa para que yo me quede con él. Pasa esto desde que yo le dije que me quería ir a vivir con mamá. Se lo dije cuando tenía 4 años y se lo dije una vez, y otra vez y otra vez. El solo dice que no lo voy a ver más, que es un tema de adultos. Papá me dijo que me iba a ayudar pero no me ayudó en irme a vivir. Yo estoy decidido en irme a vivir con mi mamá", dijo T. cuando pudo hablar frente al Tribunal Colegiado, con la asistencia de su abogada bajo la figura del abogado del niño. Brunetti toma en cuenta en su resolución que "T. procedió a la lectura del acta, y pidió asistencia de su defensora, advirtió un error de redacción y solicitó él mismo que se corrigiera, así como también realizaba preguntas a su defensora respecto de lo que constaba en el acta, todo lo cual pone de manifiesto su potencial de comprensión, madurez y genuinidad en el relato, razones por las que su opinión es tenida principalmente en cuenta en este voto".

T. vive desde hace dos meses en Carlos Paz, como quería hacerlo desde hace tres años. Y Vittori enfrenta una denuncia.