Más allá del maquillaje y los discursos, se impone la realidad. Más allá de las maniobras comunicacionales y las triquiñuelas mediáticas, hay recorrer las calles poniendo oído atento y observando las miserias que produce este sistema llamado capitalismo. Si eso es lo que hacemos nos iremos aproximando a la magnitud de la crisis social y económica, dejando de lado los reduccionismos tecnicistas del econometrismo al uso.

El verdadero rostro de la exclusión social y del saqueo perpetrado por la burguesía y los banqueros es como la metáfora de Oscar Wilde sobre Dorian Grey, las máscaras se caen y emerge el horror.

Eso sí, burócratas sindicales y punteros advenedizos prontos a frenar la protesta social. A su modo son garantes del ajuste que no cesa, escuderos de la expoliación.

Hace más de cuarenta años el sociólogo político Alain Rouquie explicaba en una entrevista que para interpretar el devenir social latinoamericano era preciso añadir a las teorías sociales la teratología, algo axial como estudio de lo monstruoso.

El presente le otorga plena vigencia a ese aserto. Pensemos en las jornadas que vivenciamos: terror económico, violencia institucional explícita en las calles, niños que reciben miserables raciones calóricas en pleno invierno, ancianos sin acceso a los medicamentos.

¿Cómo calificar todo esto sin indignación y cómo no actuar?

 

Carlos A. Solero