El primero de diciembre de 2015, el socialista Antonio Costa, cuyo partido había logrado investirlo primer ministro del Gobierno en una alianza con fuerzas de izquierda, presentó su programa en el parlamento del país. Allí dijo que la austeridad no había generado riqueza, y que era “necesario invertir la política realizada” en los últimos años.

El país que recibía Costa de su antecesor, el conservador Pedro Passos Coelho, estaba arrasado económicamente a raíz de un plan brutal, tutelado por la troika, la triple alianza entre el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, que aterrorizó a los países pobres del viejo continente durante la última década. A poco de asumir Costa el cargo de primer ministro, el establishment del país luso dijo que el gobierno del socialista sería un fracaso económico. Los más críticos, bautizaron la alianza de izquierdas gobernante como la “jeringoza”, para burlarse de la supuesta falta de cohesión entre el Partido Socialista, el Partido Comunista, y el Bloque de Izquierda.

Sin embargo, Costa no se dejó presionar. Solo un mes después de prometer el fin de la austeridad, anunció un aumento de las jubilaciones, del salario mínimo, y redujo un impuesto que afectaba a las familias portuguesas. En general, una apuesta social más simbólica que real porque las cuentas del país estaban en rojo, pero que sirvió para marcar el rumbo. En los últimos cuatro años, el salario mínimo ha aumentado en cinco oportunidades. Además, el Gobierno dio marcha atrás con las privatizaciones que ordenaba el FMI, y se aplicaron medidas impositivas para incentivar la inversión.

La receta de Costa, ahora llamada el “milagro portugués”, generó una respuesta favorable de la actividad económica. Este año, el PBI crecerá un 1,7 por ciento, y en los últimos lo ha hecho por encima de la media europea. Las desocupación, que estaba en torno al 12 por ciento en 2015, se redujo a la mitad. Sin embargo, Costa no se ha dedicado únicamente a invertir en políticas sociales. También ha cuidado el gasto. En el 2017, cuando promediaba la mitad de su mandato, la Comisión Europea cerró su vigilancia sobre las cuentas lusas porque el Gobierno socialista había logrado reducir el déficit por debajo del 3 por ciento del PBI. 

Los analistas políticos de la península ibérica sostienen que una de las claves del éxito de Costa, ha sido una combinación de políticas económicas efectivas, y un contexto económico favorable. “Revertir las políticas de austeridad fiscal y ajuste estructural, ha permitido cierta recuperación de la renta de las familias, y con ella un impulso al crecimiento”, señala Ricardo Molero-Simarro, profesor de Economía Mundial en la Universidad Autónoma de Madrid. Por otra parte, apunta, “la economía lusa se favoreció por la recuperación del espacio económico europeo, el giro monetario que practicó el Banco Central Europeo desde el 2015, y el boom del turismo”.

A pesar del viento a favor, y el “efecto rebote” tras años de ajuste, en España suele ponderarse la actitud conciliadora de Costa y muchos son los dirigentes a los que les gustaría mirarse en su espejo. El jefe del Gobierno de España, Pedro Sánchez, por ejemplo, quisiera imitar su habilidad para convencer a las fuerzas de izquierda para que apoyen su programa político, pero no ingresen en el Consejo de Ministros.