ESTELARES - 9 PUNTOS

Presentación de Las Lunas.

Músicos: Manuel Moretti (voz, guitarra), Víctor Bertamoni (guitarra), Pablo Silvera (bajo y coros); Javier Miranda (batería), Eduardo Minervino (teclados), Guillermo Harrington (guitarra y coros).

Músicos invitados: Sebastián Escofet (guitarra), Germán Wiedemer (piano), Pablo Fortuna (saxo), Miguel Hornes (trompeta), Juan Canosa (trombón), Mario Barassi y Agustín Insausti (coros); Juanchi Baleiron (guitarra y voz), Juan Taleb y Coti Sorokin (voz).

Público: 3300 personas.

Duración: 140 minutos.

Teatro Gran Rex, sábado 7 de septiembre.

Pocas cosas tan emotivas hay como un Gran Rex lleno de punta a punta, de pie, con el brazo en alto y cantando. Aunque lo parezca, no hay paradoja en el estribillo: “Somos tan frágileeeeees...!” canta la gente a voz en cuello, estira esa “e” y remata: “¡Tan memorables!”. “Cristal”, la apertura de ese disco enorme llamado Una temporada en el amor, le está abriendo la puerta al segmento final del show de Estelares en el templo de la Avenida Corrientes. Y en la noche del sábado hay un altar dedicado a la canción, y una banda –“la orquesta”, presenta Manuel Moretti al final, y está bien- que conoce todos los caminos que conducen a (y salen de) ella.

“Memorable” es un buen término. Porque se aplica a las canciones del grupo: antes de los bises, platea, pullman y superpullman pidieron por el regreso cantando casi completa la letra de “El corazón sobre todo”. Porque, qué duda cabe, en las retinas y el corazón de los músicos quedará impresa esa imagen desde el escenario en “Cristal” (Y en “Un día perfecto”, y “Es el amor” y “Aire” y siguen los títulos), la afectuosa demostración de que si Moretti le dio su vida a las canciones y no se arrepiente, hay miles dispuestos a apropiarse también de ellas. La definición esencial de la canción popular.

(En ese sentido resultó especialmente jocosa la intervención de Coti Sorokin, invitado para agregarle más fuego a la versión de “Es el amor”: tras la polémica de la semana con Diego Torres por la autoría de “Color esperanza”, el rosarino soltó: “Esta canción me gusta mucho, me la quedo”)

La gente se queda con las canciones Estelares. Las lleva en su archivo emocional. Le dicen cosas, y le sirven para expresar aquello a veces indefinible. La excusa era presentar Las Lunas, otra impecable colección de melodías , pero la ceremonia va y viene, toca diversos momentos de la historia, de cuando el autor andaba a dos metros del piso y “viajando en superjet” o en esta etapa de asentamiento, de un disco gestado en las mañanas refrescantes y colibríes, horneros cantantes. Hay una emoción especial cuando, al volver para los bises, aparece Juanchi Baleiron y junto a Moretti despliegan una hermosa versión acústica de “La coupé roja”, ese tema gigante de Ardimos. El Gran Rex ruge con el otro rescate de ese disco, “América”: “Estaba en el lado B del casete de 1987 que tenía el demo de ‘Este misterio’, y está bien que mostremos esas dos caras”, explicó el cantante, y el público acompañó en una sola voz el recuerdo de los tiempos en que el aguardiente era un disfraz.

Fue una de varias alocuciones de Moretti, que gusta de poner en contexto el por qué de las canciones, la circunstancia, de dónde salen ciertos desgarros, ciertas revelaciones y sanaciones a través de la música. Esas piezas de vida cuentan con una voz que interpreta cada vez mejor y la mejor vestimenta, el alma que las anima: el sonido casi perfecto del Rex (con solo la extrañeza de una rara radiofrecuencia que a veces se colaba en el PA) sirvió para darle aún más contundencia al sólido presente de la banda. No solo en el núcleo de Pali Silvera y Javier Miranda para la base, y el trabajo de un Torio Bertamoni que combina garra y buen gusto, furia rockera y delicadeza en notas siempre bien colocadas. Alrededor del equipo titular se desplegó un laburo impecable de la dupla Escofet-Harrington, y las voces de Super Ratones, las teclas de Eduardo Minervino, la sección de vientos que agregó colores y juego. Quizá la única mota haya sido que la iluminación no les hizo del todo justicia, y a veces hubo que adivinarlos en la escena.

Pero lo que importa es lo que suena. Todo Las Lunas, con momentos de especial intensidad como “Se rompe el pasto” (junto al productor y pianista Germán Wiedemer), la emocionante “Los cielos parlantes” y “Este misterio”, que eriza la piel, que hace creer sin reservas que “entre la niebla ya se deja ver el sol”. O la misma “Horneros cantantes”, o la melancólica despedida imaginada por Silvera en “Tu partida”, y la mención al gran Cuino Scornik en “Una guitarra”.

Junto a ellas, la difícil elección dentro de un repertorio ya generoso mostró varios aciertos. Momentos inspiradísimos de la historia estelar como “Melancolía” y “Las trémulas canciones”, temas que les dieron trascendencia en la difusión como “Ella dijo”, golpes más recientes como “Doce chicharras”, “Alas rotas” o el homenaje a La Plata contenido en “Rimbaud”. Para cuando Juan Taleb de Caligaris se sumó a la fiesta de “Un día perfecto”, Estelares había recorrido en casi dos horas un amplio abanico de argumentos para cimentar su lugar de referencia ineludible de la canción rock marca argentina. Y quedaba, faltaba más: al final, cuando por fin el público tuvo el premio de “El corazón sobre todo”, el sistema nervioso central de ese templo repleto estaba atravesado sobre todo por una sensación de plenitud. Solo quedaba desparramarse por Corrientes con todo guardado ahí adentro, en el costado izquierdo: el lugar donde las canciones, al cabo, se quedan a vivir.

Imagen: Alejandro Leiva