Ante la duda, por si no volvía a tener otra chance de ingresar al mainstream de su país, Toy tiró su mejor corte al asador: uno de los temas más contundentes y efectivos, al igual que arriesgados, que se recuerden en el Reino Unido en esta década. Tras la sorpresa que generó el single Left Myself Behind, que desbordaba caramelo en una ya de por sí deliciosa paleta de psicodelia, krautrock, post punk, noise y shoegaze, los de Brighton lanzaron al año siguiente, en septiembre de 2012, su primer álbum. Este trabajo epónimo, amén de redimir en su plenitud el viaje de su introducción, lo postuló como uno de los artistas revelación de la escena. Pero a un año y tres meses de su debut, el quinteto quiso demostrar que era más que una banda del momento y lanzó la secuela, Join The Dots, un manifiesto musical identitario que dejó la conclusión, a partir de sus contrastes, de que la ansiedad les jugó en contra.

Tras semejante vértigo, Toy bajó un cambio y se replegó. Primero para reorganizarse internamente y luego para encontrar una nueva metodología de trabajo. No obstante, las alarmas se encendieron en 2015, cuando sus integrantes unieron fuerzas con Natasha Khan (Bat for Lashes) en el supergrupo Sexwitch, cuyo único y fabuloso disco, también epónimo, causó sensación por esa propuesta hipnótica y groovera que recrea la psicodelia y el folk de los ‘70 de Irán, Marruecos y Tailandia. No era más que un suculento experimento arengado por el productor de ambos artistas, Dan Carey, porque Toy estaba por lanzar Fast Silver, preludio de su tercer álbum, Clear Shot, en venta desde octubre. Y la sorpresa (otra vez) no se hizo esperar, debido a que los músicos hicieron hincapié en su lado más cancionero, luego de componer temas que rondaron los 10 minutos.

Pero no fue la única novedad de la agrupación en su flamante etapa. Luego de la salida, en 2015 y por “motivos personales”, de su tecladista, la española Alejandra Diez, Toy convocó al argentino Max Oscarnold, amigo e integrante del grupo The Proper Ornaments, para la vacante. Lo que tiene feliz a este músico de 33 años que aguarda al otro lado del teléfono. “Con este disco la banda se va a posicionar mejor, porque es más accesible que los anteriores, más experimentales e instrumentales”, argumenta el oriundo de San Isidro, que vivió en Nueva Delhi entre los 6 y los 8, y luego en Brasil. “Pero eso no depende de nosotros ni es nuestra intención. Si va a ocurrir, sucederá.”

A pesar de su breve estancia (poco menos de un año y medio), la nueva pieza del quinteto tuvo cancha para participar en Clear Shot. “Estuve en el proceso compositivo, porque vivimos en una casa grande y en un cuarto o en otro hacíamos música. Ya fuese demeando, grabando o mirando las mismas películas, fue bastante natural la fusión entre nosotros”, explica sobre este combo que tiene en Temples a su mayor antípoda. “Somos amigos y compañeros de sello con ellos”, tranquiliza. “Musicalmente, ellos son amistosos y cancioneros, mientras que Toy es más interesante”, continúa quien también lleva adelante de forma paralela el dúo Pink Flames, un cruce musical entre Broadcast y Brian Jonestown Massacre.

¿Cómo es ser parte de una de las bandas más notables del indie británico actual?

–La primera vez que The Proper Ornaments salimos de gira con Toy, hace cuatro años, nos hicimos amigos. Comenzamos al mismo tiempo pero ellos se hicieron más populares. Pero no fue fortuito, porque es una de las bandas más vanguardistas en cuanto a innovación y sonido, y tiene un show en vivo muy bueno. La salida de Alejandra fue difícil. Sin embargo, como vivíamos en la misma casa y somos amigos, comencé ayudándolos y terminé siendo parte. Lo que es un placer para mí porque es uno de los grupos que más me gusta.

¿Qué saben ellos sobre Argentina?

–Son gente muy curiosa. Están atentos acerca de lo que sucede allá o me preguntan todo el tiempo. Les conté sobre las dictaduras, sobre Cromañón y la historia del rock argentino. Les pasé Sui Generis, Almendra, Sumo y Los Encargados. Siempre les interesa. Quieren ir a tocar a Argentina  hace varios años, así que intentaremos hacerlo con este disco.

¿Cuándo llegaste a Inglaterra?

–Hace 10 años que estoy aquí. Vine en un momento en el que mi vida estaba complicada, al igual que Argentina. Así que era bastante difícil la situación y necesitaba mover un poco. Compré un pasaje de ida y me vine, sin pensar en nada más. Pese a que no tenía entre mis planes quedarme, terminé haciéndolo, conocí gente, empecé a hacer música, toqué con varios grupos, salí de gira y grabé con otras bandas.

¿Por qué elegiste irte para allá?

–Soy muy amigo de Andrew Loog Oldham. Ya había trabajado con él y un día me dijo: “Vos tenés que salir de acá, andate a Londres”. Si bien barajé otras opciones, culturalmente me gusta. Tengo una gran conexión con este país desde chico. A Andrew lo conocí cuando tocaba en Los Otros: Yul Acri tocaba teclados, Samalea baterista y Martín Aloé el bajo. Grabamos un disco en Panda. Pero todo quedó en el aire, lamentablemente. Andrew vino a producirnos en 2002 o 2003, porque uno de los miembros de esa banda, que era amigo mío, era también manager de Ratones Paranoicos y ahí viene la conexión (el productor de los Rolling Stones entre 1963 y 1967 repite con Los Ratones Paranoicos desde los ‘90). Aunque se fue todo al carajo porque éramos una banda de locos.

Como precedente tuviste a Javier Weyler, quien fue baterista de Stereophonics. ¿Conocés a otros argentinos en el indie británico?

–Sólo a Juan Jacinto, y porque toca con unos amigos. Nunca estuve en el gueto. Hice un montón de amistades, pero no necesariamente del palo musical. No se dio cruzarme con muchos argentinos, aunque me gustaría. Se me hizo fácil adaptarme porque viví en otros países y me acostumbré a ser un camaleón, pero Inglaterra parece un lugar muy inhóspito para nosotros.

¿El imaginario de la cultura pop británica en las islas es fiel a lo que se suele exportar?

–Lo que conocía estaba más relacionado con los ‘60, ‘70 y ‘80. No tenía una idea muy clara de la escena al venir. Aunque me pareció que iba a haber más cosas ocurriendo. En 2005 no pasaba nada, pero eso fue cambiando. Sucede que un artista pasa rápidamente de ser muy chico a crecer mucho, aunque son escasos los casos en los que se alcanza esa magnitud. Así que la mayoría toca en lugares pequeños y de forma sustentable. Si bien internet es una gran vitrina, pocos saben que hay un montón de bandas chicas inglesas excelentes, y eso es difícil que llegue a la Argentina.

Considerando que ahora tocás en la Premier League de la música, ¿cómo es el nivel de exigencia?

– Todo depende del tipo de música o de cómo te lo tomes como artista. En mis primeros años en Londres viví en una casa tomada en la que siempre hice música, pero desprendido del lado profesional. Mi inserción en la movida se produjo con The Proper Ornaments (NdR: en el tercer álbum del cuarteto de indie pop, Foxhole, publicado en enero, se nota el peso de Beatles, Pink Floyd y Velvet Underground), el cual empecé con mi amigo James Horae (de Ultimate Painting y Veronica Falls). Se generó un disco, luego una banda, y comenzamos a tocar en el under, en sótanos y para poca gente. Y todo eso fue escalando. Al punto de que salimos de gira con Toy, nos hicimos amigos y ahora estoy en ambos grupos. Así que la cosa se tornó muy exigente.

En el medio de la entrevista, Tom Dougall, vocalista y guitarrista de Toy, abre accidentalmente la puerta de la habitación de Max Oscarnold, y el músico argentino sugiere sumarlo. “Nos sentimos bien con Max”, afirma el frontman, cuya banda fijó residencia en la capital inglesa. “Fue un cambio natural que se produjo desde que se fue Alejandra, porque vivíamos juntos. Estamos en un buen momento en nuestra relación, ahora hay armonía.” El británico destaca asimismo el impacto de su nueva pieza al concebir Clear Shot, el cual rankeó entre los mejores álbumes del indie británico 2016: “Si bien nos enfocamos en evolucionar, al haber un poco de pianos, guitarras y coros se produjo ese cambio que deseábamos. Disfrutamos de lo que nos está pasando con el nuevo disco. A pesar de que recibimos muy buenos comentarios de gente a la que admiramos, lo que significa un montón para nosotros, nos gustaría que al público le guste. Y cuanto más se pueda escuchar, mejor.”

Grabado en una semana en las afueras de Londres, y producido por David Wrench (Caribou, FKA Twigs, Jungle), lo nuevo de Toy toma distancia del barroquismo para apostar por el poder melódico de la canción, aunque sin abandonar la naturaleza lisérgica, experimental, intensa, claroscura y cinematográfica del quinteto. Es su repertorio más maduro y conciso. “Nunca queremos repetirnos. De esos ritmos basados en el motorik del krautrock pasamos a experimentar con otras asignaturas de tiempo”, explica Dougall, quien además asegura que por el momento no piensan hacer la secuela del disco del proyecto junto a Natasha Khan. “En Clear Shot, cada tema ofrece algo diferente. Es una reflexión de lo que me pasa en el día a día. Y por eso las letras cambiaron, porque me sucedieron cosas diferentes que años anteriores”.

Consultado sobre la relación con su hermana, Rose Elinor –también conocida como Rose Pipette, otrora líder de la agrupación de indie pop y doo woop The Pipettes, y cantante de la banda de Mark Ronson desde la salida del disco Record Collection–, el cacique de Toy, con esa voz profunda y seductora que encuentra desahogo en sus canciones, dice: “Si bien ambos crecimos escuchando música juntos, cada uno produce su propio material. Ella sacó su nuevo disco solista en enero (NdR: Stellular, una docena de temas caracterizados por su oda al pop exquisito, romántico e irónico), de manera que está haciendo su propia historia. Está buenísimo que algo en lo que creíamos cuando éramos muy jóvenes, ahora, ya de grandes, lo sigamos haciendo”. En eso interviene Max y, con su actitud dulce y humilde, remata: “No lo dije, pero Rose es mi novia”.