Ambos son actores. Uno es muy conocido. El otro para nada, hace de extra y aspira a serlo. Uno es muy talentoso. El otro un fracasado. Uno supo disfrutar del camino a los sueños lo más despierto posible. El otro, casi sin querer, tiene una vida de pesadilla. Uno es de la vida real. El otro de una ficción. El primero es el prestigioso Diego Peretti que en Iniciales S.G., la nueva película de Rania Attieh y Daniel García, hace de…actor: Sergio Garces. Este hombre se ve a sí mismo como alguien canchero, atractivo y talentoso. Está llegando a los 50, pero él actúa como si tuviera 25. Sus amigos lo llaman “Francés” porque cuando era joven grabó un disco de covers del famoso cantante Serge Gainsbourg en castellano. Trabaja de extra en muchas películas pero su sueño es ser un verdadero actor. En la semana en que la Copa del Mundo 2014 está terminando, Sergio atraviesa una racha de mala suerte. Debe lidiar con su carrera fallida, un romance que no le interesa con una extranjera (Julianne Nicholson) y un crimen que no quiso cometer. “Es un guion muy original que transcurría en una Buenos Aires en la que yo había vivido hacía muy poco y con unos giros dramáticos que incluían dentro de lo metafórico del guión, romance, crimen, humor negro, fútbol. Fueron distintos condimentos que hicieron que el guión fuera muy entretenido y, a la vez, original, montado sobre un personaje que dentro de su chatura es muy florido”, cuenta Diego Peretti. El film se estrenará el próximo jueves, tras su première mundial en el Festival Internacional de Tribeca, en la Competencia US Narrative, donde Rania Attieh ganó el Premio Nora Ephron a la mejor directora y guionista femenina del Festival.

-¿Tiene algo de diferente para un actor interpretar a un actor?

-No. Tal vez tiene de diferente que conocés el métier. Es como cuando en En terapia alguna vez yo me he sentado del lado del terapeuta o del paciente. Si es un actor que tiene que hacer una escena y le sale mal porque tienen un problema de salud, en ese sentido está la exposición del cuerpo. Eso es cierto karma con el que la profesión de actor arrastra todo el tiempo. Es su cuerpo, es su voz. Y, en ese sentido, en este personaje eso está muy presente de una manera mucho más descarnada porque está para hacer de extra o para hacer escenas de sexo y eso coloca al personaje en un lugar muy patético.

-Es que está casi al límite, ¿no?

-Sí. Es un carácter bastante alejado de mí. Y eso hace que el actor para construir un personaje como esos tenga que utilizar la imaginación y apoyarse mucho en el guión porque la verdad es que el guión está escrito por Rania y por Daniel de una manera muy noble porque el actor puede descansar en la historia y se tiene que dedicar a imaginar cómo en su visión sería este tipo de personaje, que no existe. Existe porque lo construimos.

-Decís que es bastante distinto a vos. ¿Preferís los personajes más cercanos o más lejanos?

-Los que están bien escritos. Este es uno de ellos. Cuando hablo de "bien escritos" me refiero a un personaje que me atrae imaginármelo. Me atrae el mundo psicológico en este caso. Mi personaje termina tomando conciencia de que hizo un desastre de su vida.  En el cine, las acciones son más poderosas que las oraciones. Y en esta película esto está muy bien porque eso es lo que hace metaforizar.

-¿Lo ves como un fracasado?

-Con el diario del lunes, vemos que esta persona no la estaba pasando bien en su vida. Desde ese punto de vista, sí es un fracasado. El tema es pasarla bien. El tema no es ni ser famoso ni tener plata, ni no tenerla. Hay que encontrar la forma de pasarla bien en la época en que te toca vivir. Pasarla lo mejor posible.

-Por un tema menor termina involucrándose en un verdadero drama.

-Claro, pero esa reacción tiene que ver con su temperamento. Su temperamento se armó a lo largo de su vida. Y termina siendo casi una cucaracha. Entonces, no hizo bien las cosas. ¿Las podría haber hecho mejor? No, uno escribe lo que escribe. Somos lo que somos. No hay posibilidades. Uno juega con el tiempo, el destino, el pasado, pero son juegos. Lo que ocurre es lo que va siendo en la vida.

-Y es también como dice la poesía: "Uno es artífice de su propio destino".

-Pero en la poesía es como si uno pudiera manejar eso. No es artífice.

-¿Tiene que ver con las condiciones que se presentan?

-Quiero decir: podés elegir y podés retroceder y volver y que te salga mal. La mayoría de las veces te sale mal en términos de "Conseguiste una meta", que eso sería algo más estático. El proceso es lo que te tiene que gustar. Por ejemplo, a los deportistas les gusta entrenar. Después ganan torneos, pero si nada más disfrutan cuando ganan van a ser tremendamente infelices. Después de esta nota, me voy a filmar y me quedo hasta las cuatro de la mañana. Eso lo puedo hacer porque a mí me gusta porque si no, no podría.

-¿El actor tiene la posibilidad de jugar a quien quiere ser?

-Tiene la posibilidad de hacer cosas que en la vida real no podría. Tiene la posibilidad de imaginarse eso y poder interpretarlo y después verlo en una cinta. Eso es divertido. Pero lo más divertido es jugar con la imaginación de cómo interpretás determinada escena, determinado texto. No es tan macro la visión. Repito: hoy tengo escenas para hacer. Entonces, mi cabeza está pensando: ¿Cómo haré esa escena? O mi cabeza está pensando: Los periodistas vieron esta película, ¿qué pensarán? Porque es una película bastante poco convencional. Y mi cabeza está en eso.

-¿Sos de trabajar con la psicología del personaje o depende del guión?

-Claro, depende del guión. Hay otras películas que no son tan psicológicas y están más apoyadas sobre un lugar común y dentro de ese lugar común extraordinariamente esa persona sale por consecuencia del azar o de cierta inteligencia que tiene en ese momento. Y está bien que sea así y eso no necesita mucha psicología. Y en otras películas, como esta, sí necesitás expresar situaciones muy raras y conflictivas. "¿Cómo se hace eso? Nunca estuve ahí". Entonces, lo tenés que imaginar. Y en esa imaginación también está opinando.

-¿Cómo es la experiencia de construir roles, a veces, desagradables de los seres humanos? ¿El actor debe vencer los prejuicios que se le presentan sobre los personajes?

-Por ejemplo, un caso extremo, si tenés que hacer de Hitler, el camino más agradable es tratar de ver por qué hizo lo que hizo, y comprender el accionar. Después, no se comparte desde ya, pero no sirve estigmatizar. Es mejor meterse y lograr interpretar detalles que apelen a la inteligencia del que lo está viendo.

-¿Para actuar es necesario pensar, intuir o las dos cosas?

-Las dos cosas. Pensar, para mí, en la previa, para llegar al set para intuir lo que sea, pero ya habiendo establecido reglas de juego muy claras en la previa.

-En relación con tus inicios, ¿qué significaron en tu camino artístico Raúl Serrano y Alberto Ure?

-Con Raúl hice mis primeras armas sobre cómo construir un personaje. Y eso lo sigo utilizando hoy. Es un gran docente. Lo quiero mucho y sé que todavía sigue dando clases. Y Alberto Ure, que ya falleció, fue quien me enseñó ya con ciertas técnicas, cómo tenía que desestructurar todo eso y empezar a actuar con la intuición, porque conocía mucho el mundo profesional. Lo conocía y era muy descarnada su descripción del ser actor. Entonces, ese humor negro y ese descarnamiento con respecto a la profesión me ayudó a tener los pies sobre la tierra y a jugar un poco con esto.

-¿Cómo es actuar con la intuición?

-Una vez que ya te metiste en las reglas del juego del personaje y está todo dado, cuando dicen: "¡Acción!", es pensar como el personaje. Y al pensar como el personaje se está muy atento a lo que ofrece el set, que en ese momento es la realidad. Entonces, sale algo que nadie se lo hubiera imaginado, pero que tiene una tremenda connotación con respecto al personaje que estás haciendo y que es muy bueno para la historia. Entonces, ahí se imprime. Y eso salió de la intuición.

-¿Y en la previa no hay una presión por si sale o no sale?

-Sí. Es una presión que hay que sacársela y presión que hay que meterla en la energía de la concentración de lo que está ocurriendo en ese momento. Nada de lo que tenga que tenga que ver con "Me va a salir bien, me va a salir mal" ayuda en absoluto. Es energía tirada a la basura. Para eso viene bien la experiencia, porque lo detectás como un problema y tratás de extirparlo.

-Si bien te formaste, como mencionabas, con Raúl Serrano y Alberto Ure, ¿te costó insertarte en el mundo artístico por venir de “otro palo”?

-El mundo artístico no me cerró ni mucho menos los brazos. Nunca tuve mayores problemas laborales para conseguir trabajo, pero yo internamente sí me sentí hace poco que formaba parte de la comunidad artística.

-Y eso que tenés una trayectoria muy amplia.

-Sí, sí pero fue hace unos doce años. Y empecé en el 95, con mis primeros trabajos profesionales. En el 2000 y pico me empecé a sentir actor.

-¿Qué fue lo que produjo ese cambio?

-No me acuerdo bien. Fue en la época de El hombre que volvió de la muerte en Canal 13. Ahí ya me sentí completamente actor. No fue por una escena sino por el proceso. Esa serie fue muy difícil de hacer porque ya se había hecho, con Narciso Ibañez Menta, pero no se tenía registro porque se había perdido todo en el incendio del canal 9. Se hacía con lo que había quedado en el imaginario, con lo que los autores querían. Era muy complejo para hacer y yo me di cuenta de la experiencia que tenía. Me di cuenta de cosas que yo ya había adquirido dentro de la profesión que hacían que me sintiera actor.

-¿Cómo era tu relación con el cine y la actuación cuando eras chico?

-Muy grande. Siempre fui un adicto al cine. Me gustaba mucho el cine nacional. Y además en la época de mi primera adolescencia, a finales de los 60, principios de los 70, el cine tenía una potencia muy grande. Eran películas que te dejaban pensando, con una densidad dramática también muy realista. Y todo eso me gustó mucho. Siempre.

-Con trabajos como Locas de amor, Los simuladores, En terapia, quedó claramente demostrado que se puede hacer buena televisión. ¿El cine te permite otra forma de expresión?

-Sí, son diferentes medios. Uno lo ves mientras comés ñoquis y al otro vas predispuesto. Pero yo hago lo que hago para un espectador que quisiera que esté concentrado en lo que está viendo. En ese sentido, hago con la misma energía cine, televisión y  teatro. Mientras que haya un buen guión, no me condiciona eso.

-¿Poliladron también fue una bisagra en tu carrera?

-Bueno, fue lo que hizo que saltara a ser conocido. Y el saltar a ser conocido ayuda a que te llamen y a tener cierta continuidad. Me ayudó a poder pegar el salto de médico psiquiatra a esta profesión. En ese sentido, Poliladron fue el primer trabajo popular que hice.

-¿Cómo te llevás con la fama?

-Bien. No es una forma muy tóxica la mía, si hay toxicidad en eso. No me afecta en absoluto.

-¿No es una carga?

-A veces, salís de mal humor y tenés que pararte a hablar con gente que no conocés o que no tenés ganas. Esas cosas pueden ocurrir pero en mi caso son pocas las veces. Además, demuestra que tu trabajo es bien recibido. Aparte me agarró de grande y lo tomo como algo natural que si aparezco en los medios, alguien me vea en la calle y me diga: "A vos te conozco". No me parece una cosa muy rara.

-Ya terminaste la filmación de El robo del siglo, la tercera película en la que trabajás con el director Ariel Winograd. ¿Es uno de los cineastas con quien mejor te llevás?

 

-Lo quiero mucho, sí. Tiene mucha fuerza, mucha capacidad de trabajo. Y esta película es contundente, tiene muy buen guión. Estamos muy contentos. Ahora estoy trabajando en la ópera prima de Gastón Portal: La noche mágica. Es un thriller psicológico con toques de cierta cosa sobrenatural. Sucede en Navidad. Hay un Papá Noel oscuro, así que la película tiene condimentos muy entretenidos.