Poemas experimentales consistentes en colecciones de objetos, o en una torre de onomatopeyas, o en "palabras sueltas escritas en placas que penden en libertad en el espacio" (como escribió su organizador, Edgardo Vigo): todo eso y mucho más, como parte de un lenguaje más que nuevo, se vio hace cincuenta años en la Exposición Internacional de Novísima Poesía. La muestra tuvo lugar entre el 18 de marzo y el 13 de abril de 1969 en el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella, el epicentro de la vanguardia del arte en Buenos Aires. Luego se trasladó (en versión abreviada) al Museo Provincial de La Plata.

Conmemorando medio siglo de aquella innovadora exposición, y en coincidencia temporal con el Festival Internacional de Poesía de Rosario, el Centro de Arte Experimental Vigo (CAEV) de la ciudad de La Plata presenta hasta el domingo 29 de este mes, en una de las galerías del Centro Cultural Parque de España de Rosario (Sarmiento y el río), la exposición Celebración de la Novísima Poesía. La selección incluye serigrafías originales, textos artísticos e informativos, publicaciones, crónicas y fotografías del montaje original. Las obras pertenecen a autores reconocidos como Haroldo y Álvaro da Campos (Brasil) o Ilse y Pierre Garnier (Francia).

"La exposición contó con más de 150 obras, pertenecientes a 114 artistas de 15 países y dividida en tres secciones", escribe Magdalena Pérez Balbi en un ensayo publicado en La Plata en 2006 por Escáner Cultural (http://revista.escaner.cl/node/277). "En la primera se exponían más de 85 libros y libros-objeto, y 40 revistas, la mayoría provenientes de la biblioteca personal de Vigo. Cada uno tenía su respectiva ficha con datos editoriales, comentario de las características de la publicación, artículos incluidos y lista de reproducciones. La segunda sección, donde residía el mayor número de obras, la conformaban las obras de Poesía Visual. Se presentaron en los más variados soportes bi y tridimensionales".

Las fichas mecanografiadas están en la exposición actual, resistiendo dignamente el paso del tiempo gracias a la responsabilidad que tuvo Vigo como archivista de su propia labor y gracias también al cuidado del CAEV, que desde 2016 viene trabajando en el ordenamiento, recuperación y valorización de las obras sonoras, bidimensionales y la biblioteca de Novísima Poesía (catálogos, libros y revistas). Analizando crónicas de la época, los investigadores del CAEV están logrando reconstruir una descripción precisa de la muestra. Ellos cuentan que "en la última sala, casi en penumbras, se presentaba la sección de poesía sonora, con obras de quince poetas paradigmáticos. Organizada en sesiones de diez minutos de duración que se intercalaban cada media hora, la programación elaborada por E. A. Vigo ofrecía un panorama desde los primeros poemas de 1919 a la fecha".

La impresión general es la de un irrecuperable internacionalismo, un aire cosmopolita que mezcla idiomas en busca de un código común.

Nacido en La Plata (Provincia de Buenos Aires) en 1928 y fallecido en esa ciudad en 1997, Edgardo Antonio Vigo fue el artista plástico de vanguardia que introdujo la poesía visual en Argentina, a través de la revista Diagonal Cero, que él dirigía, y que salió entre 1962 y 1968. En Rosario se conocía su trabajo como activista del arte correo gracias a su difusión por la artista rosarina Claudia del Río. La forma de trabajar de Vigo era en red. Aquella muestra de 1969, según los curadores de la de 2019, "significó el ápice de un conjunto de intercambios, lecturas, re-escrituras y experiencias".

Una paradoja de la vanguardia, arte de ruptura con la tradición, es que reconoce una tradición: una tradición de ruptura, en las vanguardias anteriores. Integraban la muestra de 1969 algunas piezas emblemáticas dadaístas de 70 años antes, como el poema fonético Karawane (1917), de Hugo Ball. (De hecho, la obra de Vigo que sirve de imagen a la exposición de 2019 acusa una fuerte influencia de otra por Man Ray). Entre las piezas contemporáneas había algunas que deben haber sido muy impactantes, como la instalación y performance audiovisual e interactiva A propósito de Mallarmé, de Ana María Gatti (que se describe en una cartela de la muestra actual), los Móviles poéticos de Dennis Williams o la Torre de Babel de Luis Pazos.

Autores como Ronaldo Azeredo (Brazil), Liliana Landi (Italia), Shoji Yoshizawa (Japón), Paul de Vree (Bélgica), Eugenio de Vicente (España), Michele Perfetti (Italia), Luigi Ferro (Italia), Clemente Padín (Uruguay) o Moacy Cirne (Brasil, del grupo Poema Proceso) exploraban las posibilidades expresivas de tecnologías entonces novedosas o modernas como la serigrafía, el troquel y la máquina de escribir. La búsqueda era la de un nuevo lenguaje. La historieta, por ejemplo, fue aprovechada en sus puros grafismos sin palabras para contar una Historia de amor entre cómicas formas abstractas por la italiana Mirella Bentivoglio.

La impresión general es la de un irrecuperable internacionalismo, un aire cosmopolita que mezcla idiomas en busca de un código común. Hilando fino, acá se disfruta mucho todavía de lo que en semiótica se denomina "iconicidad", esas instancias en que el signo transmite su significado a través de la forma gráfica: la palabra "agua" se disuelve, la palabra "cosmos" forma un todo, etcétera. (¿Cuánto de todo esto fue cooptado por la publicidad? Otro problema de la vanguardia, la primera línea de combate, es que no quieran seguirla).

Incansable difusor de novedades estéticas, Edgardo Vigo escribió y tradujo artículos sobre poesía concreta (como se llamaba en Brasil). Entre ellos, uno de Haroldo da Campos sobre el grupo Noigrandes; una palabra (como el autor explica) que nadie sabe lo que quiere decir. De una creciente semejanza "entre la actitud creativa y la del científico" partía da Campos para "marcar el campo de ensayo de un nuevo lenguaje poético, esto es, capaz de corresponder al horizonte de una civilización eminentemente técnica y las nuevas relaciones de producción en él desarrolladas, inclusive en un nuevo humanismo tecnológico, que no teme, sino que incorpora a la máquina".

La última frase da vértigo, y este tiempo contemporáneo de teléfonos móviles en red eriza los pelos del espectador con el déjà vu de ser sólo personajes en un sueño premonitorio realizado como pesadilla.