Necesitó Mattel casi 6 décadas –y años de quejas de indignadas madres, además de una estrepitosa caída en ventas– para convencerse de que la imposible muñequita Barbie necesitaba contundente extreme makeover. Y el profundo cambio de imagen arribó recién a comienzos del pasado año, cuando anunció la factoría una nueva línea que promovería diversidad, representando más amplia variedad de mujeres de distintas tallas, colores, razas. Un paso primero importante para que las niñatas comprendieran que beldad no es sinónimo de mujer cis blanca con cinturita de avispa, que sin duda entusiasmó, pero también dejó con sed de más… Y más, mucho más, es lo que ha ofrecido un empresita neoyorkina, que acaba de anunciar la venidera salida de un revolucionario chiche: una muñeca trans. O, como se ufanan medios norteamericanos, “la primera muñeca trans del mundo”, obra y gracia de Tonner Doll, firma con larga data en la producción de juguetes basados en “héroes y heroínas socialmente transformadores”; entre ellos, figurines plus-size o articulados de la Mujer Maravilla, el Hombre Araña, Harry Potter… 

Resonantes nombres a los que Robert Tonner –su fundador y principal artesano– ha decidido sumar el de Jazz Jennings, una celebrity trans de 16 años, devenida inspiración total de la flamante y celebrada muñeca Jazz. “Ella representa todo lo que respeto de una persona desde el punto de vista humano: es increíblemente corajuda, inteligente, de buen corazón, creativa”, esboza el hombre que conoció a J.J. a través del programa 20/20 de Barbara Walters una década atrás, cuando Jennings –de solo 6 añitos– contó a cámara que, desde que pudo decir palabra, se identificó como chica. 

A ese primer reportaje lo siguieron otros, y Jazz se convirtió en una jovencísima activista por los derechos trans, dando charlas y conferencias, inaugurando exitoso canal YouTube, publicando dos libros –la autobiografía Being Jazz. My Life as a (Transgender) Teen y el ilustrado I Am Jazz, especialmente pergeñado para peques–. También decidió mostrar sus avatares diarios, los pormenores de su transición, cómo lidia con el bullying de transfóbicos, en su reality-documental de canal TLC, también intitulado I Am Jazz. Y aprovechando la famita ganada, abrió una organización sin fines de lucro, la TransKids Purple Rainbow Foundation. “Puede que la sociedad sea más tolerante que hace una década, pero aún hay muchísima gente que no entiende nuestros derechos”, esgrime la brillante muchachita que tiempo atrás fuera incluida entre los 25 teens más influyentes según Time Magazine.  

Por lo demás, una edición limitada de la muñeca de mil amores –que acaba de hacer debut estelar la New York Toy Fair– llegará a tiendas seleccionadas de la Gran Manzana recién en julio, con intenciones –si las ventas la acompañan– de extender mercado por dentro y fuera de las fronteras de EE.UU. Por lo demás (bis), el petit maniquí articulado no deja de ser una pequeña-gran conquista que se suma a otras de las últimas semanas; por caso, que la Asociación de Boy Scouts de Estados Unidos haya levantado el veto que impedía el ingreso a niños transgénero, asegurando que –de aquí en más– aceptará y registrará a nuevos miembros basándose exclusivamente en la identidad de género señalada en la solicitud… 

Lo cual no refleja, lamentablemente, el momento que atraviesa la comunidad LGBT en el país del norte, donde la dirección inclusiva profundizada por la administración Obama ya ha comenzado a virar drásticamente en la era Trump. No es precisamente sorprendente de considerar que el principal estratega de la Casa Blanca, el “presidente de facto” según New York Times, es Steve Bannon, referente alt–right a menudo señalado por su misoginia, homofobia, transfobia, nacionalismo blanco y antisemitismo recalcitrantes. Un hombre que, como director ejecutivo del sitio de “noticias” Breibart News, publicó artículos como como “Quiten la T de LGBT” o “Nadie se cree que las mujeres transgénero son mujeres”, o aquel que planteaba “el peligro de la moda de la transexualidad” en niños, al verse “expuestos” a ejemplos de personas como Caitlyn Jenner o –sí, sí– Jazz Jennings. 

Lo cierto es que el gobierno anunció que abandonará la defensa judicial de los derechos de los estudiantes transexuales; defensa judicial con la que el pasado año Barack intentó garantizar la dignidad y seguridad de niñxs y jóvenes trans. Una tensa contienda que, para los desmemoriados, la periodista Cristina Pereda resume del siguiente modo: “El Departamento de Educación estableció en 2016 que los alumnos transgénero tenían derecho a acceder a baños y vestuarios del género con el que se identifican, no el que se les asignó al nacer. Educación amenazó además con retirar los fondos federales a los Estados que no cumpliesen esta directiva ya que consideraba que estaban violando la ley que protege el derecho a la igualdad de los escolares estadounidense. Una docena de Estados querelló contra la Administración y un juez federal les dio la razón, paralizando la aplicación de la directiva del presidente Obama. La Casa Blanca apeló posteriormente esa decisión, pero Trump ha ordenado retirarla”.

Acción que ha movilizado a alrededor de mil padres de chicxs trans, que ya han procedido a enviar al primer mandatario una carta abierta explicando que la medida los que ha dejado “asustados y con el corazón roto”. “La determinación de socavar nuestro progreso legal es mezquina y amenaza potencialmente el bienestar de nuestros amadxs hijxs”, subrayó el inquietado grupo frente al revés. ¿Cómo no estarlo en un país donde alrededor del 90 por ciento de las personas trans ha sufrido alguna forma de hostigamiento en su ámbito laboral? Donde, conforme anota la abogada e integrante del colectivo The National LGBTQ Task Force Victoria Rodríguez, “un 41 por ciento de los miembros de la comunidad ha tratado de suicidarse, la tasa más alta de Estados Unidos en cualquier demografía. Y tenemos además cuatro veces más probabilidades de vivir en la pobreza”.