Félix Silvero es devoto del Gauchito Gil, no uno más sino quien lleva la doble cruz en la cabalgata de los gauchos cada 8 de enero en la ciudad de Mercedes: “Para mí hay una definición entre lo religioso y lo que no lo es. Acá se dice que si estás dentro de lo religioso, no podés ser devoto de San La Muerte y ese es mi concepto. Estar del lado de San La Muerte es como estar del lado del mal, digamos”. Durante las charlas con correntinos, seguidores o no de estos santos ajenos al santoral oficial, muchos sugieren no usar el término “pagano” para no ofender: ellos no hacen distinción y los ven milagrosos como cualquier otro. Es decir, son santos sin necesidad de que el Vaticano certifique lo que ellos ya han comprobado. Carlos Lacour, intelectual mercedino, interpreta el fenómeno de San La Muerte “como algo más profundo que el Gaucho Gil, como una contracultura casi religiosa, una especie de rechazo de lo que está formalizado e instituido: no casualmente está muy extendido el culto entre los presidiarios. Y también tendríamos una forma de entender la vida. De alguna manera, La Muerte –esa interlocutora– es también la vida”.