En esta segunda jornada de gala, James Peebles, Michel Mayor y Didier Queloz obtuvieron el Nobel en Física, por sus aportes en el estudio de exoplanetas: aquellos que se hallan por fuera del sistema solar. Según señaló la Real Academia de las Ciencias de Suecia fueron distinguidos “por sus contribuciones en la comprensión de la evolución del universo y el lugar que ocupa la Tierra en el cosmos”. Mientras Peebles (Universidad de Princeton, EE.UU.) fue reconocido por sus avances teóricos en cosmología física y por sus aportes respecto de cómo surgió el universo, Michel Mayor y Didier Queloz (Universidad de Ginebra, Suiza) fueron galardonados por el descubrimiento, en 1995, del primer exoplaneta que orbita a una estrella similar al sol. Este punto de inflexión abrió el grifo para el hallazgo de miles de planetas “extrasolares”. El 10 de diciembre se realizará la ceremonia y los galardonados se repartirán los nueve millones de coronas suecas, cifra que roza el millón de dólares.

“Era un Nobel cantado. Hace unas semanas con algunos colegas jugábamos a hacer predicciones y sabíamos que el premio vendría por este lado. El de Mayor y Queloz es un trabajo excepcional. El desarrollo de instrumental que ellos mismos realizaron les permitió un logro realmente impactante en 1995, pues encontraron algo que nadie estaba esperando. El primer exoplaneta que hallaron es rarísimo, es del tipo de Júpiter pero se encuentra en una órbita muy cercana a su estrella”, señala Rodrigo Díaz, investigador del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE-UBA). La excentricidad de “51 Pegasi b” o “Dimidio” --así fue bautizado-- radica en que es gaseoso, constituye un quinto de la órbita de Mercurio y su año se completa en tan solo cuatro días. Si ellos dieron con él es porque miraron donde más nadie estaba mirando. A partir de aquí la catarata de hallazgos no cesó y hoy son más de 4 mil los nuevos mundos clasificados por la ciencia más allá de las fronteras del sistema solar.

Para concebir la dimensión del hallazgo, como siempre, hay que recuperar el contexto. “Antes de su descubrimiento, los astrónomos suponían la existencia de planetas fuera del sistema solar, pero no había evidencias directas. En 1992, ya se habían hallado algunos alrededor de un púlsar, que es el remanente de una estrella. Tres años más tarde, Mayor y Queloz dieron por primera vez en la historia con un planeta extrasolar orbitando una estrella similar al Sol, llamada Helvetios”, apunta Ximena Abrevaya, astrobióloga e investigadora del Conicet en el IAFE (UBA). Y completa su argumento: “Con el empleo de la técnica ‘método de velocidades radiales’, luego, fue posible la identificación de muchos otros planetas. También abrió la puerta hacia la utilización de metodologías que dieron lugar a un avance significativo en el conocimiento sobre el universo. Sobre todo en áreas como la astrobiología, que procura la búsqueda de otras formas de vida fuera de la Tierra”.

A mediados de los 90 el hecho a subrayar es que si bien Mayor ya se había consolidado en el campo, Queloz era apenas un estudiante de doctorado. “Es muy interesante que reconozcan a Queloz porque ha realizado un enorme esfuerzo. Los más jóvenes en el campo científico son los que aportan una enorme cuota de fuerza de trabajo en las investigaciones y no son lo suficientemente reconocidos. En este caso, fue distinto. Hoy este investigador es todo un referente”, destaca Díaz, que trabajó durante algunos años en el equipo que comandaba Mayor.

Por otra parte, el Nobel para Peebles también es muy merecido. “Realizó contribuciones importantísimas a nivel teórico. Sus aportes se centran en la predicción de las fluctuaciones del fondo de radiación cósmica. Aunque su intensidad es muy uniforme, ha demostrado, en la década de los 70, minúsculas variaciones que se pueden estudiar con muchísimo detalle”. Con esta descripción, Díaz se refiere a esa radiación permanente que proviene del Big Bang, que apunta a desanudar la complejidad de los orígenes y la estructura a gran escala del universo.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, cuando los premios Nobel comenzaron a entregarse, la física brillaba como la ciencia más importante del mundo. Incluso, en la actualidad, goza de un reconocimiento social que, difícilmente, alcance el resto de los campos del conocimiento. Más allá de las valoraciones personales y la dificultad que implica medir jerarquías entre diversas áreas de conocimiento, constituyó la primera disciplina a cuyos referentes Alfred Nobel buscó encumbrar. Hoy en día, nuevos y extraños mundos se descubren, con una increíble variedad de tamaños, formas y órbitas. Así es como el conocimiento se expande más allá de lo posible hacia el resto del universo, ese vecindario en el que también habita la Tierra. El hallazgo de nuevos cuerpos celestes y su potencial posibilidad de albergar vida significa una auténtica bofetada al egocentrismo que caracteriza a nuestras sociedades.

Desde 1901 hasta la fecha se habían entregado 112 premios en la categoría, aunque 210 personas resultaron laureadas, ya que los galardones pueden ser compartidos. Del total, tan solo 3 mujeres fueron reconocidas: la célebre Marie Curie (1903), Maria Goeppert-Mayer (1963) y, el año pasado, Donna Strickland. Esta vez tampoco fue la excepción y, como ya es una pésima costumbre, solo se reconoció el esfuerzo y el talento masculino. El programa de entregas continúa de este modo: el miércoles se premiarán los aportes en Química, el jueves Literatura y el viernes estará reservado para el de la Paz. El próximo lunes, finalmente, será el turno de Economía.

[email protected]