Me desperté a las 6 de la mañana. La lluvia y el viento que pegaban en el techo de mi cuarto no me dejó dormir. Supongo que los nervios tampoco. La semana anterior habíamos estado organizando los últimas cosas para asegurarnos la seguridad de la caravana. Conseguir chalecos, trajes de lluvia, revisar los frenos y las cubiertas. A las 7 am nos encontramos con las primeras que habían llegado en la Shell de 9 de Julio e Independencia. La mayoría estaban retrasadas por la lluvia. ¿Salimos igual? Era la pregunta que circulaba entre nosotrxs. El viento me dá más miedo que la lluvia, se escuchaba bajito. Esperamos que lleguen todxs, hicimos una charla de seguridad, tomamos coraje y salimos. La alegría nos desbordaba a todxs, la primera cuadra no paramos de tocar bocina. Yo me sentía feliz como nunca, era un sueño. Siempre quise tener una oportunidad para que nos encontremos y compartamos quienes tenemos el mismo amor por las motos y su mundo. Era la ocasión ideal. Subimos a la autopista y de a poco nos fuimos ordenando en caravana. La primera era Irene, ella conoce bien el camino porque lo hace todos los días. Atrás se ordenaban en zig zag las demás compañeras en motos de diferentes cilindradas, grandes y chicas pero todas decoradas con flecos verdes, banderas del orgullo, banderines, pañuelos. La formación de 13 motos se mantuvo ordenada sobre el carril derecho. Íbamos despacio, a 60 km/h promedio. La lluvia aflojó pero el viento no. Yo estaba atrás de todo y veía como algunas motos se movían inestables y bajaban la velocidad. Se sentía la tensión. Las esperé y nos unimos nuevamente a la caravana. El acompañarnos y cuidarnos es lo más importante. Frenamos en el peaje de Hudson. Nos bajamos de las motos y nos abrazamos. Las palabras de aliento y el decirnos que el viento no nos va a tirar fueron la clave. Muchas se subían a la autopista por primera vez. Después de este bautismo vas a estar preparada para lo que sea, nos decíamos riendo y felices. Nos acomodamos los trajes y seguimos viaje. Faltaba un tercio del recorrido pero se pasó muy rápido. Me hubiera gustado que este viaje dure más, realmente lo estaba disfrutando. Para cuando bajamos de la autopista las nubes negras ya estaban encima nuestro. Pasamos el cartel de La Plata y se largó una cortina de agua. Agradecí que no haya sido antes. Entramos a la ciudad tocando bocina y haciendo mucho ruido, parecía que éramos miles.

El domingo a la mañana salió otra caravana. Las esperamos en la plaza con las motos alineadas y nosotrxs exaltadxs. De repente éramos el doble, muchxs sin conocernos queríamos fotos, contactos y abrazos encuentreros. Y como no se trata solo de las motos, armamos la ronda y empezamos a contar nuestras experiencias, cómo es lidiar con algunos estereotipos y qué nos pasa cuando decidimos habitar espacios que parecerían estar reservados sólo para varones cis. El feminismo y las prácticas feministas lo atraviesan todo. Terminamos con la idea de que este es el comienzo. Sacamos otra foto, esta vez en tetas y prendimos los motores para recorrer la ciudad y compartir con todes les conpañeres nuestra emoción motoquera.