Lenín Moreno era el vicepresidente de Rafael Correa y debe a éste su triunfo electoral. Sin embargo, a poco de asumir la presidencia acordó con toda la oposición a Correa, hizo procesar a su vicepresidente, lo encarceló y declaró vacante la vicepresidencia porque no se presentaba a ejercerla (claro, estaba preso), lo redujo en prisión a condiciones vejatorias y peligrosas para su vida, persiguió penalmente a todos los opositores.

Para eludir cualquier obstáculo constitucional y judicial, este Lenín ecuatoriano convocó una consulta popular en forma inconstitucional, porque omitió el control previo de la Corte Constitucional, llevándola adelante sin este requisito. No obstante el alto rechazo de los votantes, mediante la persecución y desarticulación de la oposición, logró obtener la mayoría, lo que lo habilitó para reemplazar a los miembros del Consejo de Participación Ciudadana, órgano democrático y plural que tiene amplias facultades de designación y que, mediante este recurso, quedó bajo su mandato unipersonal. La democracia plural se convirtió de este modo en una democracia “plebiscitaria” (si se la puede seguir llamando “democracia”), pues en realidad el Lenín ecuatoriano asumió la suma del poder público: es el actual “Supremo” sudamericano.

En ejercicio de esas facultades omnímodas destituyó y reemplazó a los jueces de la Corte Constitucional y a los miembros del Consejo de la Judicatura y mantiene a todos los jueces sometidos a una evaluación cuyo resultado negativo implica destitución. También está ahora sometiendo a los jueces de la Corte Suprema a un procedimiento de calificación de sus sentencias que, en caso negativo, implicaría su destitución. Además, como si todo esto fuese poco, un funcionario “anticorrupción” está habilitado para disponer “glosas”, casi cómico nombre con que se designan órdenes de embargo por cientos de miles de dólares contra todo funcionario o ex funcionario, incluyendo a diputados de la oposición, quienes para levantarlas deberán acudir a la justicia contenciosa, que acaba en la cúpula antes maniobrada y maniatada. Estas “glosas” implican “indicios” de responsabilidad penal, lo que hace que los afectados queden al borde de la prisión.

El escándalo institucional ecuatoriano es el más grave y aberrante de todo el continente, pues en verdad nadie se atrevió a tanto desde que cesaron las dictaduras de “seguridad nacional”. Si bien en Sudamérica sobran los casos de aberración institucional y los disparates de algunos presidentes –como el nuestro o Bolsonaro-, nada de lo que éstos hicieron, por grave que fuese, se aproxima a los escándalos institucionales llevados a cabo por el Lenín ecuatoriano. Sin embargo, nadie usó la Carta Democrática de la OEA –por el contrario, el inefable Almagro lo defiende- y tampoco nadie se inmutó porque entregó miserablemente a Assange a las fieras, violando las más elementales normas de derecho internacional y de la más mínima ética humanitaria.

Se esforzó al máximo para tratar de hundir en la cárcel a su predecesor, al que debe su candidatura y su triunfo, pues fue electo por su fuerza política. Por suerte Correa, viendo como pintaba la traición de su “candidato”, optó por quedarse con su familia en Bélgica. El “Supremo” no dejó de hacer papelones internacionales, pues solicitó la captura de su ex jefe a Interpol, que se la negó por considerarla una persecución política. Ante esto, no dudó en cortarle los víveres a Corres, privarlo de su pensión, quitarle la custodia y, más malignamente aún, enviarle agentes ecuatorianos para que lo provoquen e insulten a él y a su familia en Bruselas. Tampoco dudó en quitarle la personería jurídica a la fundación de estudios de Correa en Quito.

Últimamente ha aparecido en Ecuador también un “cuaderno”, supuestamente escrito por una secretaria de Correa durante un vuelo de 30 minutos entre Quito y Guayaquil, donde esta señora detalla con cifras muy precisas supuestas “coimas”, haciendo gala de una memoria y de una capacidad de escritura veloz nunca vista. La historia del “cuaderno” no es nada original para nosotros ni para nuestro fiscal “rebelde” (por prófugo, no por independiente, claro), pero en este caso tiene alguna particularidad interesante: no se trata de fotocopias sino del original, fue encontrado detrás de la estufa de la casa de la señora, ésta dice que lo escribió hace tres años, no obstante, según el código de barras del cuaderno, habría sido comprado el año pasado. Quizá Einstein con la relatividad del tiempo podría explicar este fenómeno de increíble desprolijidad. Como es natural, la diligente y memoriosa señora se rectifica y afirma que lo escribió el año pasado.

Por cierto, la maldad de este “Supremo” sudamericano no tiene límites, pero justo es recordar que el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, el “Supremo” histórico que inspiró la famosa novela de Augusto Roa Bastos, en el fondo fue un defensor de la soberanía de su país, pero este ejemplar plástico contemporáneo hace todo lo contrario, pues –como nuestro Macri- no duda en hundir al suyo en el endeudamiento y la pobreza abrazado al FMI.

De toda formas, parece que el pueblo ecuatoriano no está muy conforme, pues pese a haber proscripto por todos los medios al “correísmo”, éste –con los rótulos que pudo encontrar- le ganó las elecciones municipales. Su popularidad se precipitó aún más cuando para satisfacer las exigencias del FMI, quiso poner en práctica fuertes recortes presupuestarios que -como siempre- recaen sobre los planes para los sectores más pobres, que comenzaron a tomar las calles de Quito encabezados por las comunidades de Pueblos Originarios. Ante esto, el blanquísimo “Supremo” –que no se deja amedrentar por los “indios”-, declaró el equivalente a nuestro “estado de sitio”, militarizó las ciudades, acabó por decretar el “toque de queda” desde las 15 horas en adelante y reprimió a manifestantes, con el resultado de cinco muertos (oficialmente reconocidos), más heridos y muchos presos.

Por supuesto que el “Supremo” y su equipo, convenientemente cubiertos por los medios monopólicos locales, no dejan de gritar a voz en cuello –o mejor de aullar, con perdón de lobos y perros- que todo esto está orquestado por Correa desde algún café de Bruselas, que cuenta con el apoyo de Maduro, que maneja una conspiración universal en que sólo faltan los marcianos verdes y demás patrañas, a las que nos tiene acostumbrados a nosotros nuestro “gorilismo” local, hoy renovado por Durán Barba (que también parece andar dando vueltas alrededor del nuevo “Supremo”).

De todos modos, dado el avance de las protestas en Quito, no tuvo mejor idea que trasladar la capital de la República a Guayaquil, mientras sigue la represión con claros tintes racistas contra los originarios que se manifiestan pacíficamente al grito de “Fuera el FMI”. Cabe precisar que Ecuador no es un país en que su pueblo haya “normalizado” la violencia homicida ni mucho menos. En este sentido, al igual que en la Argentina, la violencia política letal es abiertamente rechazada. Todo esto y su repliegue a Guayaquil, hace suponer que este “Supremo” de plástico distará mucho de durar lo que el de Roa Bastos.

Todo esto se considera una “traición” a Correa y se suele explicar porque las traiciones son comunes en la política, pero ese no es un argumento demasiado convincente: esto es demasiada “traición”, excesiva incluso como tal y, por ende, requería otra explicación que, finalmente, empezó a salir lentamente a luz.

La cuestión estalló en noviembre de 2018, cuando en tres portales digitales (Milhojas, LaFuente y PlanV) se reveló la existencia de una “offshore” que vinculaba a sus parientes y a su esposa. En febrero de este año, dos periodistas de investigación exponen con detalle la existencia de las famosas empresas “offshore”, constituidas en los “paraísos fiscales” de Panamá y Belice, a nombre del hermano del “Supremo” y de otros familiares, con cuentas en el “Balboa Bank” de Panamá, y todo aparece vinculado a la construcción de una hidroeléctrica, cuya negociación habría dado lugar al pago de una “contribución” de 18 millones de dólares. Si bien de inmediato el hermano del presidente se apresuró a ordenar que borrasen su nombre de esas empresas y que se procediese a disolver una de ellas, las diez impresiones digitales ya no se podían eliminar.

De la cuenta familiar –en que a diferencia de Macri, no aparece el nombre del presidente, pero sí de sus allegados íntimos- se pagaron muebles antiguos destinados a su hija en Ginebra y el dinero para la compra de un apartamento en Alicante (España). Todo esto dio lugar a que se decidiera la indagación previa número 030-2019-FG contra el presidente, su esposa, su hija, su yerno y su hermano, pero como esta medida quedó en manos de la Fiscal General previamente nombrada “ad hoc” por el asistente más diligente del propio “supremo”, allí se halla convenientemente “cajoneada”.

Estos negocios habían sido iniciados en tiempos en que el hoy omnímodo mandón era vicepresidente de Correa y, sin duda, estaban en conocimiento de los siempre atentos servicios de “inteligencia” extranjeros, que también con seguridad habrían preparado una más que prolija “carpetita” con copia de toda la información detallada y que, oportunamente –con su discreto habitual estilo “mafioso”- se la habrían hecho llegar al “Supremo”. Dicho de manera harto grosera, éste habría sabido oportunamente que estaba “agarrado” por la zona más sensible de su anatomía.

No es necesario abundar en consideraciones para concluir que esta explicación es mucho más satisfactoria que la que atribuye su conducta a un mero afán o costumbre “traicionera” o a características personales de psicólogos improvisados. También explica que la intensidad de la “traición” haya hecho saltar las agujas del “traicionómetro” hasta superar sus registros máximos.

Cabe imaginar que la actual “filtración” de la información sobre las “offshores” y las cuentas también forman parte del “carpetazo”, advirtiéndole que ya no puede jugar a las escondidas y que debe obedecer “his master’s voice” en forma incondicional, tal como lo viene haciendo.