La noche del 13 de julio de 1977 en Nueva York es recordada como accidentalmente histórica. El Bronx ardía al borde de la anomia, cuando se cortó la luz en la ciudad entera; la oscuridad aventajó a muchos desposeídos, que tomaron la ley en sus manos, ahí mismo y en Brooklyn. El raid delictivo más grande en la historia de la ciudad dejó como resultado más de 1600 saqueos, 3700 detenciones y más de 500 policías heridos. Pero una nota al pie de la criminalística entrega el dato vital: lo más robado aquella noche fueron bandejas giratorias y equipos de sonido, dando lugar a la primera explosión de las crew de hip hop en la ciudad. Desde la Argentina y varias décadas más tarde, Kris Alaniz cree que todavía vale la pena recordar ese origen. “El rap nace de la crisis, gente de barrios bajos que necesitaba expresar cómo vivía. Desde ahí, todo queda marcado por lo político. Y aunque toda la música sea política, el hip hop tiene el poder de decir más en menos tiempo. Eso me parece increíble”, se entusiasma.

La cantante, productora y beatmaker va a participar como organizadora y artista del Festival Fuega Nena en su edición inicial, a realizarse este sábado desde las 20 en la Sala Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330). La propuesta prioriza en su grilla la presentación de “mujeres y disidencias”, con el objeto de darles un espacio y “descentralizar la movida urbana” -así lo dice ella-, mayormente asociada al barrio de Palermo, donde el último domingo se llevó a cabo, también con su presencia, el festival Oktubre al Dente. Además de otras artistas -Rebelión en la Zanja, La Kabronx y Lit Jota-, prometen variedades como comida vegana, peluquería y maquillaje con glitter. La ocasión va a ser aprovechada para seguir presentando los dos singles que ya lanzó este año vía Spotify: la chacarera con sangre carioca “Multicolor” -junto a las colegas latinas Nakury, Taz Mureb y Magia-, y “La Sicaria”, cumbia colombiana en colaboración con Ivonne Guzmán. Ambos, siempre, en clave hip hop.

Los cortes van a formar parte de En Línea, su tercer álbum de estudio, a editarse a comienzos de 2020 -en sucesión de Vagabunda Original (2015) y Conexión Natural (2014)-, trabajo que la cantante anticipa como un híbrido en el que intenta plasmar diferentes raíces. “Me gusta pensar en un disco muy diverso, la idea es demostrar que se puede rapear en otros géneros. Hay muchas raperas mujeres -más que varones-, que también exploran esos estilos. Gente como Sara Hebe o Miss Bolivia dejan en claro que se puede viajar por distintos géneros, y unificarlos con el hip hop y el contenido”, explica la MC, que también co-conduce Derrape por FM Oktubre.

La historia de la rapera de 30 años mereció ser contada, y así se hizo, pero ella misma vuelve el dedo hacía ahí para describir su camino en el arte y práctica de género. Criada en el seno de una familia de mujeres sin inclinaciones artísticas, Cristina Alexandra Alaniz empezó a bailar a los 8 años, a tocar la guitarra a los 11, y a cantar a los 16. No obstante, el apego por la música y la visión feminista tomarían a la postre el sentido de una llamada ancestral, al enterarse de que su madre biológica había sido cantante de cabaret. “Ahí me di cuenta de que llevaba la música en la sangre, esa información extra me impulsó todavía más. Comencé a rapear en Tucumán, en Córdoba me profesionalicé en producción, y la propuesta para el primer disco me trajo a Buenos Aires”, recapitula la MC catamarqueña, que de chica miraba hacia adentro a las pioneras Actitud María Marta, y hacia afuera, a Erykah Badu y Ms. Lauryn Hill. Para ella, “gente que logró pararse en un lugar por entonces imposible de llenar para una mujer”.

-¿Cuánto cambió el hip hop desde entonces hasta ahora?

- Muchísimo. Cuando arranqué, no había estudios que se encargaran de grabar rap. Empezabas a rapear y jamás te imaginabas que ibas a grabar un disco, o que ibas a poder ganarte la vida haciendo hip hop. No había público, ni demasiadas bandas. Hoy existen estudios que trabajan sólo hip hop, se crearon sellos, vienen artistas de afuera y hay muchos espacios para salir a tocar. Gracias a las batallas de freestyle, también se logró que la argentina se posicionara como una de las mejores escenas de América Latina.

-Organizaste batallas femeninas de freestyle, dictaste talleres y produjiste discos. ¿En qué momento viste que podía cambiar el rol de la mujer en ese ámbito?

- Desde el primer momento en que vi situaciones que no estaba dispuesta a soportar, o nunca me había imaginado que iba a tener que atravesar. Es mucha la lucha que falta todavía. Lo principal para emanciparnos del sistema patriarcal en el que vivimos es hermanarnos entre mujeres y disidencias. Contenernos y hacer la fuerza, además de generar modelos a seguir: al ser una de las pocas mujeres raperas en el país, otras pibas se animaron porque me vieron a mí.

-Algo similar pasó con Eruca Sativa dentro del rock, de quienes fuiste invitada en eventos como el Cosquín. ¿Cuán importante es seguir propalando el mensaje desde adentro?

-El sistema que nos atraviesa nos ha enseñado que las mujeres no tienen que compartir. Que no pueden juntarse el fin de semana a jugar al fútbol, o mirar un partido tomando una cerveza. Ese no era nuestro mundo. Lo que se generó en el Cosquín Rock fue hermoso, un ejemplo para muchas otras artistas que empezaron a hacer lo mismo después. En 2016, el machismo que había dentro del ambiente de la música me impulsó a lanzar Malas Lenguas, el compilado femenino para el que produje todas las pistas, e invité a grabar a otras 16 raperas que no tenían lugar. Está bueno ocupar nuestros propios espacios, sin necesidad de esperar a que ningún hombre nos llame.

-Este domingo en el Luna Park se va a realizar la Final Nacional de la Red Bull Batalla de los Gallos, una de las principales competencias a nivel local. En esta edición, hay dos mujeres entre los 16 participantes. ¿Cuál es el panorama?

- Me gustaría que no las pusieran a competir entre sí en primera ronda, como ha ocurrido en España. Que les den la oportunidad de competir con alguno de los MC varones, y ojalá alguna llegue al menos a semifinales. Hay acotes que todavía no están vetados en la Red Bull, y que habría que empezar a desplazar: los misóginos, los gordofóbicos, o los transfóbicos. También faltan jurados mujeres.