La falta de consistencia de la macro no es una novedad. No es necesario tener un doctorado en Harvard para comprender el desequilibrio entre el sistema financiero y la economía productiva. Con un par de datos duros resulta suficiente. La Argentina tiene 80 bancos que reciben 2400 millones de pesos por día por las Leliq y tiene 4 millones de personas en situación vulnerable que reciben 500 millones por AUH.

Los economistas tienen la capacidad de encontrar un justificativo para cualquier situación. Los consultores pueden decir que las ganancias de los bancos por intereses en letras de corto plazo son necesarias para evitar mayores problemas. Pero la intuición dice otra cosa: pocos se llevan mucho y muchos que la necesitan se llevan poco.

Los conflictos distributivos son el principal punto de presión para pensar la economía de los próximos años. La Argentina tiene desequilibrios monetarios, externos y fiscales que en algún momento deberán cerrarse para recuperar cierta estabilidad. La pregunta del millón es quién terminará haciéndose cargo de pagar estas cuentas.

La forma sencilla de plantearlo es que el país no tiene los recursos para hacer todo al mismo tiempo: pagar las deudas con acreedores externos, recuperar el poder de compra de los salarios, mejorar las jubilaciones y asignaciones universales, pagar los intereses de las Leliq y sostener el tipo de cambio con reservas internacionales.

En la medida que la economía sigue estancada lo que hay para repartir es un juego de suma cero. El poder de compra de los salarios puede aumentar únicamente si los empresarios aceptan una menor rentabilidad o si los acreedores no cobran todas sus deudas (liberando los recursos para que el Estado haga política de ingresos como subsidiar las tarifas). No parece por ahora posible encontrar otra fuente de renta para repartir.

El mercado tiene claro esta situación y sabe que tiene mucho para perder en un esquema en el que se apunte a distribuir los ingresos de forma equitativa (no importa si la torta es grande o chica). Por ello vuelven a circular los informes pesimistas de las consultoras adelantando para los próximos años plagas como la hiperinflación. Son los mismos consultores que hasta el inicio de 2018 hablaban a favor del ciclo virtuoso de endeudamiento.

Esto no implica que todos los informes de la city sean irrelevantes. No todos repiten el libreto. En las últimas semanas circuló un reporte de un banco internacional que permite pensar en detalle los desafíos. El informe tiene unas 25 páginas y lo firma Fernando Jorge Díaz del equipo de investigación de mercados emergentes del Citigroup.

El documento describe con rigurosidad cuatro dilemas interesantes para los próximos años: 1) hacer crecer los salarios y jubilaciones reales mientras se mantiene un tipo de cambio competitivo; 2) conseguir aumentar el poder adquisitivo de la población sin enfrentarse a nuevas dificultades fiscales; 3) impulsar la demanda agregada (consumo del mercado interno) sin erosionar el superávit comercial; y 4) recuperar la acumulación de reservas sin tener acceso al financiamiento en los mercado externos.

La respuesta a estos dilemas es evidente. Todo al mismo tiempo no se puede. La salida de los próximos años tendrá nuevos ganadores y perdedores. La idea de repartir en forma equitativa los costos del desequilibrio es elegante pero impracticable.