El nombre no siempre es atributo de la cosa. El Coloquio empresario es parco en ideas, de ordinario las pocas que se aportan provienen de invitades ajenes a las corporaciones patronales.

La cobertura de Página 12 reseñó las principales actividades, acá se escogen algunas muestras del pensamiento vivo de la crema del empresariado local, poco afecto a las lecturas, a la reflexión o a la escucha.

Uno de los picos más explícitos lo proveyó Federico Braun*, dueño de La Anónima. Embistió contra la evasión impositiva que, arguyó, produce pérdidas hasta para las filiales argentinas de los grandes hipermercados mundiales. Denunció a los negocios que, tras cavilar, designó “orientales”. Para buscar precisión o para impedir que los uruguayos se sintieran aludidos, la moderadora lo corrigió con delicada firmeza: “chinos”. Así es, concedió el pope. Y agregó una historia. Una vez, en un paraje que no especificó, fue robado un camión con productos de marca propia de su cadena. Días después un gerente de La Anónima vio productos de esa marca en un super chino.

“Eso no es evasión, es choreo” clamó el decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo, invitado especial al simposio.

Se torna casi ocioso agregar algo. Los jeques capitalistas se especializan en criminalizar trabajadores, sindicalistas, piqueteros, ahora la emprenden contra la competencia. Dibujan autorretrato mucho más preciso y creíble que la anécdota-fábula.

Para muestra basta un botón, palabra polisémica en este caso. Pero hubo más.

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Un borrador de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), difusamente propagado, mociona que continúen en sus cargos los actuales titulares de la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el Banco Central (BCRA), la Unidad de Información Financiera (UIF).

Roma no paga traidores pero premia leales. Funcionarios amigables reciben un espaldarazo anti republicano e intrusivo. La gran banca pide cogobernar, demasía que encubre con discursos sobre continuidad institucional y otros temas ajenos a su experticia o a su líbido.

El candidato a presidente Alberto Fernández respondió respecto de Guido Sandleris, presidente del BCRA. Le negó merito para mantenerse en el cargo. La gestión de Sandleris rezuma fracaso por donde se la mire, aún atendiendo a sus propias premisas. Queda, por añadidura, pendiente investigar su actuación el lunes 12 de agosto cuando por torpeza o mala fe permaneció impertérrito ante la corrida del dólar que podría haber mitigado o frenado con medidas que solía tomar hasta el viernes anterior. Ser investigado, se subraya. No procesado de volea ni encarcelado sin condena firme ni sujeto al cargo de infame traidor a la Patria. Eso padecieron sus precursores, cuatro años atrás, ante el silencio cómplice o los vítores de la gran Banca y los medios hegemónicos. Muchas malas prácticas deben cesar en la Argentina: entre ellas la judicialización de la política, el encarcelamiento como recurso para domesticar o desplazar adversarios.

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Merece un abordaje más delicado las iniciativas de donaciones formuladas por mega empresas en general vinculadas al sector agropecuario o a la producción de alimentos. Algunas pueden ser bienintencionadas o, quién sabe, funcionales en la coyuntura. Pero como criterio general, opina este cronista, constituyen una torpeza o una perversión.

Las patronales que en demasiados casos son evasoras de impuestos o cargas sociales tienen primero que cumplir sus deberes. Luego, si desean, podrían agregar “sacrificios”: renunciar a parte de sus ganancias o distribución de dividendos. Repatriar así fuera una parte de las divisas que fugaron al exterior. O, en general, revisar sus cruzadas “anti costo fiscal” en una etapa de dolorosas carencias.

Convertirse en versiones siglo XXI de las Sociedades de Beneficencia tendría que quedar fuera del menú. Vale evocar que planteos similares se formularon en 2001 o 2002. Algunos provinieron de grandes empresas del sector agropecuario. Y que “el campo” (aunque quizá no esas empresas en especial) se caracteriza por índices galopantes de conchabo informal, trabajo infantil y hasta trata de personas.

La necesidad de un Acuerdo Social exigirá al futuro Gobierno destreza, diálogo y mano firme. Y un cacho de cordura, apego a la ley y autocrítica a las grandes corporaciones… en particular a las rotundas ganadoras del modelo M.