"¡Costuras!" exclama, asombrada por la coincidencia, Rosana Guardalá al tocar la bien visible trama de hilo perlé celeste que mantiene unidas las hojas de su primer libro de poesía, Costura invisible.

Con sensible dibujo serigrafiado al tono por Estefanía Clotti, edición por Patricio Bordes y diseño de tapa por Valentina Militello, el libro lleva en su ángulo superior derecho un emblema que enorgullece a la cultura de Rosario: el molinito de la indestructible y recobrada Biblioteca Popular Constancio C. Vigil (Gaboto 450), a cuya histórica Colección Alfa de poesía y cuento para autores inéditxs pertenece con el número 14 y en cuya sede se presenta mañana a las 18:30. Junto a la autora estarán la poeta y tallerista Carolina Musa, directora de la Colección, con Gabby De Cicco y Rosario Spina.

Costura invisible es el tercer título de la Serie Artesanal de la Colección, serie a la que integra junto con Formas de ordenar el ruido, de Rosario Spina, y Cauce, de Natalia Massei. Estos libros van siendo cosidos a mano por el equipo de la Editorial Biblioteca, con tapas estampadas en la técnica artística de la serigrafía, y vienen armando un panorama de la escritura poética contemporánea en Rosario.

Son precisamente ciertas texturas y gestos de la costura: la hilacha y el hilván, a los que apela la autora como metáforas de la historia de vida que inspira los poemas, y subtítulos de sus dos secciones. "Hilachas" se abre con la misteriosa imagen de la casa propia vuelta "ajena": un vacío puntuado por "cosas abandonadas" a la espera de que "maceren al sol, / que el silencio las desintegre". Poema a poema, se suma mínima información sobre cómo se llegó a esto y cómo se saldrá.

Nacida en Rosario en 1981, Rosana Guardalá se inscribe eficazmente con este primer libro en la generación de poetas que cultivan una mesurada lírica post objetivista. Hay voz, hay un yo que se muestra, pero el canto es cauto y no olvida el título de aquel libro de Francis Ponge que devino en mandato de Tomar partido por las cosas.

Viene a cuento el recuerdo de la poesía italiana de la segunda posguerra, que tanta influencia ha tenido en la de la post dictadura en Rosario, desde donde seguramente llegue a Guardalá como influencia indirecta el tono estoicamente sereno con que se atestiguan las ruinas: aquel dantesco "nessuna croce manca" de Ungaretti, o el inventario minucioso de Montale al enviudar de Xenia; más cerca en el tiempo y en el espacio están los epigramas coloquiales y algo cínicos de la poesía argentina los años '90, que Guardalá parece dar vuelta. Si para Fabián Casas "todo lo que se pudre forma una familia", para Guardalá "las cosas hechas con amor también pueden pudrirse". Hay una letra de mujer o de sujeto queer que entonces fue "costura invisible" y que hoy sube al escenario o asiste desde la clínica de obra a lxs que siguen, función que Gabby De Cicco ha cumplido para este libro.

Viene también a cuento la sospecha de que el mejor disco solista es el disco divorcista; regla aplicable a Steel and Glass de Lennon, a casi toda PJ Harvey y tal vez a este libro, que de esa manera pone una cota muy alta para las obras venideras. Guardalá no escribe aquí de la separación, sino de la vida día a día en una casa de donde el otro habitante ha partido. El lamento no sonaría creíble y la ironía de Jeff Tweedy (el Casas de Chicago) cuando canta en "Hate it here" que ya aprendió a manejar el lavarropas, tampoco. Si para Jeff el logro era hacer la cama solo y planchar, para Rosana consiste en abandonarla: "Al levantarme, / no sacudo las sábanas. / Tampoco/ hago la cama sin arrugas/ ni acomodo los almohadones". No se expresa pena ni desgarro, apenas un asombro casi mudo ante el espacio que se abre: "Me acuesto/ de un lado de la cama/ intento no cambiar de lugar".

Nada de esto es sublime ni banal, ni sublime banal. Género es eso invisible que aparece cuando no se pueden intercambiar los lugares. Por eso a la exposición de las hilachas le siguen "hilvanes", técnicamente la unión constructiva de paños discontinuos a través de un provisorio trabajo de sutura. El linaje de las mujeres de la familia linkea sus cuerpos a través de los síntomas; la tos ancestral trae al presente antiguos "nervios" específicamente femeninos.