Quienes trabajamos como docentes en universidades como la Universidad Nacional Arturo Jauretche (Unaj), universidades nuevas, ubicadas en zonas postergadas del conurbano bonaerense, sabemos que nuestras audiencias, eses estudiantes con quienes compartimos horas y saberes, provienen de historias y trayectorias distintas a las nuestras. Primeras generaciones en llegar a la universidad, chicas y chicos que trabajan y cuidan y, en muchos casos, profesan cultos cristianos que no dejan afuera de la laica universidad pública. Nos habituamos en la Unaj a los pañuelos verdes y a los celestes, y con la finalidad de problematizar esa cuestión, quienes integramos el Programa de Estudios de Género (PEG) organizamos en septiembre pasado las Primeras Jornadas sobre Feminismo y Religiosidad. Nos preocupaba tematizar algo que a veces nos desborda: formamos futuros profesionales de la salud, y muches de elles profesan religiones cuyas jerarquías avalan prácticas que van contra el derecho a la salud y al respeto a decidir sobre nuestros cuerpos. ¿Cómo hacer para no ir contra las creencias, pero a la vez afirmar la laicidad de la universidad y una formación que garantice derechos? A pensar y debatir sobre el tema nos llevaron los ponentes, todes docentes-investigadores de la UNAJ: Marcos Carbonelli, mostrando la historia de las relaciones entre religión, estado y política en Argentina; Taly Barán, planteando alguno de los ejes posibles de un diálogo teórico entre feminismo y religiosidad; y Gabriela Irrazábal, quien compartió avances de su investigación sobre el modo en que la embriología moderna creó al feto como un ser visible, lo que dio origen a la imagen que levantaron los antiderechos durante el debate parlamentario de 2018. Luego vinieron las voces de actores sociales de las religiones que se han comprometido con la agenda del feminismo: las Católicas por el Derecho a Decidir y Gabriela Guerreros, pastora evangélica marxista y feminista. Hubo quienes buscaron deslegitimizar esas experiencias, hubo quien quiso que se oyeran "otras voces" que sopesaran tanto "pañuelo verde", pero también hubo estudiantes que se dieron cuenta de que el feminismo es un proyecto de emancipación, que contempla y participa de las religiosidades populares, que no se trata de "ideología de género" ni adoctrinamiento, sino de derechos, en el seno de la Universidad laica, más universal mientras más diversa.

Las integrantes del PEG consideramos que el feminismo académico es una práctica política que debe estar comprometida con los debates del momento. Por eso queremos seguir sosteniendo este espacio, donde una universidad como la UNAJ, maltratada en los últimos tiempos y que, sin embargo, sostuvo su proyecto de inclusión con excelencia en el conurbano sur, sea capaz de alzar una voz y protagonizar un debate necesario, que le haga frente al crecimiento de los discursos religiosos antiderechos y pueda pensar, en clave feminista, con las religiosidades comprometidas con las demandas sociales. Más aún en los tiempos que se vienen, donde esperamos otra vez volver a llevar al parlamento la ley del aborto legal, seguro y gratuito.

 

*Docente de UNAJ/Equipo Responsable del Programa de Estudios de Género.