“¿Y ustedes cómo se hicieron feministas?”. Barbi Recanati acaba de hacer la presentación del evento y se dirige ahora a las dos invitadas especiales que fueron convocadas para dar cierre al Goza Tour: una serie de encuentros organizados por Futurock y The British Council, donde convocaron a artistas, productoras y trabajadoras del sonido para reflexionar acerca de la situación de la mujer en la industria musical. Desde febrero de este año, fueron siete charlas en ciudades de todo el país, coordinadas por la ex Utopians y de las que participaron Miss Bolivia, Susy Shock, Natalia Perelman, Romina Zanellato, Pat Pietrafesa, Marilina Bertoldi y Lula Bertoldi. Shirley Manson, vocalista de Garbage e icono de la movida alternativa de los 90 y Francisca Valenzuela, música chilena responsable de la plataforma feminista internacional, inclusiva e interdisciplinaria Ruidosa se miran, toman aire y empiezan a contar.

Manson se sintió feminista de muy pequeña cuando vio en una revista una foto de una mujer semidesnuda y advirtió, así de chiquita, que algo mal había en esa imagen y ese cuerpo objetualizado. Valenzuela descubrió que el feminismo sería el único camino que le permitiría desarrollar su arte en los términos que ella quería, y que sólo juntándose con otras mujeres podría llevar adelante un proyecto para defender y continuar. Un poco antes, Recanati había contado su propio derrotero, y cómo el feminismo y el contacto con otras mujeres la había salvado después de pensar en dejar la música para siempre. “El nivel de felicidad que toqué hoy no lo toqué nunca y eso es gracias al feminismo”, resumió Barbi desde el escenario del Espacio Xirgu Untref. Y entonces comenzó la charla abierta en la que entre las tres profundizaron en los aspectos que preocupan a las mujeres, en este caso, en el ámbito de la industria musical.

“Si pertenecen a alguna minoría marginada, dejen de comprar entradas para festivales que no los incluyen y van a ver cómo cambian las cosas”, sentenció Manson consultada acerca de la responsabilidad que tiene cada una en generar y ocupar espacios dentro del mundo de la música. Y así la charla transitó no sólo la preocupación por el lugar que ocupan las mujeres y disidencias en el mapa actual de la producción musical y sus escenarios, sino también en tratar de entender conceptual y políticamente lo que significa poner en marcha una acción específica que opere sobre esos espacios para que dejen de ser exclusivamente masculinos.

“Negocio de la música, qué oxímoron”, bromeó Valenzuela al contar sus aventuras y desventuras con managers, productores y programadores de festivales. Fueron esas experiencias las que la llevaron a emprender el camino de la producción independiente, un camino finalmente exitoso (en los términos tradicionales, ya que ella misma se encargó de aclarar que le parecía fundamental entender que no existe una sola manera de ser exitosas) que le permitió, diez años después, sentarse a negociar con esas mismas discográficas desde un lugar de fuerza muy diferente. “La industria de la música es sobre hacer plata, igual que cualquier otra industria. La música es hablar sobre las cosas que la gente no encuentra palabras para expresarlas. Siempre habrá personas dispuestas a hacer plata de la creatividad de los demás. Se aprovechan de los artistas y siguen queriendo hacer dinero con ellos porque saben que los artistas siempre tendrán la necesidad de crear”, reflexionó Manson. Las tres coincidieron que la única alternativa que hay para poder cambiar los mecanismos de una industria que se rige con la misma lógica que rige al mundo (heteronormativa, patriarcal y capitalista) es construyendo lazos que generen nuevas escenas y vínculos de trabajo y de creatividad.

Consultadas a propósito de la Ley de Cupo Femenino en Festivales Musicales que cuenta con media sanción en el Congreso, tanto Manson como Valenzuela coincidieron en que, a pesar de que sea perfectible, una ley de estas características siempre sirve no sólo por el efecto que puede tener en las condiciones y el volumen de trabajo de las artistas, sino también para poner en la conversación pública temas que si no pasan inadvertidos. “Las cosas no cambian si no se cambia la ley -sentenció Manson-. Está comprobado que estas cosas no se pueden dejar en manos de la buena voluntad de la gente”, concluyó, tras contar cómo a ella misma le habían dicho en 2005 que los festivales de música ya no necesitaban mujeres alternativas al frente de las bandas.

Somos todos hijos del patriarcado. Vivimos en un sistema con el que no estamos de acuerdo, pero todavía no tenemos herramientas para modificarlo”, reflexionó la escocesa a propósito del proceso de concientización y reivindicación de los derechos de las mujeres y las cuestiones de género diversidad sexual que se vive casi globalmente: “Yo crecí en los '70 y nadie que no fuera hétero cis era visible. Todo cambió ahora. Y cuando me siento desmoralizada por el modo en que las personas más marginadas son tratadas en el mundo, tengo que recordarme a mí misma cuánto cambió todo desde que nací. Y sólo puedo asumir que las cosas no pueden hacer otra cosa más que mejorar”.

La maternidad, la precarización, la inclusión en el sentido más amplio, la posibilidad de hacer del desarrollo artístico un medio de vida que no reproduzca sistemas opresivos, la solidaridad, los privilegios, la construcción de vínculos profesionales, el apoyo a los proyectos relacionados con los aspectos técnicos, la posibilidad de una sociedad diferente más igualitaria e inclusiva y menos violenta, son algunos de los temas que sobrevolaron las más de dos horas de un encuentro cuya idea fuerza podría resumirse en palabras de Shirley Manson: “Se puede cambiar el sistema”, sólo hace falta empezar a tomar conciencia, hacer comunidad y organizarse.