SOLO SE TRATA DE JUGAR

La Tango se formó como cantante e intérprete con profesores internacionales que conoció en sus viajes. Vive de los musicales en los que participa, de dar clases de canto y ser vocal-coach para actorxs de teatro y televisión. Su mamá era ama de casa y su papá un comerciante que viajaba mucho a Buenos Aires y le llevaba a Tres Saltos, donde vivían, juguetes que en su pueblo no se conseguían. De chico quería ser fabricante de juguetes y siempre cantó. Un monito con la banana que se la podía meter en la boca era uno de sus muñecos favoritos. Un ómnibus escolar amarillo que funcionaba a pilas y encendía las luces. Otro de sus favoritos era un avión que hacía el recorrido para despegar produciendo el ruido de la turbina a punto de despegar. Las pistas de autos y los trenes también le encantaban. Y en el jardín de infantes pasaba largas horas jugando en el rincón de la casita. “Me clavaba la pollera y las maestras no me decían nada”, recuerda La Tango cuando nos sentamos en una cripta, enfrente de un mausoleo destartalado, con la puerta entreabierta, los pisos destruidos conducen a un sótano rodeado de pasto de donde emana un olor pestilente. El cielo sin estrellas y el aroma a la lluvia de los días pasados se mezcla con el de la tierra y las sepulturas. De vez en cuando la ventisca se reaviva y trae hojas secas y arenilla que nos perturban los ojos. De su pueblo recuerda con ternura el único grupo de teatro que había, que él iba y además de aprender y divertirse también lo protegía del bulling escolar. Una de sus series favoritas es Pose, de Ryan Murphy. Se bajó todos los capítulos y sigue a las chicas por Instagram. De chico flasheaba con Liza Minnelli, y ahora admira a sus amigues contemporánexs Ales Skeleton y Allegra Dee, quién le hizo el vestuario. “Falta poco para que en los jardines hayan talleres de drag queen y drag King, ¿no te parece?”, le pregunto. La Tango asiente con la cabeza, cerrando los ojos; esa es su primera respuesta. Después, caminando en una calle angosta, rodeadxs de tumbas, me dice: “¿Vos decís que lxs niñxs tienen miedo?”. “No”, le respondo riéndome. “Entonces los talleres tienen que ser para lxs xadres”, me dice mostrándome una sonrisa que va de lado a lado, que no sé si se asemeja a la del Guasón o a la de Gardel.

LA SONRISA DEL ZORZAL

“Disculpá, ¿la tumba de Gardel y la de Tita Merello, sabés dónde están?” le pregunto a uno de los chicos que está recogiendo hojas secas en las laberínticas calles del Cementerio de la Chacarita vestido con un pantalón de trabajo verde y una campera amarillo fluo. Nos metemos en una calle muy angosta con tumbas a los costados. “Estamos perdimos entre los nuestros”, digo cuando llegamos al final vemos un mausoleo con una puerta de hierro, curva en su extremidad, de donde salen dos carótidas con los rostros cubiertos por una túnica que se extiende hasta formar una columna, y las manos en posición de rezo. Dicen que acá, en los baños del cementerio, hay teteras. “En la página ‘Nosotrxs y los baños’ hay un montón de historias…”, dice Pablo con su voz firme y modulada, permitiendo adivinar que es cantante.

En sus shows cuenta con dos urnas en cada extremo del escenario. Cuando termina el primer tema dice que hay dos personas muy importantes para ella y que le gustaría que el público le dieran un fuerte aplauso: “Son mis padres”, aclara. La gente empieza a cogotear para ver a dónde están hasta que ella hace una reverencia y les da a entender que en esas urnas están las cenizas de sus xadres. "La Tango habla bastante de la muerte…", le digo. "Habla de que manera unx puede llegar a la muerte. No todo el mundo tuvo el buen gusto y el decoro que tuvieron mis padres de morir de un minuto para el otro, porque les explotó el corazón, pum. Y, es medio tremendo para todxs lxs que quedan, pero en realidad, está buenísimo que te pase una cosa así; porque no llegas con agonías, cero dolor".

Caminando nos encontramos con el Panteón de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, que al escribir esta nota me entero que se trata de una réplica del Monasterio del Escorial de España. Amarillo resplandeciente, con un una cúpula cóncava y otra de igual forma pero en tamaño más pequeño, y una arquitectura gótica plateresca del Renacimiento quedamos deslumbrados. Caminamos. Giramos y encontramos el pantelón de Carlos Gardel. La Tango hace dos temas de él: Volver y una milonga poco conocida que se llama Tortazos.

¡Llegamos!

Mirá que pose marica que tiene, ¿no? ¿Viste que Carmen Barbieri, alguna vez, dejó deslizar que había una cosa bastante homofler en todo ese mundo?, Guillermo Barbieri, su abuelo, tocaba con Gardel. Y esa arpa es la culpa, ¿no? Pensé que iba a ser algo más espectacular. Es medio Carlitos Perciavalle.

¿Tuviste fantasías con él?

No. Siempre me pareció como un payaso, como un mimo, una caricatura de él mismo. Nunca lo vi humanizado. Siempre estaba tan pintado- dice La Tango impostando la forma de hablar-.

¿Te gustaba esa forma de hablar que tenía?

No. La manera de cantar de él responde a una técnica clásica, operística. Por eso esa cosa cerrada y tan vibrateada que colaboraba con el personaje, pero también era un estereotipo. A mí me daba esa sensación como de muñeco maldito- se ríe como Chucky- Je je je, digo, por esa cosa tan impostada. Pero bueno, como compositor e interprete fue un genio. Bueno, pero me vengué y lo hago en versión drag…

¿Y Tita Merello?

Me causa pena porque enloqueció un poquito y terminó sola y cascarrabias en La Casa del Teatro. Para mí es un super referente, cuando empecé a pensar en La Tango se me vinieron a la cabeza: ella y Susana Rinaldi, como mujeres del tango, porque no tuvieron que masculinzarse para cantar. Ellas me parecen muy genuinas. Igual, por la bohemia de la época, me imagino que, puertas adentro, todo era muy bisexual...



TANGO Y DRAG

En su casa de la infancia, cuando La Tango todavía era un niñx, vivía en Cinco Saltos, un pueblito de Neuquén, donde su abuelo ponía la radio y sonaban tangos desde las 5 de la mañana. Todavía recuerda la primera vez que escuchó cada uno. Su papa cantaba tangos mientras se afeitaba. Pablo trabajó haciendo personajes de elenco en el musical Sunset Boulevard y ahora ensaya para presentarse con Hello, Dolly! en el Teatro Opera junto a Lucía Galán y va a hacer de un juez de comedia que pone orden en determinadas situaciones. Vivió en España y en el 2014 en Méjico, donde estuvo 2 años; y fue en ese país donde se conectó más con el tango. Después The Hole. La primera vez que se dragueó fue en Méjico, con un compañero de la obra.

¿Cómo fue?

Estábamos en un bar viendo un concierto de Beyoncé con todas las chicas bailando y yo le dije qué bueno sería hacer un grupo pop como las Spice Girls pero todas drgas. Y me dice ‘Pues, hagámoslo güey’. Pedimos el espacio del teatro Moliere, donde estábamos haciendo The Hole. Mi amigo llamó a 7 personas más y empezamos a jugar a RuPaul durante dos meses donde empezamos a improvisar y experimentar. Nuestra distinción era que cantábamos en vivo porque no queríamos hacer Lip sing, porque todas las vestidas (como le dicen a las drgas en Méjico) hacían el show con fonomímica. Nos llamamos Andra- Josas, esto fue en el 2015. Mi drag se llamaba Violeta y yo hacía de anfitriona; todos teníamos el nombre de un color. Yo era el que hacía más stand up.

¿Y qué decía?

Era un monólogo sobre el éxtasis, que el amor se había podido sintetizar en una pastilla. Hacíamos el dúo de gatos de Rossini. Es una obra clásica que él le escribió a dos sopranos. Es toda maullada y está buenísima la obra. Y cuando volví al país me dije que quería hacer algo mío. Me gusta ponerme el sombrerito, el moño y cantar en los musicales, pero quería hacer algo más...

¿Y La Tango?

Como me gusta viajar al toque dije ‘tiene que ser tango’, y drag; quería que fuera drag. Así nació La Tango, hace 3 años, cuando volví de Méjico. Me junté con Pablo Martín, un amigo que recién había vuelto de gira con Bajo Fondo Tango Club; él tocaba el contrabajo con Santaolalla cantando y varios bailarines en escena.

¿Dónde debutó La Tango?

Los primeros shows fueron en una peluquería, divina, y el espectáculo se llamaba “La Tango en la Pelu”. La gente se copaba más con los textos que con las canciones. Tener a la gente tan cerca me encantó.

¿Qué te produce montarte?

Te pone en otro status y lo ves más que nada por la reacción del otro. Te miran y no te ven a vos. Estás medio perdido ahí entre toda esa producción. Me gusta tener la gente cerca, que me puedan oler, que vean todas las capas del make up que tengo. Lo de estar montado es más del otro. ¿Viste que estás protegido cuando estás montado? La gente no ve a Pablo. Siguiendo al personaje de La Tango, que es una “Señora de la Canción”, hay algo que está delimitado en cuanto a su comportamiento. Yo abordo el drag desde una cosa más teatral, con un recorrido de canciones, no es que me pongo a improvisar en un boliche; que también podría hacerlo…

¿Te maquillas vos?

A veces lo hago yo, a veces Martín, mi asistente. Fue mutando la cara de La Tango, hasta que me di cuenta que no era tan importante tener un solo diseño de la cara con el make up; podía variar. A mí no me sale perfecto como cuando me lo hace otro. Yo estoy tres horas cuando alguien me puede maquillar en una hora y media.

¿Te dragueaste para salir de noche?

Una vez, después de un show, me fui a bailar así. Estuvo re bueno. El único que tenía entrada era yo y fui con dos amigos. En la entrada le pedí que nos dejaran pasar a los tres; si no hubiera estado dragueada no nos hubieran dejado entrar sin pagar. Te da poder. Después, adentro, te saludan otras drags, te elogian la peluca y te sentís super aceptada…

¿Y tenes más levante dragueada?

Por las redes un par de chongos me tirotearon. Yo no lo entiendo mucho porque es como una madrina buena onda. Veo que también ella puede levantar… Pero nunca concretó nada La Tango porque viste como son en las redes, se comieron los mocos...

Así como volviste al país también estas por regresar a tu pueblo…

Sí, no lo había pensado así, pero sí. La gira es en marzo por el sur: Neuquén, Roca y Cinco Saltos. Me dan ganas porque hay cierta impunidad en draguearse y eso yo lo disfruto. Mi status se sube y los demás quedan abajo. Desde que no están mis padres es medio raro volver al sur. Es raro…



PIANO BAR

La música de su show es electrónica pero conserva la esencia oscura del tango. Su voz es potente, por momento gris, y contrasta con los sonidos electro pop que no llegan a ser dance. Las versiones se mantienen cerca de las originales y su interpretación resulta dramática y oscura, como es particular del tango. A veces se presenta con medias pistas y Pablo Martín en bajo y El Pela en guitarra eléctrica, y otras solo con pistas grabadas. El espectáculo dura una hora, tiene 10 tangos y se complementa con monólogos donde La Tango interpreta Tortazos les canta las 40 se la agarra un poco con el público. “Antes eras un pata sucias y ahora te crees lo que no sos”. El concepto que une al espectáculo son textos, entre autobiográficos y ficcionados, que también hablan de sus viajes: “Soy muy viajada pero también muy regresada”, dice antes de cantar Volver y después termina hablando en distintos idiomas: inglés, francés, portugués, sueco. “Es que tengo el pasaporte tan sellado que los idiomas me vienen y no sé qué hacer”, dice petulante la diva. Es que La Tango es una Señora de la Canción, como ella misma se define en algún momento. También monologuea de su padre, de su madre, de la muerte y de abuelo alcohólico que al morir su mujer empezó a beber desenfrenadamente y a escribirle cartas a su difunta y llenaban cuadernos y cuadernos. “No hubo un día que no le haya escrito una carta a ella”, dice acomodándose la peluca que es como una joya.

Este viernes, en Feliza, van a realizar un documental sobre el proceso de des- montaje de La Tango cuando deja de ser ella para volver a ser Pablo. El film también retrata el proceso de otra drag, pero que recién comienza a montarse, Nico, un chico de 17 años, que en los camarines cuando pasa a ser Lola.

15 de noviembre, 22.30 hs.

Feliza: Av. Córdoba 3271