El Grupo de Estudios de Economía y Género de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la UNR, junto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Santa Fe presentaron los resultados de la encuesta “Usos del tiempo y brechas de género” desarrollado en el sector científico tecnológico de la provincia.

El estudio ilustra algunas de las desigualdades de género que se producen en los ámbitos laborales vinculados a la ciencia, la tecnología y la docencia universitaria, y pone sobre el tapete la necesidad de desarrollar políticas públicas vinculadas con el cuidado.

La encuesta fue realizada a 480 personas que representan el 10 por ciento de la población científica de la provincia compuesta por 4.743 investigadores. Los mismos pertenecen a la Universidad Nacional de Rosario, la Universidad Nacional del Litoral, la Universidad Tecnológica Nacional, el Conicet, INTA, INTI y los Institutos de doble dependencia. Todos fueron contactados por un equipo de 16 encuestadores.

“A partir de estas encuestas se puede observar que las tareas de cuidado y voluntarias, no remuneradas, las tenemos invisibilizadas”. Guillermo Peinado.

“La mayoría de las encuestas que conocemos sobre estas temáticas son formularios que se envían por internet y no tienen ningún tipo de diseño probabilístico ni representatividad”, explica la Licenciada en Estadística Lucía Andreozzi quien aclara que en este caso el contacto fue personalizado, confidencial y se destinaron unos 45 minutos para responder todas las preguntas, es decir que la forma de obtener los datos marcó una diferencia.

El cuestionario incluyó seis secciones: vivienda, hogar, estrategias del hogar, trayectoria familiar, cuestionario personal y un diario de actividades. Si bien con este tipo de herramienta se hace un corte de un momento en particular, muchas de las preguntas estuvieron pensadas para abarcar la historia de las personas y tratar de reconstruir el trayecto académico y familiar.

¿Para qué sirve una encuentra de uso del tiempo? Como instrumento analítico permite visibilizar lo invisibilizado en relación al trabajo remunerado y al no remunerado. Es revelador de las actividades hechas durante el día y posibilita valorar tanto social como económicamente el trabajo doméstico, según explica el Licenciado en Economía, Guillermo Peinado. “A partir de estas encuestas se puede observar que las tareas de cuidado y voluntarias, no remuneradas, las tenemos invisibilizadas”.

En general, esta población de investigadores considera que el sistema científico tecnológico es competitivo y meritocrático pero existe un supuesto inicial acerca de que no hay desigualdades ni techos y que al tener un convenio colectivo de trabajo, no hay diferencias salariales por género. “Se supone que la persona que llegó a este sistema está empoderada y tiene condiciones laborales relativamente buenas, sin embargo, de acuerdo a los datos obtenidos, las desigualdades siguen existiendo”, reflexiona Peinado.

La pobreza de tiempo

En las Universidades, los varones dedican mayor tiempo que las mujeres al trabajo remunerado, pero no así al trabajo doméstico y al cuidado de niños y adultos del hogar. Mientras ellas le destinan 3 horas 30 minutos de promedio diario a estas tareas, ellos lo hacen 2 horas 50 minutos.

En el caso de los institutos, las mujeres dedican más tiempo tanto a las labores remuneradas como a las no remuneradas. Según se analiza en el estudio, esto tiene un correlato con otro tipo de actividades relacionadas al placer y al ocio e incide en las condiciones de vida. Por ejemplo, en relación al cuidado personal, que incluye dormir, hay una brecha de 21 minutos menos en las mujeres. De igual modo en actividades relacionadas con los medios de comunicación y el tiempo libre.

Uno de los problemas invisibilizados que aparecieron fue la pobreza de tiempo según el nivel educativo. La chance de ser pobre de tiempo para secundario incompleto o menos, es tres veces mayor en las mujeres que en los hombres. En el caso de secundario completo e universitario incompleto, la chance es 22% más para mujeres. Y en universitario completo y más, es 72% mayor para mujeres. Dado que la población estudiada pertenece a un nivel alto de instrucción, se amplifica la posibilidad de que sean pobres de tiempo.

Otros de los elementos obtenidos fueron diversas líneas de tiempo sobre las trayectorias profesionales y familiares de los investigadores. En general, entre que se inicia y finaliza el grado, hay cinco o seis años en el sistema. Luego, en algunos casos aparece el matrimonio, los hijos y se postergan los estudios de posgrado hasta que los hijos son más grandes. En otras trayectorias, se observa la realización de toda la carrera hasta el posdoctorado y la postergación de la maternidad hasta los 40 años. Otros esquemas muestran el desarrollo de la carrera profesional y luego la convivencia con un adulto mayor al que hay que cuidar, por ejemplo.

Con respecto a la existencia de una planificación de la maternidad y la paternidad en relación a la carrera profesional, hay un porcentaje más alto de mujeres que de varones que se sintieron obligadas a hacerlo. Y un dato llamativo es que las licencias por maternidad y paternidad se tomaron “parcialmente” y un 10% de las mujeres de Universidad directamente no se tomaron la que les correspondía.

Otros datos permiten observar la brecha de género en los ingresos mensuales. En los institutos, los varones ganan 14% más que las mujeres y en las Universidades la brecha es mayor, del 23%. Asimismo, la cantidad de mujeres va disminuyendo a medida que asciende el nivel de los cargos.

Cuando los investigadores fueron consultados acerca de a qué clase social creen pertenecer, surgió la de “clase media” pero lejos de ser una categoría que los aglutine, fue nombrada de distintas maneras: “clase media acomodada”, “clase media trabajadora”, “clase media empobrecida”, “clase media en descenso”, “clase media baja”, “clase media de trabajo intenso”.

El objetivo de este estudio fue hacer un diagnóstico para derribar algunos mitos y orientar al desarrollo de políticas públicas. Una de las limitaciones que reconoce el equipo es que el trabajo pudo hacerse con los investigadores que sobrevivieron al sistema.

 

El Grupo de Estudios de Economía y Género de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la UNR está conformado por Lucía Andreozzi, Guillermo Peinado, Javier Ganem, Patricia Giustiniani y Miriam Geli.