Celebramos la democracia y la participación de la ciudadanía en estas elecciones, tanto en la emisión del voto como en la presencia de manifestaciones en el espacio público. Se pone de manifiesto así que la política en nuestro país tiene capacidad de interlocución con la población lo que se refleja en niveles de participación muy elevados en el acto eleccionario, la adecuada convivencia en el período electoral, la baja incidencia de los votos no positivos (blancos o nulos) y también el escaso apoyo a opciones que puedan cuestionar el orden democrático.

Expresamos además nuestra expectativa de que el nuevo gobierno represente un cambio de paradigma, tanto en lo económico como en lo social, cultural, científico, ambiental y equidad de género.

Neoliberales

El gobierno cuya gestión concluye en estos días ha sido el último de los tres ensayos de políticas neoliberales. Los dos anteriores tuvieron lugar entre 1976 y 1982, tras un golpe de estado cívico-militar, y en el período 1989/2001, ya bajo el régimen democrático pero en el marco una traumática experiencia hiperinflacionaria.

En los tres casos, los resultados fueron muy negativos, más allá de aspectos diferenciadores; el crecimiento fue muy bajo o nulo, la pobreza se incrementó, y aun la calidad institucional —un caballito de batalla de los propulsores de estos modelos— no mostró mejoría alguna. 

Los tres intentos culminaron en crisis, pérdidas de reservas, default abierto o encubierto de la deuda pública, y notables incrementos del desempleo, el trabajo precario y la pobreza. Estas políticas contaron con el apoyo de organismos multilaterales, en particular del Fondo Monetario Internacional, que luego se desentendió de sus consecuencias.

La tercera experiencia, protagonizada por el gobierno derrotado en las urnas el pasado 27 de octubre, fue la más breve. En los cuatro años de un único mandato presidencial se mostró incapaz de generar un proyecto viable; y se expuso innecesariamente a los caprichos de los capitales especulativos, apostando a una salvadora “lluvia de inversiones” que no ocurrió, aun luego de la firma de un inédito acuerdo con el FMI. 

De los cuatro años, tres han sido recesivos. El desempleo y la pobreza han aumentado, y con ellos el hambre, afectando fuertemente a la población infantil. Hubo retrocesos en el derecho del trabajo y en la seguridad social. Esto, pese a una conducción política que enarboló la consigna “pobreza cero”, en un país que internacionalmente se encuentra en el estrato de los de ingreso medio-alto; o sea, en un país que no es pobre.

Disciplinar

En lo político, este gobierno, con la aquiescencia de parte del Poder Judicial y de medios de comunicación, intentó cooptar a un sector de la oposición en el Congreso y a disciplinar a sectores populares, recurriendo a la coerción. Ha defendido además abiertamente excesos de fuerzas de seguridad.

La realidad angustiante de amplios sectores de la población dijo finalmente basta, ante la reducción de los ingresos y de la capacidad de ahorro. Pero la salida de esta situación no será fácil

La alianza política del gobierno saliente, contando con un apreciable caudal electoral e importantes bancadas legislativas, constituirá una oposición sin duda difícil. Tiene mucho que conservar; cada política del nuevo gobierno que implique una redistribución progresiva del ingreso o de la riqueza, va a ser duramente resistida. Cuenta además con el apoyo de medios de comunicación que han logrado una posición dominante, merced a un marco legal favorable.

En lo económico, el actual gobierno deja una economía en recesión y con elevada capacidad instalada ociosa, una inmensa deuda social y una gran deuda externa. Apoyamos la urgencia de reducir la deuda social en primer lugar. 

El plan Argentina contra el Hambre, una de las primeras iniciativas de emergencia alimentaria luego de las elecciones generales, es una iniciativa correcta. Y estamos de acuerdo en que solo se puede pagar la deuda si hay crecimiento; las negociaciones con el FMI y demás acreedores deberán seguir ese carril.

Contexto internacional

También el contexto internacional muestra complejidades. En el último año, el conflicto geopolítico entre Estados Unidos y China, la financiarización y el deterioro de la economía mundial, unidos a problemas característicos de la relación en cada país entre minorías poderosas y mayorías populares, ha alterado el contexto latinoamericano, que viene sufriendo un acentuado deterioro de los términos de intercambio, y una desaceleración del crecimiento. Se generan así serios desafíos.

Chile, presentado como un ejemplo exitoso de la economía neoliberal, ha implosionado, como respuesta a la reducida inclusión social y política de las mayorías. 

Bolivia ha sufrido un golpe de estado cívico-militar que ha terminado con el gobierno más inclusivo de su historia, gobierno que logró además la tasa de crecimiento más alta de Latinoamérica de los últimos catorce años. 

En Uruguay, después de 15 años de gobierno del Frente Amplio, las fuerzas políticas opositoras han mostrado un renovado vigor, preocupando sobremanera la emergencia inesperada de una opción de ultraderecha. 

Brasil, en tanto, ha elegido a un gobierno de esta última orientación; su presidente genera múltiples controversias con sus exabruptos homófobos, misóginos, racistas, y su acción contra el medio ambiente. 

Venezuela continúa con sus problemas políticos en una espiral económica descendente de muy alta inflación, recesión, desempleo y pobreza, dando lugar a una emigración masiva. 

En Perú la economía crece, aunque a tasas menores, pese a las dificultades políticas; pero el Congreso ha sido disuelto, y los últimos cinco ex presidentes se encuentran involucrados en hechos de lavado de dinero o corrupción (uno de ellos, incluso, optó por el suicidio). 

En tanto, la población de Ecuador, país dolarizado, se resiste al clásico ajuste que impone el FMI. Colombia también asiste a movilizaciones masivas en contra de políticas de ajuste y reformas laborales y en la seguridad social.

Objetivos

Ante el próximo gobierno y las dificultades que enfrentará a nivel interno, latinoamericano y mundial, reiteramos los objetivos que guiaron las propuestas del Plan Fénix, desde su fundación en el año 2000, ratificadas en el documento dado a conocer en mayo de este año .

* Un país en que la totalidad de la población esté bien alimentada, sana, instruida, que tenga acceso a trabajos de calidad y que el proceso de trabajo no deteriore la salud.

* Recuperar el salario real y la participación dentro del ingreso nacional para hacer posible un nivel de vida digno, con plena vigencia de los derechos laborales, sociales y previsionales.

* Generar empleos decentes para los jóvenes promoviendo con políticas sociales la terminalidad y finalidad educativa y su acceso a las universidades públicas.

* Una economía inclusiva que crezca de manera sostenida sin deteriorar el medio ambiente, en una democracia abierta, que promueva la igualdad, sin ninguna forma de discriminación (política, étnica, religiosa, de nacionalidad, basada en el sexo o en la diversidad de género).

* Una sociedad que sea transparente y solidaria, participativa a nivel local y dentro de las empresas y organizaciones, promoviendo empresas cooperativas donde tenga vigencia la democracia económica, reconociendo los derechos y asumiendo en contrapartida la responsabilidad de construir un país más justo.

Aspiramos a que estos objetivos también puedan ser logrados por el resto de los países de América Latina.

Distribución

El neoliberalismo académico plantea que no se puede distribuir sin antes crecer; pero en el caso argentino, la reactivación de la inversión y del crecimiento precisa de una recuperación simultánea de la demanda interna: nadie invierte si no es para responder a una demanda creciente, y menos aún con casi la mitad de la capacidad instalada sin utilizar

Por ello, es imperativo crecer y distribuir no solo por razones éticas y sociales, sino también económicas. El crecimiento al que aspiramos solo tiene viabilidad y sentido si convoca e incluye a las mayorías, tanto a fines de inclusión como de sostenimiento de la demanda. Todo esto, desde ya, sin desatender los necesarios equilibrios macroeconómicos.

Este proyecto demanda políticas activas y convocantes, que apunten a una estructura productiva diversa, articulada e inclusiva, combinando desarrollo primario, servicios modernos y profundización industrial.

Los cambios tecnológicos de la cuarta revolución industrial en ciernes presentan un desafío importante para los países en desarrollo. No solo puede verse afectada la estructura de poder de los países, también el intercambio económico nacional e internacional, el empleo, la cultura, la privacidad y otros aspectos de la vida social. Se requiere, por lo tanto, un Estado con capacidad preventiva y reactiva para enfrentar y conducir este proceso, sin restringir la innovación tecnológica puesta al servicio de la producción de bienes y servicios de interés colectivo. 

Es necesario evitar que, frente a la aceleración del cambio tecnológico, se ensanche la brecha con los países líderes, creándose así una nueva forma de dependencia. En el caso de nuestro país, el Estado debe estar capacitado para comprender las oportunidades y riesgos de estas innovaciones, asumiendo el rol que le cabe en cada caso en su promoción, regulación o financiamiento.

La colonización de la subjetividad por parte de propulsores de proyectos regresivos requerirá una respuesta cultural y académica/científica acorde; esto contribuirá decisivamente a apuntalar un patrón económico-social sostenible e inclusivo. En este sentido, una de las tareas más importantes consistirá en devolverle a la cultura y a la educación el lugar que requiere nuestra sociedad. No menos central será asegurar la plena vigencia de los derechos y las libertades.

Más allá del triunfo electoral, es necesario también revisar constructivamente los aciertos y errores del período 2002-2015, apuntando a mantener los consensos necesarios para la unidad de los sectores mayoritarios alcanzada.

El Plan Fénix ratifica en esta nueva etapa que se inicia el próximo 10 de diciembre, su disposición a contribuir, con sus ideas y propuestas. Esperamos así que se encuentre el rumbo hacia un modelo virtuoso, seguramente al alcance de nuestras capacidades y potencialidades.

Seguiremos por lo tanto en la búsqueda de consensos cada vez más amplios y necesarios de políticas y estrategias que nos conduzcan a este ideal de país acorde con nuestras potencialidades y capacidades, en un contexto internacional crecientemente interdependiente y complejo. Para ello, es nuestra intención convocar al conjunto de las universidades y a referentes políticos y sociales, para sostener un debate intenso y pluralista sobre estos temas.

* Cátedra Abierta de Plan Fénix, Facultad de Ciencias Económicas, UBA.