Cuando se enfoca, se recorren o se estudian las estructuras de las comunidades LGBTIQ alrededor del mundo, es bastante notorio que la cantidad de lugares de encuentros de la comunidad gay, en la mayoría de los países, es exponencialmente muy superior a los lugares perfilados para lesbianas, bisexuales, mujeres trans o queer. Estados Unidos no es la excepción, especialmente en la actualidad, porque en el inicio de esta década cerraron alrededor de 100 bares, librerías y espacios comunitarios donde se reunían lesbianas, mujeres queer, transexuales. Imposible pensar que el nuevo espacio de yiro en redes sociales y en aplicaciones de levante sea la causa central del cierre de lugares, porque la mayoría de los grupos gays no padecieron exactamente la misma devastación de espacios públicos que la comunidad lésbica. Tampoco sirve pensar en la tradicional reclusión en el espacio casero de las mujeres que el patriarcado impuso históricamente, y sigue imponiendo en muchos casos, porque los movimientos mundiales de mujeres cada vez están saliendo más a la calle. Pero entonces, ¿qué pasó con la comunidad de mujeres lesbianas y sus alrededores? ¿Por qué hay poca o nula representación de lugares de encuentros de lesbianas en películas de ficción, incluso en los documentales? ¿Es solamente el ojo patriarcal que no ve todos los espacios que ocupan las mujeres? ¿O existe un underground lésbico por debajo del mundo que caminamos?

BUSCANDO UN BAR

En un siglo donde se profundizaron las transformaciones sobre todas las formas de relacionarse, la escritora y dramaturga Alexis Clements comenzó a preguntarse por la causa de esos cierres de lugares de mujeres lesbianas y queer en Estados Unidos. Y en lugar de explicaciones sociológicas fáciles, de lo que hacen o dejan de hacer las lesbianas tratadas como rebaño, lo que hizo es salir a yirar con curiosidad, sin ideas fijas. No exactamente una deriva, pero sí un viaje de aprendizaje para crear ese territorio habitable que se decía inexistente, que ningún mapa trazaba. Cartografía de un paisaje de mujeres organizadas con lógicas que no salían en tapas ni contratapas de las guías LGBTIQ que dependen de la comercialización de las identidades, usufructuando muchas veces con el deseo de quienes les fuera negado histórica y sistemáticamente la pertenencia plena a casi cualquier comunidad o espacio de organización.

A partir de viajar por Estados Unidos con una de sus obras teatrales, Clements terminó documentando no tanto esa desaparición sino un recorrido por algunos de los lugares que los sobrevivieron. El resultado fue su debut como documentalista con All We've Got (Todo lo que tenemos), que se estrenó hace poco más de un mes en un festival de New York y recién comienza a recorrer el circuito de festivales alrededor del mundo.

Desde el Lesbian Herstory Archive, un archivo de la historia lesbiana muy particular situado en Brooklyn donde Clements participó como voluntaria, pasando por un bar de Oklahoma City, un centro comunitario de San Antonio, Texas, y llegando al Trans Ladies Picnics, un proyecto de reuniones itinerantes en espacios públicos, los alfileres que se pinchan en el mapa de este documental son espacios donde la mirada encuentra historias e ideas de mujeres que sostienen comunidades alternativas, resistiendo a partir de generar una sociabilidad y una organización que no está basada en el consumo, la rentabilidad o la dependencia del Estado. A veces cerca del anarcofeminismo, otras veces radicalizando las experiencias de romper con modelos patriarcales, otras como simple deseo de otras manera de relación y sustentabilidad.

¿Cómo surgió la idea de hacer este documental?

Había escrito una obra inspirada en Lesbian Herstory Archives, pensaba viajar por todo el país y a hacer lecturas de la obra en lugar de producirla. Pero cuando estaba pensando ese plan, también me di cuenta de que muchos espacios para mujeres LGBTQ, los lugares a los que quería ir, se estaban cerrando. Fue entonces cuando se me ocurrió la idea de hacer un documental sobre los espacios que visité mientras viajaba. La decisión de centrarme en los espacios que han sobrevivido es porque estaba cansada de leer artículos sobre todos los espacios que se estaban cerrando, la misma narrativa del cierre repetida una y otra vez, que a menudo parecía una especie de fracaso por parte de les propietaries o las personas que visitaron estos espacios. Definitivamente es importante reconocer y prestar atención a lo que hemos perdido, pero nadie parecía estar hablando de los lugares que aún existen. ¿Por qué habían logrado permanecer abiertos cuando tantos otros estaban cerrando? Seguramente había algo que podríamos aprender de ellos, sobre la capacidad de recuperación y las estrategias para sobrevivir al capitalismo tardío.

Al inicio del documental, planteás la primera persona narrativa y te definís como una mujer queer, no como una lesbiana, ¿qué significa eso para vos?

Para mí fue increíblemente importante usar la primera persona y narrar la película yo misma, para reconocer que es una visión subjetiva, que soy yo quien está uniendo los hilos de la película, incluso cuando muchas otras personas contribuyen con sus perspectivas. En términos de cómo me identifico, uso las palabras lesbiana y queer, también me gusta usar la palabra dyke (torta). Uso los tres en diferentes momentos y a veces al mismo tiempo, dependiendo de con quién estoy hablando, de qué estoy hablando y qué estoy tratando de señalar en ese momento. Para mí, las palabras lesbiana y dyke se basan en el pasado, en los elementos del activismo lésbico del pasado y del presente que creo que son inspiradores y poderosos. Y también las uso en el presente para desafiar los supuestos de las personas sobre lo que es una lesbiana hoy, particularmente en Estados Unidos. Usar las palabras lesbiana y dyke también me sitúa como alguien que el mundo ve como mujer y me permite insistir en reconocer ese hecho como una diferencia importante en una cultura profundamente misógina y patriarcal. Pero al mismo tiempo, a veces me siento limitada por el término lesbiana. Utilizo la palabra queer generalmente como una simplificación cuando es útil, o cuando quiero reconocer que mi sexualidad no es coherente con lo que la mayoría de la gente asume acerca de alguien que se identifica como lesbiana o dyke.

All We've Got también termina siendo un ensayo viajero a favor de otras formas de organización entre mujeres queer.

Tuve la oportunidad de hablar con el público y con un par de grupos de personas sobre la película este año, y generalmente me preguntan: ¿cómo puedo comenzar una comunidad o cómo puedo encontrar comunidades como estas? Y una cosa que trato de hacerle entender a la gente en esos casos es que muchas veces ya la tienen. Creo que las personas a veces piensan que el espacio de la "comunidad" debe formalizarse, debe ser una organización, debe tener un presupuesto y un grupo de personas para administrarlo. Para las mujeres queer en particular, nunca ha comenzado de esa manera, a veces puede ir hacia eso, pero nunca comienza así. El Lesbian Herstory Archive comenzó como una pequeña colección de materiales en el departamento de Joan Nestle y se quedó en ese departamento durante años antes de mudarse a un edificio propio. Un espacio que no está en la película, que me encanta mencionar a la gente, es un pequeño espacio artístico creado por las artistas Allyson Mitchell y Deirdre Logue llamado FAG (Feminist Art Gallery), que es solo una pequeña estructura ubicada en su patio trasero. Y, como la gente verá en la película, las Trans Ladies Picnics comenzaron con la idea de negarse a participar en espacios o estructuras formalizadas de cualquier tipo, utilizando solo espacios públicos. Durante siglos, las mujeres queer se han reunido en sus espacios privados, sus hogares, cualquier espacio que puedan encontrar para reunirse. El espacio comunitario puede ser tu sala de estar, tu cocina, tu dormitorio.

Creo que las mujeres queer se castigan a sí mismas un poco a veces porque hay tantas historias de pérdida y tantas historias de no poder acceder al capital y al poder estructural que les daría acceso a un edificio propio. Pero eso es una cagada. Esa es la narrativa de la pérdida que hemos internalizado. De hecho, tenemos mucho, y siempre está ahí para que lo cultivemos, y en realidad es mucho, mucho más fácil si resistes el impulso capitalista de crecer siempre, de hacer siempre más, de perseguir subvenciones o apoyos gubernamentales o privados. Puede ser bueno tener esas cosas a veces, pero no las necesitamos. Esas no son las cosas que hacen comunidad.

DE TRAGOS Y DILDOS

Hay una estructura narrativa en el documental que va descubriendo formas de organización cada vez más radicales, comienza con un bar más o menos tradicional pero continúa con espacios que desafían formas tradicionales como el Lesbian Herstory Archive, Esperanza, Wow y Trans Ladies Picnic. El saloon de un western lésbico, en el bar de Oklahoma las clientas se dedican a la bebida, los bailes y al juego, puro folclore de cantina, pero acá el juego no implica ni naipes ni herraduras, sino unos aros que hay que embocar en un tablero con dildos. De , esa escena de obsenidad lúdica de pornoshop o de despedida de soltero del far west, el documental puede pasar a una reunión de artistas comprometidas que construyeron una sociedad horizontal abierta para discutir y planificar su cartelera teatral en una sala de New York con apariencia y hasta olor a sótano y expermientación escénica. Espacios con otras reglas. Como las de las creadoras de un archivo de la historia lésbica, que incluye desde publicaciones a remeras o panfletos, que comenzó en una casa pero que aunque ahora tiene todo un edificio propio, siguen sosteniendo como fundamental que se pueda comer en el lugar, tal vez para que el archivo tenga calor de hogar, a diferencia de casi la totalidad de los otros archivos del mundo. Otras convenciones. Las experiencias de la alteridad lesbiana, bisexual, trans, feminista se van derramando por los lugares. Pequeñas y grandes diferencias que van marcando el pulso de un yiro. Mujerizar las ciudades con deseos lésbico, bi y trans, una alianza para que la disconformidad de género se vuelva territorio inesperado, que incluso no sabemos que habitamos. De eso habla Alexis Clements dentro y fuera del documental.

Hay una tendencia a recuperar principalmente las formas de organización revolucionarias y anarquistas.

¡Si, absolutamente! La mitología de la cultura queer está tan arraigada en un pasado que se centra en los bares. Pero los bares queer del pasado, y a veces los bares queer en el presente, pueden ser sitios de explotación y sitios que dependen de personas que se relacionan con el alcohol o las drogas para participar. También pueden ser espacios increíbles que crean vínculos y unen a amantes y amigues. Pero en muchas ciudades de hoy, no son sitios de cambio político. Y una de las formas en que esta película refleja mis propios intereses es que estoy particularmente interesada en el potencial político de las mujeres LGBTQ reunidas.

¿Cómo encontraste ese secreto político de los bares?

Sabía un poco de lo que podría encontrar porque antes de comenzar la película había sido voluntaria de vez en cuando en Lesbian Herstory Archives, y había pasado un poco de tiempo en WOW Cafe Theater. Pero no fue hasta que comencé a trabajar en la película que pude articular un poco del potencial radical que ofrecen estos espacios.

Y tengo que decir que la mayoría de los espacios en la película fueron fundados deliberadamente con un análisis político en mente. Usar estructuras anarquistas y resistir el control del gobierno o los marcos capitalistas no fue un accidente. Las personas que fundaron muchos de estos espacios tenían un claro análisis político que estaban construyendo, leyendo, compartiendo y ayudando a articular y esforzarse por cumplir. Eso comenzó a desarrollarse en EE.UU. a fines de la década de los 60 y a principios de los 70, basándose en el trabajo y la política de los derechos civiles, la lucha contra la guerra y la organización de izquierda, y continúa desarrollándose hoy en día.

La idea del bar en tu película transmite cierta esperanza en la reunión…

Una de las cosas que realmente espero que la película haga por los demás, porque lo hizo por mí, es mostrarle a la gente que hay formas alternativas de organizarse, estar juntos, resistir las estructuras capitalistas que nos convierten en trabajadores o productores. de bienes, para resistir estar juntos solo de manera transaccional. También creo que este tipo de comunidades y la responsabilidad con la que vienen nos obligan a enfrentarnos a nosotros mismos y a los demás de una manera que no es posible en otros espacios, tener que enfrentar nuestros prejuicios, tener que enfrentar nuestros conflictos, darnos cuenta de lo retorcidos que se han vuelto nuestros puntos de vista, ver lo que hemos internalizado y hacer el trabajo lento y difícil de cambiarnos a nosotres mismes. Creo que eso no puede suceder de otra manera que en una habitación con otras personas. No podés hacerlo en soledad, y no podés hacerlo cuando podés salir de una situación difícil apagando tu computadora o tu teléfono por un rato. No podemos cambiar sin malestar y sin confrontación y alejándonos del ruido blanco producido por gran parte del mundo.

 

All We've Got se proyectará el domingo 8 de diciembre a las 22 horas en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.