Un Brexit duro, con el restablecimiento de controles aduaneros y policiales en la frontera con Irlanda, podría conducir a un rebrote del viejo odio sectario en Irlanda del Norte. "El Acuerdo de Viernes Santo pacificó el conflicto, pero no logró una verdadera reconciliación", afirma la escritora norirlandesa Susan McKay. En diálogo con la agencia DW, McKay recuerda los incidentes ocurridos en abril en la ciudad de Derry, donde extremistas republicanos asesinaron a la periodista norirlandesa Lyra McKee (foto).  En el conflicto armado entre el Ejército Republicano Irlandés (IRA), que tenía fuerte respaldo en la minoría católica, y el Ejército británico y grupos protestantes unionistas, murieron cerca de 3.500 personas en las décadas de 1970 y 1980. Aproximadamente la mitad eran civiles. Esa guerra terminó en 1998 con el Acuerdo de Viernes Santo. Se decidió que el conflicto no podría resolverse por la vía militar. El diplomático irlandés David Donoghue, uno de los negociadores del acuerdo, destaca la importancia de que "las dos grandes tradiciones políticas, nacionalismo y unitarismo, fueran consideradas igualmente válidas".  Más de veinte años transcurrieron desde el Acuerdo de Viernes Santo. El saldo en líneas generales es positivo. El terrorismo y las bombas parecen cosa del pasado y la economía se desarrolla positivamente. Sin embargo, las huellas de la división permanecen.  En Derry y en Belfast hay murales que recuerdan a los héroes de uno y otro bando. En Belfast, capital de Irlanda del Norte,  muros separan barrios católicos proirlandeses de barrios protestantes probritánicos.