“Los gobernadores hemos tenido una muy buena reunión sobre la adenda al #PactoFiscal. La voluntad de mi gobierno es trabajar junto al presidente y al resto de los mandatarios provinciales para que nuestra Argentina deje atrás la crisis y nuestro pueblo deje de sufrir”. Así tuiteó el gobernador cordobés, Juan Schiaretti, afecto a cultivar la diferenciación con el Frente de Todos (FT). No media contradicción con sus posiciones históricas. Ocurre que faltan casi dos años para los comicios de medio término y, en ese laaaargo interín los mandatarios territoriales tienen que gestionar, mantenerse a flote, surfear sobre la crisis.

El gesto constructivo del “Gringo” Schiaretti es consecuencia de encuentros y acuerdos promovidos por el presidente. Alberto Fernández recibió el lunes a los gobernadores radicales de Corrientes, Jujuy y Mendoza. Les concedió un trato diferencial. Ayer congregó a 23 mandatarios provinciales. Suspendió la aplicación por un año (el próximo, el que importa) del Pacto Fiscal; una imposición de Macri en 2017 cuando todavía estaba envalentonado y le hizo sentir el rigor a las provincias. Los forzó a reducir la percepción de impuestos y tasas locales. Poco tiempo después les “tiraría por la cabeza” los costos del transporte de pasajeros provincial o interurbano. Sablazo aumentado por subas de tarifas de servicios públicos que desfondaron a las provincias y familias.

Fernández teje un vínculo, sus primeros gestos derraman sensatez. Prodiga reuniones que la síntesis mediática reduce a “fotos”. Las imágenes, claro, valen porque el presidente recién electo cuenta con capital simbólico y cualquier jefe distrital astuto valora que lo comparta un cachito. Lo más relevante, empero, son las coincidencias de intereses. Quien gestiona necesita relación fluida (de palabras y de pesos) con el Gobierno central, remesas antes de fin de mes para pagar los sueldos. La suspensión del Pacto Fiscal alivia las arcas provinciales. Diferenciarse retóricamente, hacer oposición declamativa, contradice los objetivos de sus gobernantes.

Los fenómenos políticos son multicausales, no hay un factor aislado que los explique en su totalidad. Esto dicho, la necesidad y los propósitos comunes de corto plazo ayudan explicar el buen trato que mantuvo Macri en su primer bienio con los gobernadores peronistas. Ahora Fernández dispone de esa ventaja relativa. En parte arranca mejor que Macri, en parte peor.

Está mejor posicionado porque cuenta con más gobernadores “del palo”. El cruel contrapeso es que la “crisis” y “sufrimiento” que Macri nos legó son mucho más graves que los de 2015.

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Los “Sin Tierra”: La oposición institucional más cerril no morará en gobernaciones ni en intendencias. Los dirigentes “sin tierra” y sin bancas cuentan con menos poder aunque con más libertad para posicionarse. Macri, Patricia Bullrich, Laura Alonso volvieron a la sociedad civil. Su estrategia consiste en enfrentarse a todo, a despecho de la coherencia con sus propios actos, varios flamantes.

Con más poder, los legisladores nacionales de “la opo” tienen la posibilidad de optar cómo manejarse. El diputado Mario Negri se coloca como adversario frontal. Goleado por Schiaretti en su provincia, batido por el diputado mendocino Alfredo Cornejo en la interna de la Unión Cívica Radical escoge un perfil intransigente. Consintió que Macri designara dos jueces de la Corte por decreto… ni siquiera de Necesidad y Urgencia (DNU). Batió palmas cuando su líder político en Cambiemos acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sin siquiera mandar una esquela al Congreso. O cuando tronchó mediante DNU el Fondo Federal Solidario. Ahora Negri enarbola las facultades del Parlamento, se indigna, pretende comandar el Frente del Rechazo. Está en su derecho aunque no sea un dechado de coherencia.

Habrá que ir viendo qué tácticas adoptan legisladores del peronismo opositor, de partidos provinciales, Es más que posible que sean más constructivos que Negri, un perdedor serial que busca su destino. Ayer consiguió una decisión unánime del bloque Juntos por el Cambio: no dar quórum a la sesión del jueves (ver nota en página 11). Una movida extrema contra un gobierno recién asumido.

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Rol playing y responsabilidades: El tratamiento de la ley ómnibus servirá de primer ensayo del cambio de roles inherente a la alternancia democrática. Quienes se quejaron de los palos en la rueda van buscando postes de teléfono.

La vastedad de la norma justifica y hasta impone un debate circunstanciado, eventuales retoques, regateos, correcciones al texto original. Impedir el tratamiento es una desmesura.

Hay una flagrante contradicción entre las declaraciones de los gobernadores boinas blancas y la tentativa de los diputados cambiemitas que se dejaron conducir por Elisa Carrió. Predecir cuando hará crisis sería aventurado… quizás tanto como pensar que no producirá consecuencias.

Debe jerarquizarse, opina este cronista, la necesidad de dejar gobernar al recién llegado que, al fin y al cabo, no abusa del DNU como hizo Macri en sus comienzos, no encarcela opositores de movida como el gobernador jujeño Gerardo Morales. Y trata de encontrar mecanismos para combatir el hambre, hijo de la economía macrista.

La racionalidad del Congreso sería habilitar la norma, con eventuales correcciones pero sin debilitar a Fernández en las tratativas con los acreedores privados y el FMI. Cierto es que el macrismo fue genuflexo con ellos y sus cuadros podrían, por coherencia, proponer ese camino. El problema, nada menor, es que el resultado fue letal para la mayoría de la población que necesita de un gobierno reparador saliendo de la catástrofe que legaron Macri y su equipazo.

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