El doble piso rojo me deja en Camden Road: será mi última experiencia callejera en el Reino Unido.

Transito por este barrio psicodélico de Londres, también conocido como la capital del rock alternativo. Hay un gran mercado callejero, el museo judío y el zoo de la ciudad.

Busco el número treinta de Camden Square, la casa de Amy Winehouse, una de las últimas joyas de la industria musical inglesa.

A Amy le bastaron dos discos de estudio para vender millones de copias. Ganó cinco premios Grammy y murió a los veintisiete años como Janis Joplin, como Morrison, como Kurt Cobain, como Hendrix. Algunos dicen que Amy murió por abstinencia; otros, por sobredosis.

-Yo sé que murió de amor. Como la niña de Guatemala.

De pronto me sorprende una casona coqueta y muy londinense. Mientras la observo, mi cabeza dispara "Back to Black", quizá una de sus canciones más bellas. "Back to Black" está llena de variaciones rítmicas, de sutiles apoyaturas en las cuerdas, de coros armónicos. La unidad estética de un arreglo concebido para destacar cada palabra de esta dramática canción.

¿Cómo sería la cosmogonía de Amy? ¿Cómo viviría en este lugar accesible a sus frenéticos fans, a paranoicos diletantes, a fotógrafos de revistas?

Nada pareció importarle por estar en el barrio de siempre, cercada por sus esquivos afectos, por sus propios demonios. Obsesionada por los vínculos.

Aquí supe que fue busker, en estas mismas callejuelas, en Camden. Andaba por aquí. Los tacos aguja, la falda entreabierta, derrochando música, vida y alcohol. Los ojos pintados como una egipcia antigua, la nariz filosa. Los labios carnosos. Fantasmagórica y sensual. Como la muerte que la eligió.

Peter Steel tiene un puesto de flores frente a la casona de Amy. Fue su amigo. Es alto y pecoso; el pelo rojizo tal vez remita a sus antepasados escoceses.

Me presento.

-Disculpa. Vengo de lejos, me gustaría hablar contigo. Quiero saber de ella, de Amy.

Al escuchar su nombre Peter se paraliza.

Otea el cacharro de sonido, la guitarra en bandolera. Continúa por mis ojeras. En ellas parece detenerse, parece adivinarme. Me olfatea.

Peter padece con el rudimentario inglés que balbuceo. Me habla bajito. Comienza a traerla lentamente, como enrollando una cometa. La trae sin querer.

-Amy amaba las flores. Era una niña abandonada. Frágil, inocente. Era fácil reír con ella. De todo reíamos, de nosotros, de sus excesos, de la impiedad humana.

Peter continúa conmovido, desbordado: -A veces simulaba; trataba de ocultarme sus tristezas. Déjate de compadecerte de mí, Peter. Soy feliz, hago lo que quiero y como quiero, decía. Las flores eran su cable mágico, su tierra. Las cuidaba. Le interesaba el significado de cada una. Acacias, amor secreto. Fresias, amistad duradera. Hey Peter, ayer tuve una noche de nardos, placeres peligrosos, y de amapolas, extravagancias. Creo que he sobrevivido sólo por el amaranto.

Peter se corta, hace un raro intervalo. Se me ocurre preguntarle una estupidez para que siga con el relato.

-¿Y las rosas?

-No, las rosas no. Amy las despreciaba. Una vez le preparé cien rosas amarillas, infidelidad, para mandárselas a Blake Fielder. El envío llevaba una nota manuscrita.

- ¿Y que decía, te acordás?

-Sí, por supuesto: Tú vuelves a ella y yo vuelvo a la oscuridad.

"Back to Black" regresa una vez más a mi cabeza.

El piano martilla, la bata frena de golpe para resaltar un clima; Amy entra con su voz única, con su fraseo misterioso. Vuelve al negro, se entroniza en el desamor.

Peter mira al cielo, hace otra pausa agobiante.

-¿Y el amaranto? ¿Cuál es el significado? -lo apuro.

-El amaranto representa la inmortalidad. Así ya era considerado en la Grecia antigua. Amy la sentía su flor protectora y confidente. La más amada. El amaranto es la eternidad. Es ella, lo más genuino de su ser.

- ¿Y desde entonces?

-Disculpa, creo que he llegado muy lejos.

Peter Steel ha dado por concluido el encuentro.

La tarde cae, rotunda.

Antes de partir le entrego una servilleta de papel con unas líneas que escribí después de cantar en Camden Town.

-Son para Amy.

Peter las recibe algo sorprendido.

Trato de traducirle, Peter redobla el esfuerzo por entenderme; cierra los ojos, como soñándola.

-I will take it.

Las dejará en su tumba. Peter visita los martes el cementerio judío con un ramo de fresias. Va a charlar con su amiga sobre el mundo de los muertos.

Nos despedimos.

Lo atraigo, con la guitarra colgada sobre el hombro izquierdo, a una especie de medio abrazo.

Cuando me alejaba escuché:- Goodbye, busker. Camden se llena de sombras y fantasmas. En puntas de pie camino por el delirio y la muerte rigurosa. He venido a buscarla; nuevamente. Mientras canto, a veces me parece verla salir entre los escaparates del market. Altiva, sin el cruel desencanto de los años, se mezcla entre la gente, entre los bares, entre los buskers.

Baja y sube entre la bruma del áspero mar del norte. Ha dejado un rato su Edén, pero volverá. Tal vez sienta nostalgia del mundo de los vivos. La miro y me descubro hechizado. Amy lleva una botella de Ciroc en una bolsa de papel y unas gafas oscuras.

Sus labios desafiantes repiten Back to Black, Back to Black, Back to Black…

Luis Caro es  músico, actor y escritor marplatense. Estuvo doce días tocando en las calles de Londres haciendo un trabajo de investigación acerca del busking y el arte de repente. En 2019 editó su disco-libro País Semejante. Actualmente está terminando un nuevo libro de narrativa, que lanzará en la Feria del Libro de Buenos Aires y una obra de teatro sobre la primavera camporista. Presentará su espectáculo Mitos y Leyendas de la Canción Latinoamericana los domingos 12, 19 y 26 de enero a las 21hs en Cuatro Elementos Espacio Cultural, Alberti 2746, Mar del Plata.