Investigadores de la Universidad de Stanford descubrieron a qué edad el organismo humano comienza a envejecer.  Según el equipo liderado por Benoit Olivier Lehallier, la primera etapa de envejecimiento comienza a los 34 años, cuando comienzan a manifestarse los primeros signos. A los 60 se manifiesta el deterioro físico, cognitivo y enfermedades relacionadas con la edad. Disminuye la masa ósea y los tejidos se atrofian.

A los 78, los órganos empiezan a fallar. Estas tres etapas podrían identificarse con una primera edad adulta temprana, una edad media tardía y la tercera, edad de la vejez. 

Los resultados expuestos y el lugar asignado a la vejez despertó una respuesta por parte de la comunidad de Página/12. 

Acá las más destacadas: 


Creo que el envejecimiento fisiológico no siempre va de la mano del envejecimiento espiritual, como dice acá el compañero Freiheit. Hay en el mundo personas de más de ochenta años que impresionan por su lucidez, están activas, llenas de pasión y de compromiso, y que aun con las fuerzas físicas menguadas o con ciertas limitaciones motrices inevitables, continúan creando valor irreemplazable para toda la humanidad. Pienso en Adolfo Pérez Esquivel, en Estela Carlotto, en Pepe Mujica, en Eva Giberti, en Clorindo Testa recientemente fallecido en pleno trabajo, en muchas otras figuras del arte, las letras y el pensamiento, que suman experiencias, profundidad y una mirada panorámica de los sucesos humanos. Los jóvenes necesitan compartir luchas con estas personas maravillosas que tienen tanto para aportar. Creo que todos los «grandes» de verdad respetan a los jóvenes y no son condescendientes con ellos, les otorgan espacios de acción y aprenden de ellos a la vez que aportan.  
Pero esta sociedad tiene un criterio productivista de la tercera edad, y tiende a definir negativamente a las personas mayores por lo que «no pueden hacer» en vez de definirlos positivamente por sus valores de singularidad. Sin ir más lejos, los «cinco signos» de envejecimiento nombrados arriba son todos rasgos negativos. No aparece ningún signo que sea «positivo», y los hay, porque la vejez también involucra adquisiciones que superan lastres de las edades previas.
No tenemos una cultura que incentive a los ancianos a evitar los lugares comunes de anquilosamiento reaccionario, de conservadurismo terco y rígido, de menosprecio defensivo hacia la juventud, y por eso, así como están esos que nombré, también están los que se refugian en una subjetividad recalcitrante, aferrados a sus miedos y a una realidad que ya pasó, o censurando ciegamente el cambio de un mundo que no comprenden, los desconcierta y los deja fuera. Y los ancianos aprenden rápidamente a representar, de manera circular, el lugar que la sociedad les ofrece como un espejo, lo cual los pone en un círculo vicioso de mayor aislamiento y envejecimiento mental y psicológico.
Tenemos que prepararnos cultural y éticamente para una sociedad en acelerado proceso de envejecimiento demográfico. Cada vez hay más ancianos en el mundo con la ampliación de la esperanza de vida, que en varios países ya supera los ochenta años promedio. Nos espera un mundo más anciano que nunca antes en la historia, y sería bueno comenzar a ocuparnos del tema con una mirada humana y creativa.
Paula_T

Quizás convendría también subrayar todo lo positivo que suelen traer los años, es especial una mirada más serena y abarcativa de la vida. Sin olvidar que hay cosas que no mueren jamás, como el deseo, la curiosidad y la creación. Eso, a condición de que no creamos de antemano que son sólo privilegio de los jóvenes. 
jorgearcaute

Hace unos días leía la entrevista de Silvina Friera a Noé Jitrik y la verdad que me resulta una persona tan inteligente y tan vital, además de adorable, con esa impresionante capacidad de establecer relaciones entre textos de lo más disímiles, que me hace pensar que al paso del tiempo no siempre quita, más bien lo contrario. La entrevistadora, aunque más joven en edad, es otro monstruo. 
freiheit

¿34 años para llegar a la cima del tobogán? Ya tengo enterrada las piernas hasta las rodillas en el arenero, pero lejos de deprimirme, por el contrario, disfruto la fortuna para vivir 64 años de corrido si truncarme antes. Pienso en cuantas circunstancias un individuo puede perder su vida a lo largo de ella, su único bien no renovable, y me doy por satisfecho.
juankacongreso