Uno de los varios motivos que explican la extraña belleza de la obras de Xul es el tipo de creencias, doctrinas, religiones, sistemas, saberes y lenguas que funcionaron como fuentes del artista. Por el lado de las disciplinas, Xul se valió de la literatura, la pintura, la música y la arquitectura, entre otras.

Son los aspectos que busca señalar la exposición Xul Solar Panactivista que hoy se inaugura en el Museo Nacional de Bellas Artes, con curaduría de Cecilia Rabossi.

La exhibición, que incluye 180 obras provenientes del Museo Xul Solar-Fundación Pan Klub, MNBA, Malba, Castagnino-Macro, Colección Fortabat y colecciones privadas, está estructurada en varios núcleos: “Arte y Literatura. Amistades”, “Músico visual”, “El mundo de las lenguas”, “Espacios habitables”, “Lo místico, lo esotérico y lo oculto” y “Grafìas plastiútiles. Una escritura plástica”. Y el montaje responde a la intregalidad de la investigación curatorial, de modo que el visitante no solo puede ver la obra del artista en todas sus manifestaciones e invenciones (desde la segunda década del siglo veinte hasta comienzos de los años sesenta, poco antes de muerte) sino que puede apreciar los contextos a través de la relación entre obras, documentos, fotos, cartas, imágenes de archivo, audios y videos (se puede ver, oír y leer al artista).

En el caso del primer núcleo, por ejemplo, se muestra la interrelación con Pettoruti y con Borges, también con Marechal y las contribuciones de ida y vuelta entre Xul y el trío de amigos.

En este sentido, cada nueva exposición de sus obras explicita la amplia heterodoxia (de sus fuentes) luego reinventada por Xul y transformada de manera particular (aunque no exclusiva) en lenguaje visual y, de un modo más general, en lenguaje. Aquellas múltiples entradas y variadas fuentes subyacen en cada uno de los pequeños mundos que generan, una a una, y en conjunto, el cuerpo de obras del artista. 

El pequeño formato es en este sentido una elección coherente, porque la obra de Xul condensa y miniaturiza todas esas fuentes. La obra de Xul es para ver de cerca, es para mirar como leyendo y para leer (el sonido de una neolengua): sus trabajos requieren del espectador una lectura ampliada: visual, literaria, poética, simbólica, musical, espiritual. 

La exposición no sólo propone un recorrido por su pintura, sino que la excede hacia sus otras “invenciones”, para mostrar de un modo más completo la poética del artista. Entre las obras exhibidas también se incluye el panajedrez, las cartas de tarot, el piano modificado, las máscaras, sus ideas arquitectónicos, cartas astrales, cuadernos de recortes, partituras, postales, etc.

Además de su religiosidad, lo heterodoxo de la búsqueda de Xul tiene un tono fuertemente antiburgués, antimaterialista y de rechazo al dominio de la razón y del cientificismo.

Vista parcial de uno de los núcleos de la muestra de Xul.

Uno de los primeros impactos de Xul en Europa (donde vivió entre 1912 y 1924) fue toparse con la obra de Kandinsky impresa en el almanaque Der Blaue Reiter (“El jinete azul”), que acababa de lanzarse en Alemania. Desde Turín le escribe a su padre “hay cosas espantosas para los burgueses, cuadros sin naturaleza, líneas y colores sólo, por ejemplo así... [y aquí hace un dibujo en tinta que imita un cuadro de Kandinsky] estoy satisfechísimo porque veo cómo yo solo, sin inspiración exterior de ninguna clase, he trabajado en la tendencia que será la dominante del arte más elevado del porvenir”. 

El grupo Der Blaue Raiter, nombre tomado de una obra de Kandinsky, fue fundado por éste y por Franz Marc en Munich, a fines de 1911. La agrupación -una asociación libre de artistas orientados hacia el expresionismo y la abstracción lírica- presentó sus trabajos de un modo más o menos regular entre 1911 y 1914. Lo que Xul encontró de revelador en este grupo fue la relación entre la práctica artística y el carácter espiritual y místico que expresaban sus integrantes. Paul Klee se asoció en 1912, para integrarse en una muestra en Munich, donde también estaban Derain, Rousseau, Arp, Braque, Larionov, Goncharova y Picasso, entre otros. Der Blaue Raiter proponía una suerte de internacional artística; la desaparición de las fronteras -cuando Europa estaba a las puertas de la Primera Guerra Mundial- y el uso de las formas puras en el arte. La propia historia de Kandinsky (ruso, francés, alemán) congregaba la idea de una liga de las naciones.

El almanaque que impactó a Xul era una suerte de revista con textos teóricos, poemas, aforismos, ensayos sobre música, partituras (de Schönberg, Webern y Berg) y una amplia selección de imágenes de obras de los artistas del grupo, de arte popular, infantil, relieves etruscos y arte precolombino. “El jinete...” bregaba por el arte como artificio, por el gesto antimético frente a lo real; contra la saturación de la tecnología y del maquinismo. Sugieren ver las cosas desde adentro. Vale recordar el célebre ensayo de Kandinsky, De lo espiritual en el arte.

Si Der Blaue Raiter funcionó como el deslumbramiento europeo inicial para Xul, muy poco antes de abandonar Europa casi doce años después, el artista se traslada a Munich donde asiste a las conferencias de Rudolf Steiner, creador de la antroposofía. Steiner (1861-1925) fue un intelectual, científico y editor que influyó notablemente sobre artistas como Kandinsky y la vanguardia, hasta llegar a Joseph Beuys. 

Según Steiner, la antroposofía es una disciplina basada en el principio de que la espiritualidad del mundo es aprehensible por el pensamiento puro, a través de las facultades más altas del conocimiento. Sostenía que la percepción espiritual es independiente de los sentidos. Admirador de Goethe, Fichte y Nietzsche, su teoría buscaba reunir razón y espiritualidad. Luego de fundar en 1912 la Sociedad Antroposófica, sus clases por Europa se transformaron en un acontecimiento cultural. Entre los que asistieron a sus conferencias se cuentan Kafka, Einstein y Rosa Luxemburgo. 

Las conferencias a las que asiste Xul y de las cuales tomó apuntes detallados trataban sobre el arte y la educación, la vida, la moral y el lenguaje. Fascinado, Xul compró varios libros de Steiner que trae a Buenos Aires. 

Hace cuatro años, en una de la mejores curadurías que se recuerde de la Bienal de Venecia, a cargo de Massimiliano Gioni, cuando se le dio una impronta decididamente antiacadémica, incluyó una buena selección de obras de Xul Solar como invitado especial. Aquella Bienal reunió a una gran cantidad de artistas raros, autodidactas, esotéricos, tardíos, amateurs, vocacionales, incluso involuntarios… que buscaban con el arte dar cuenta simbólica de todos los conocimientos, saberes y creencias de la humanidad. Así, la versión que daba del arte aquella Bienal, en la que se lo asimilaba a Xul, era tomarlo como una forma de la imagen del mundo, expresado en su infinita variedad y riqueza.

La de Xul es una cosmología personal, con todo lo que esto tiene de creatividad y de utopía. La obra supone un lugar donde registrar, imaginar y conciliar ese yo complejo con el universo, lo subjetivo con lo colectivo, lo específico con lo general, la persona con la cultura de su tiempo. 

El MNBA publicó un muy buen libro/catálogo de 320 páginas, que incluye, además de un completo registro de imágenes, artículos de Cecilia Rabossi y Patricia Artundo; la transcripción de una conferencia de Borges y textos del propio Xul Solar.

* En el MNBA, Av. del Libertador 1476, hasta fines de junio. Entrada libre y gratuita.