El objetivo es barrer con la institucionalidad

Por Patricia Redondo *

En el marco de la paritaria provincial, retrasada, convocada bajo presión, a última hora y a días del inicio de clase, el gobierno de la provincia de Buenos Aires amenazó a los maestros y las maestras, profesoras y profesores con cubrir las escuelas, clubes de barrio, etc. de voluntarios. Miles y miles de voluntarios.

Quienes conocemos la realidad provincial y su complejo sistema educativo-  por la cantidad de escuelas: especiales, jardines de infantes, primarias, secundarias, institutos de formación docente, centros de adultos, escuelas técnicas, escuelas de islas, instituciones educativas en zonas rurales, urbanas o suburbanas- sabemos que la lista es larga por tanto la amenaza era inviable, además de ilegal. 

Frente a este llamado gubernamental, cabe preguntarse por el objetivo político del mismo. En vez de sentarse las autoridades junto con las organizaciones gremiales a negociar para encontrar alternativas que permitan alcanzar una solución justa a la paritaria que sustente una propuesta seria, se enarbola una escena imaginaria pero potente: la de un ejército de voluntarios listos y voluntarias listas para enseñar en nombre del bien de los niños y las niñas.

No importan las condiciones para que alguien pueda estar ante un grupo, las regulaciones del sistema que protegen a nuestra/os hija/os, la legitimidad de una propuesta de este carácter.    

Esta operación muestra una clara decisión, la de querer disciplinar a maestra/os y profesora/es, y de este modo visibilizarlo de manera ejemplar en la provincia más grande del país: la provincia de Buenos Aires, territorio donde sobran recursos pero también se multiplican aceleradamente los bolsones de pobreza y nuestros alumnos y alumnas comienzan a vivir en nuevos asentamientos de cartón. Pero, sobre todo, donde quieren que se perfile ya una nueva candidata a la presidencia.

El gobierno provincial se propone barrer de este modo con toda la institucionalidad construida en nuestra provincia hace más de un siglo, barrer con la dignidad del trabajo de enseñar y el derecho de aprender, barrer con la hospitalidad de las escuelas que reciben y alojan a sus comunidades porque  son parte de ellas, barrer con la memoria de infinidad de luchas compartidas por el agua, por las cloacas, por el semáforo, por el transporte público en cada barriada, en esos barrios de nombres que solo son recordados por los docentes que llegan allí de cualquier modo para enseñar cada día.

El propósito es provocar una percepción de deriva, de una educación pública bonaerense con maestra/os y profesora/es despreocupada/os por la educación de sus estudiantes. Y en respuesta a esa imagen construida, la propuesta es una red de voluntarios ad honorem, desregulados y sueltos que ayuden a dar de comer y apoyo escolar ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Quiénes? 

Se abre la brecha y, se esperan docentes una vez más, empobrecida/os y culpabilizada/os por los fracasos de la escuela pública, y el ocultamiento de los logros obtenidos. Ya nos han empobrecido, y al igual que las familias, llevamos en nuestra memoria los patacones ilustres de otros gobiernos.

Sin embargo, es muy difícil que quienes “pretendemos enseñar” -como escribió Freire- abandonemos nuestra posición. 

Allí estaremos: obstinados en tramar resistencias, dando clases públicas en  calles de tierra y en las otras, tejiendo con el paro un NO inconmensurable al desmantelamiento progresivo de la educación pública. Desmantelamiento que se deja escuchar hasta en los violines, violoncelos, trombos, trompetas, oboes y flautas traversas de las Orquestas Infantiles y Juveniles que pueden subvertir futuros sin destino, y por eso mismo se vacían sus melodías.

Educar, enseñar representa la elección de un trabajo, un oficio, un arte, una posición en el mundo, ya que ser profesor, profesora, maestra es un modo de habitar el mundo, percibirlo, conocerlo y reconocerlo. 

Estaremos allí; en las escuelas junto a las comunidades, anudando voluntades para no ceder y para dar cuenta de que no nos han vencido. Por el contrario, quizá represente una verdadera oportunidad para llenar las alforjas de memoria para continuar enraizados en nuestros barrios y tramar lo público profundizando las enseñanzas sin límite, sin condicionamientos pero con condiciones dignas.

No somos voluntarios, no construimos nuestra identidad en base a un voluntariado, la escuela pública argentina es la única institución que cada día recibe a más de diez millones de alumnos y alumnas, y a pesar de todas las dificultades, pesares y obstáculos es la única que tiene la capacidad de alojarlos. No hay otra. Ello se debe a que allí estamos cada día los maestros y maestras, los profesores y profesoras, no un día, sino miles. Tengo más de cuarenta años dedicados a la educación pública y seguiré aportando a su construcción en el más público de sus sentidos: aquel que reparte igualdad, justicia y democracia.

Las autoridades tienen el poder de los medios. Nosotros, nosotras, educadores y educadoras contamos con la palabra, con el oficio, con el trabajo de enseñar, con un río intenso de memorias y luchas que, enlazadas, continúan encendidas. 

* Maestra, pedagoga, profesora de la Universidad Nacional de La Plata.


Las prioridades de Vidal

Por Alejandro López Accotto, Carlos Martínez y Martín Mangas *

La gobernadora bonaerense, Maria Eugenia Vidal, dijo en la apertura de sesiones legislativas que no puede pagar más que un sueldo indigno a los maestros. Es evidente que cuando alguien no recauda lo que debería recaudar hace una elección de dimensionamiento de todos los gastos. La gobernadora ya eligió: no les va a cobrar impuestos a los grandes propietarios rurales y urbanos y ha reorientado el gasto, disminuyendo en términos reales el presupuesto educativo.

Atrás de estas decisiones no hay ingenuidad. Hay un modelo de país que privilegia a unos pocos (a los que no se les cobran los impuestos que se les deberían cobrar) y que somete a la exclusión a la mayoría. Para cuidar los privilegios de esos pocos, según el pensamiento de la gobernadora, lo que se necesita es degradar a la educación pública.

Veamos los números que hay detrás de estas afirmaciones. La recaudación del impuesto inmobiliario en la provincia de Buenos Aires sigue en descenso en términos relativos. Es apenas un 6 por ciento del total de lo que recauda la provincia. Un 30 por ciento menos de lo que se percibe por el impuesto automotor. Las propiedades rurales sólo pagan sobre el 50 por ciento de su valor fiscal que está entre siete y diez veces por debajo de su valor real de mercado. Allí, en los bolsillos de los grandes propietarios rurales está la plata que le falta para pagarle a los docentes. Con sólo cobrar el 100 por ciento del exiguo valor fiscal de las tierras rurales se obtendrían 4.269 millones de pesos extra durante 2017. Pero el retraso del impuesto inmobiliario da para mucho más. Basta recordar que en 1984 el inmobiliario era el 36 por ciento de la recaudación provincial. Unas seis veces de lo que representa en la actualidad.

Con esa recaudación adicional sobre los campos de la provincia de Buenos Aires se podría financiar un tercio de la brecha entre lo que ofrecen las autoridades provinciales y lo que demandan los trabajadores de la educación. A su vez, si además el valor fiscal se duplicase (pese a lo que seguiría representando una fracción mucho menor al valor de mercado), resultaría posible satisfacer plenamente el pedido de recomposición salarial de quienes tienen bajo su responsabilidad la educación de millones de niños, niñas y adolescentes.

Pero, como ya se ha dicho, la gobernadora prefiere no priorizar la inversión educativa. En 2012 el presupuesto de la administración central y organismos descentralizados de la provincia de Buenos Aires asignaba a la función educación el 40 por ciento del total. Para 2017 esa asignación es apenas un 35 por ciento. Si se hubiera mantenido, como hace cinco años, la participación de educación en el total hubieran existido los recursos suficientes para financiar el justo reclamo de los docentes.

La gobernadora no es ingenua. No es que quiere pero no puede. Ella eligió gobernar para ciertos sectores y los que envían sus hijos a la escuela pública no están entre sus elegidos. Por eso desprestigia y ningunea a la educación pública y a sus docentes con propuestas irrisorias de voluntariado. Ese desprecio se profundiza con sus críticas a la paritaria nacional docente. Si le importa poco la que ocurre con la escuela pública de su provincia, ¿le va a interesar la de Formosa o la de Santiago del Estero?

Todos los habitantes de nuestra provincia y de nuestro país necesitan y merecen una educación pública universal, gratuita y de calidad. Todos los trabajadores docentes merecen una retribución acorde con su calificación, su responsabilidad, la importancia de su función y que les permita financiar el costo del nivel de vida que en el último año ha aumentado considerablemente producto de las políticas económicas decididas por el gobierno de la alianza de la que forma parte Vidal. En definitiva, si la gobernadora quiere, puede tener los recursos que hacen falta para financiar el aumento de los salarios docentes.

* Investigadores-docentes de la Universidad Nacional de General Sarmiento.