“Es la primera vez que el Estado pone en agenda pública y de una manera integral el aspecto desigual de las tareas de cuidado”. Quien asegura esto es la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, a horas de participar de la decimocuarta edición de la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que forma parte de la Cepal. Dedicado a evaluar, discutir y elaborar estrategias comunes de cara al cumplimiento y ampliación de los derechos de las mujeres, este encuentro tendrá lugar en Chile entre hoy y el viernes. Viene siendo pospuesto desde noviembre, debido a las protestas multitudinarias que llevó a cabo el pueblo de ese país contra el sistema político y que aún persisten, aunque con menos intensidad.

“Este encuentro será especialmente importante, ya que tiene tono de evaluación en un contexto claramente regresivo”, destacó Gómez Alcorta en diálogo con este diario. Las representantes de los países que integran la región de América Latina y el Caribe culminarán con dos documentos: uno de evaluación respecto de las esferas de acción demarcadas en la mítica Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, a cargo de la ONU, de la que se cumplen 25 años. Significó el consenso de 189 sobre “objetivos estratégicos y medidas para el progreso de las mujeres y el logro de la igualdad de género” a nivel mundial. El otro pondrá en análisis lo hecho y lo adeudado en torno a la llamada “Estrategia de Montevideo para la Implementación de la Agenda Regional de Género”, a cargo de la última conferencia de la Cepal. 

“Argentina y Uruguay históricamente fueron vanguardia en cuanto a derechos de las mujeres, incluso más que Europa. Uruguay tiene aborto, nosotros identidad de género, matrimonio igualitario. Ahora, no obstante, el balance es otro, nos encontramos con una región muy regresiva al respecto, con Brasil a la cabeza de ese retroceso. Tenemos que pensar juntas cómo recomponer y avanzar”, señaló la ministra. Durante la conferencia, Gómez Alcorta tendrá a su cargo una presentación especial sobre las tareas de cuidado, además de mantener reuniones bilaterales con la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, y con la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspang, entre otras.

--¿Qué lleva la Argentina a la conferencia regional?

--Por un lado, la decisión política de la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades, una decisión que implica el reconocimiento de parte del Estado de las desigualdades y de las violencias por razones de género, la decisión de jerarquizar las políticas públicas para abordar estas problemáticas, la claridad de que no hay posibilidad de achicar desigualdades si no se abordan las problemáticas de manera transversal a todo el Estado. Además, llevamos las políticas de cuidado como punto central a trabajar para empezar a mitigar desigualdades, algo que por primera vez en el país se abordará con una visión integral. Creemos que es imposible hacer frente a estas problemáticas con políticas neolioberales, con Estados que se achican y se limitan y con modelos de desarrollo excluyentes.

--¿Qué problemáticas incluyen las tareas de cuidado y qué desigualdades revelan?

--Todas las personas en algún momentos de nuestras vidas debemos ser cuidadas. Históricamente, por la división sexual del trabajo, estas tareas de cuidado quedaron en manos de las familias y, hacia el interior de esos grupos, de las mujeres. Esa distribución inequitativa es uno de los nudos centrales de las desigualdades entre las mujeres, disidencias y varones porque tiene implicancias directas en nuestra inserción en el mundo de trabajo, en el educativo, en el político. Es el Estado el que debe intervenir para que esas tareas se puedan distrubuir de un modo solidario entre su estructura, el sistema privado, las familias y la comunidad. Y dentro de las familias, para cambiar los estereotipos que llevan a naturalizar que somos las mujeres las que debemos hacernos cargo. Solo el Estado puede mirar esto integralmente y es este Ministerio el que puede coordinar políticas que que otros como Desarrollo Social, Trabajo, Educación, la agencia de discapacidad, el Anses, el Pami, puedan elaborar para empezar a ordenar esto.

-¿Hay líneas de trabajo que avancen en este sentido para presentar en la conferencia?

-Sí. El hecho de que por primera vez se ponga en agenda pública y de una manera integral el aspecto desigual de las tareas de cuidado, y se lo empiece a abordar desde políticas intersectoriales e interministeriales es un gran avance.

-¿Cuenta Argentina con estadísticas que permitan graficar la problemática sobre la distribución desigual de las prácticas de cuidado?

-No. Lo más cercano es la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo que desarrolló el Indec en 2014. Allí se demuestra que nosotras, las mujeres, usamos seis horas de nuestro día para tareas de cuidado y los varones, dos. Pero también otra cosa: que el quintil más empobrecido de las mujeres dedican ocho horas diarias a las tareas de cuidado, mientras que el quintil más pudiente, tres. Las mujeres en mejor posición económica tercerizan las tareas de cuidado, porque pueden. Eso demuestra la variable socioeconómica, de clase, de esta veta desigual. En diciembre de 2019 se aprobó por ley la realización anual de esta encuesta. Desde el Ministerio, además, crearemos un mapeo federal de los servicios públicos y privados de cuidado: guarderías, geriátricos.

-A priori, ¿qué se sabe de los servicios de esta clase ofrecidos por el Estado?

-Para los bebés de 0 a 2 años, el Estado provee de guarderías y jardines maternales para tan solo el 6 % de la población de esa franja. Lo cual deja, en el 94 % restante, el cuidado en manos de la familia, que deben evaluar si cuentan con recursos para pagar un privado o no. En cuanto a geriátricos, el programa de cuidado público para tercera edad no cubre más del 5 % de los hogares que lo requieren. Eso hay que leerlo en clave de derechos de la persona que debe ser cuidada: el Estado no está velando por ellos. Pero también, y por otro lado, en términos de las obligaciones y los derechos de aquella persona que cuida, del trabajador o trabajadora, en su mayoría. Las trabajadoras de cuidado implican un sexto del empleo femenino en el país. Tienen los salarios más bajos de todos y la informalidad más alta. El 75 % de las mujeres de casa particulares no están registradas. Poner en agenda esto es difícil porque es todo nuevo el análisis que requiere.