Maquillar las reservas internacionales con deuda externa. Permitir la salida irrestricta de capitales sin contemplar la volatilidad del tipo de cambio. Enfrentar la inflación con instrumentos exclusivamente monetarios (altas tasas de interés o emisión cero). Evitar el financiamiento al Gobierno sin considerar la coyuntura. Esta fue la hoja de ruta que aplicó el Banco Central hasta finales de 2019 potenciando los desequilibrios de la macro. 

No hubo resultados favorables para controlar los precios ni colaborar con el crecimiento ni mejorar las condiciones de empleo del mercado interno. La credibilidad del Central terminó en niveles cercanos a cero.

El desafío es enorme para los próximos años. Se necesita diseñar una nueva estrategia monetaria que no copie de memoria los manuales de Harvard sino que entienda los conflictos estructurales de la economía argentina. Las particularidades del país no son menores y se observan en la vocación de la mayoría de los agentes locales por el dólar.

El Central aseguró la semana pasada que pretende hacer un giro importante en la forma de encarar la política monetaria. Difundió un comunicado resumiendo los lineamientos para la gestión. Este documento refleja cambios profundos en la forma de pensar la política económica. El contenido del informe permite identificar cuatro criterios (fundamentos elementales) para entender la nueva hoja de ruta de la entidad.

1. Reservas propias

La primera apuesta será reforzar las reservas internacionales a partir de la compra de dólares del superávit comercial (la contracara de usar divisas del endeudamiento que más temprano que tarde deben devolverse). “Se propiciará la acumulación preventiva de reservas internacionales sobre la base del ingreso genuino de divisas provenientes del sector externo”. La administración de la cuenta capital será clave en este objetivo.

2. Control del dólar

La regulación cambiaria será otro pilar para contener la salida de divisas y ofrecer certidumbre en el precio del dólar. Los billetes verdes no sobran y se distribuirán priorizando la actividad productiva antes que el atesoramiento o el turismo.

La apuesta no implica ingresar en un ciclo de apreciación real del tipo de cambio. En el Central lo hicieron explícito. “La política cambiaria de flotación administrada es un instrumento apto para evitar fluctuaciones pronunciadas de la paridad cambiaria que generen efectos negativos sobre la competitividad, los precios y la distribución del ingreso”.

3. Inflación (y tasas de interés)

La prudencia monetaria será importante para contener los precios pero no será el único instrumento para moderar la inflación. La estabilidad (certidumbre) cambiaria junto con la política de ingresos y el programa fiscal tendrán un rol clave para frenar la inercia y empezar a encarar la tensión de los precios con una lógica estructural.

“La tasa de interés excesivamente elevada fue ineficiente para enfrentar la inflación”. La entidad apuntará a tener tasas razonables para no afectar la producción pero evitando caer en tasas reales negativas que desincentiven el ahorro en moneda local.

4. Financiamiento al Tesoro

La coordinación del Banco Central con el resto del sector público será otro de los pilares. El dogmatismo de los últimos años de no financiar al Tesoro se cambiará por el pragmatismo ante la crisis que enfrenta la economía local.

“Debido a la emergencia económica y social, y el mercado de capitales cerrado, se considera necesario asistir excepcionalmente al Tesoro”. Esto vale tanto para hacer pagos de deuda en el exterior como para girarle financiamiento en moneda local. Las condiciones están claras: “Bajo límites prudentes que respeten el equilibrio del mercado monetario”.

Consistencia

Los lineamientos se encuentran definidos y son un espejo invertido de lo hecho hasta el año pasado. La propuesta del Central está a la vista: comprar divisas genuinas para reforzar las reservas, aplicar controles cambiarios para contener la fuga de capitales y generar certidumbre con el dólar, enfrentar la inflación sin dañar la producción y tener flexibilidad para financiar al Tesoro sin caer en imprudencias monetarias.

Esta hoja de ruta apunta en la misma dirección que la del resto de la política económica: recuperar la consistencia monetaria, colaborar para recomponer los equilibrios de la macro y priorizar un nuevo ciclo de crecimiento en el mercado interno. El balance de los próximos años permitirá saber si los fundamentos fueron los adecuados.