El cartel anuncia que las entradas están agotadas. La cuadra de Sarmiento que va desde Jean Jaures hasta Anchorena está atestada. Tipos que buscan hacerse el día vendiendo cerveza en la puerta, mujeres que ofrecen empanadas, jóvenes que pugnan por entrar a como dé lugar… pero no hay lugar: el verano, los tambores, las ganas de matar el lunes, y una bomba cuya mecha activa cada vez más corta, confluyen para que las 2380 personas que habilita el espacio salgan hechas. “Hace un tiempo nos decíamos 'che, esto está funcionando', pero realmente tener una sala llena como hoy, después de catorce años, nos atraviesa emocionalmente por un montón de lugares. Creo que es porque dimos y damos todo”, comenta Mariano “Tiki” Cantero, miembro original de La Bomba de Tiempo, cultor del tambor chico y también percusionista de Aca Seca. Lo acompañan Richard Nant y Diego Suárez, y los tres parecen jugadores de fútbol tras terminar un partido bravo.

Se les nota en un estadio intermedio entre el cansancio y la relajación que sucede a los triunfos. Improvisar en tiempo real -la forma de trabajo de La Bomba de Tiempo- tiene sus bemoles. Es como correrse todo y meter. “Cada vez que termina un show quedo rebotando con más ganas de tocar, cebado”, describe Sánchez, también integrante de la primera hora y ejecutor de djembé. A Nant, otro pionero, le cae el cansancio en el cuerpo bastante después, tras una pizza restauradora. “A mí también me pasa que quiero seguir tocando, con toda la adrenalina. Pero a medida que vas bajando, el cansancio se hace notar”.

El lunes debut de la temporada ha superado las expectativas. No hubo atisbos de Revolución Beat, exótico disco que la agrupación acaba de publicar (ver abajo), pero sí la recreación espontánea de un concepto estético. De un lenguaje popular que torna al grupo uno de los fenómenos musicales más significativos del siglo. “El grupo es mucho más que uno y eso te lleva puesto. No importa cómo vengas vos: te parás ahí y el grupo te lleva. Es cada vez más parecido a una gran familia”, apuntala Nant, eximio trompetista de jazz además, en el amplio camarín del Konex.

-¿Cómo funciona la tensión entre lo colectivo y lo individual? A priori, da la impresión que han llegado a un equilibrio entre ambas dimensiones que se trasmite al público.

Diego Sánchez: -Así lo creo, porque nos mezclamos de una forma natural, sin premeditar qué hacer o no. Somos personas muy diferentes, obvio, pero tantos años de tocar juntos nos permite ser a cada uno como es, aunque con la mirada puesta en el grupo. Y eso se escucha, baja a la gente que viene a vernos. Digamos que La Bomba tiene todos los condimentos buenos y malos que conlleva una familia.

-A propósito, ¿cómo resolvieron el rol de director, tras la ida de Santiago Vázquez?

D.S.: -Nos turnamos para dirigir. Depende mucho de los invitados y de lo que se tenga que tocar. También priman el contexto y el orden. Depende de las energías individuales. Como directores, nos acomodamos a las ideas que vayan surgiendo en cada toque, en cada momento.

Richard Nant: -La Bomba es como una montaña: te va llevando y tenés que saber caminarla. Si te vas a chocar, te vas a hacer pelota. No se puede hacer lo que cada uno quiere.

D.S: -El artista somos todos, sí.

-¿Y cómo funciona este imperativo colectivo con los invitados, otra constante del grupo?

Tiki Cantero: -Ha venido toda clase de invitados a la Bomba, porque la percusión es universal, entra por todos lados. Sobre todo, porque lo que tocamos nosotros no son estilos, y las piezas siempre dejan un camino abierto al que nos vamos adaptando. Ellas dejan entrar desde cantantes líricos hasta bagualeras, pasando por raperos, rockeros, etc. Te dejás catalizar por eso y estás todo el tiempo aprendiendo.

-Están a punto de cumplir catorce años en una ciudad que no es de tambores, o al menos no lo fue durante mucho tiempo. ¿Imaginaron este presente de fenómeno popular cuando nació el grupo?

R.N: -Yo no me lo imaginaba ni de casualidad.

T.C: -Ninguno de nosotros tenía noción de lo que iba a suceder. Nunca se sabe eso. Pero sí percibimos bien temprano que cada vez venía más gente. Por algo habrá sido (risas).

D.S.: -Me pasa de escuchar a gente que te dice "tal grupo suena como La Bomba". Hay un "sonido Bomba" y esto tiene que ver con la mixtura urbana de la que se habló. No es salsa, no es candombe, no es tal o cual cosa: es algo indefinible, que igual se define. Creo que es porque somos nenes arriba del escenario, que seguimos jugando, bailando.

-¿Hay una resigficación de la percusión que les ha permitido este presente, ustedes generaron ese espacio, o se trata de una mezcla de ambas cosas?

D.S.: -No sé. Para mí, el de la percusión es un camino nuevo, acá. Lo que pasa con La Bomba de Tiempo, creo, es una cosa urbana, porque suenan tambores de diferentes culturas. Es la confluencia de un montón de estilos que se atraviesan, algo típico de las grandes ciudades. Lo africano, lo brasilero, el candombe uruguayo, todas esas vertientes están en el grupo y se produce como un crisol que resulta en algo interesante.

R.N.: -Para mí, funciona como un trípode, al que por supuesto le sacás una pata y se cae. Tres partes, digo: el lugar, la banda y la gente. Es una energía que encajó en un espacio de encuentro de gente que viene a escuchar esta banda. Es más, en catorce años no hemos tenido un solo conflicto entre el público. Es muy particular lo que se genera, porque no es el típico show donde hay que seguir una línea, escuchar una letra y eso… Basta con entrar cinco minutos, disfrutarse todo y salirse hecho. Y así, las veces que quieras.

-Y vos que encima le ponés un poco de Miles Davis… Son medio provocadores.

R.N.: -(Risas) La Bomba no tiene límites. Hay un lenguaje establecido -el lenguaje de señas-, pero esto no nos hace perder la parte lúdica o experimental. Es más, hace que nos vayamos renovando permanentemente.

-¿Cómo trabajan los conflictos y los egos, en una agrupación de tantos miembros y con tanto tiempo de vigencia?

T.C: -El conflicto está, aparece, y es una forma de crecimiento. A más conflicto, más cantidad de música, más riqueza, porque se notan las vivencias atravesadas, y el resultado de los debates.

R.N.: -Todos tenemos proyectos propios o participamos de proyectos de otros amigos, pero La Bomba es única, y este es un principio que también opera como atenuador de conflictos.

Revolución Beat

Con la guía de Santana

Lajoya actual de La Bomba de Tiempo es un disco de canciones titulado Revolución Beat. Un fresco de nueve piezas que, desde el nombre, a priori contrasta con el mundo de tambores que identifica al grupo. “El disco nació en Dubai”, sorprende Cantero. “Allí tocamos en un festival que cerraba Carlos Santana, justo antes de él, y la nota de la noche fue que se acercó a nosotros el chabón… un copado de los tambores. Y de la charla que mantuvimos con él nació el disco”.

La primera canción tras semejante encuentro fue “Near the Drums”, que La Bomba grabó junto a Kevin Johansen en voz. Luego se fueron sumando “Nada más”, con Joe Vasconcelos, y bajo la intención de reflejar aspectos de la pueblada en Chile, o la injusticia que aún persiste para con Milagro Sala; “Bolivia”, con Wos y Baltasar Comotto; “Wahio”, con Paulino Moska; y “Madrugada”, con Adriana Varela, entre otras.

“La charla con Santana y el tema que hicimos después nos llevó a pensar que era posible, dentro de la misma Bomba, pensar en términos cancioneros”, asegura Nant, encargado del surdo junto a Alejandro Oliva y Andy Inchausti. “Recuerdo que Santana nos dijo 'nunca dejen de tocar los tambores, porque siempre es bueno estar cerca de ellos, le dan alegría a la gente'. Él nos hizo ver que un grupo de improvisación se puede encapsular en canciones de tres, cuatro minutos. Fue un desafío”, cuenta el platense Sánchez, acerca del primer disco del grupo en estudio.

-¿Hay una proyección futura respecto de esta estética o solamente se trató de un momento?

R.N.: -Creo que es una gran puerta que se abrió para nosotros y es muy interesante ver para dónde puede llegar a ir a nivel compositivo, a nivel formato.

D.S.: -A partir de las canciones podemos abrirnos hacia formas diferentes, sí. Y estamos súper capacitados para hacerlo solos, puertas adentro. El barquito ya salió.

-¿Cómo fue la experiencia de grabar con Wos, que la está rompiendo?

T.C.: -Es que para nosotros sigue siendo Valentín y estamos viéndolo crecer. Lo conocemos desde chico (es hijo de Oliva), y grabar con él fue una experiencia hermosa y fuerte, orgánica y natural. Además, ayuda mucho a La Bomba porque nos acerca a un público distinto. Y eso siempre es bueno.

Ritmo

El público infantil

Otro dato del presente de La Bomba de Tiempo es la intervención en Ritmo, obra de teatro para chicos dirigida por Malena Solda. Angulo por el que entra Luciano Larocca, otro integrante del combo. “Los tambores son para toda edad, para todo el mundo. Eso nos dijo Santana, también. En este sentido, Ritmo es una obra pensada para toda la familia que se basa en tres elementos: el canto, la percusión y el movimiento”, señala el encargado de la guira. “Se trata de una obra didáctica y sumamente participativa pensada desde La Bomba, y sumando luego una historia y actores para darle fluidez y trama. En este sentido, la incorporación de Solda como directora fue fundamental para fusionar el teatro con ciertas cosas muy específicas del grupo. El resultado del trabajo de los actores (Florencia Anca y Enzo Ordeig) mezclados con músicos fue muy dinámico hacia adentro y con el público”, señala uno de los autores de “Nada más” y “Buenos Aires Bomba”, sobre un espectáculo que piensan reponer a fines de marzo, en el Kidzapalooza. Mario Gusso, encargado de conga y campana, amplía su testimonio sobre “la Bombita”: “Es un gran proyecto, porque hace que los pibes se enganchen en una historia y a la vez participen en la música. Quisimos hacerlo durante años y por fin se dio”.