"Estoy fundada en compromiso, en razón y en alegría para impulsar el reconocimiento de las mujeres en todes les deportes", dice Dora Barrancos, estableciendo el trinomio que la ha convertido en referente indiscutida del movimiento feminista. Esta pampeana que aprendió a leer a los dos años ha dedicado la mitad de su vida a investigar y visibilizar las problemáticas de género. Fue una de las primeras mujeres graduadas en Sociología y en 1977 se exilió a Brasil, donde tomó contacto con el movimiento feminista, hizo una maestría en Educación y se doctoró en Historia.

Cuando volvió al país, fue legisladora porteña por el Frente Grande y formó parte del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), cargo que abandonó el año pasado denunciando el vaciamiento de esa institución. Pero su voz sabia cobró máxima notoriedad cuando amplificó el reclamo de miles de mujeres durante el debate por la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (ILE).

Ahora la incansable Dora preside la Comisión Provincial de la Memoria (CPM) junto con Adolfo Pérez Esquivel, el organismo que dio curso a la denuncia de un grupo de mujeres que padeció aislamiento extremo, torturas y abusos sexuales en la Comisaría Tercera de La Tablada, en La Matanza. En una reunión con el ministro bonaerense Sergio Berni la CPM planteó la importancia de aplicar un plan de recapacitación en todas las fuerzas de seguridad y realizó un auspicioso anuncio: la provincia de Buenos Aires tendrá un protocolo de actuación para los casos de violencia de género. Además, Dora es asesora ad honorem del Poder Ejecutivo y está trabajando en un proyecto de ley para prevenir la violencia en el deporte. Todo eso, a poco de cumplir ochenta años con el compromiso, la razón y la alegría intactos.

–¿Qué organismos están trabajando en el proyecto sobre violencia en el deporte?

–Está siendo elaborado en la Secretaría Legal y Técnica, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y el Ministerio de Salud. Está en plena elaboración; luego que estos tres órganos trabajen en la planificación, será enviado al Poder Ejecutivo. La intención es evitar la violencia y desigualdad en el deporte.

–¿Qué mirada tenés sobre la actualidad de las mujeres en el deporte?

–Creo que dentro de las injurias, de la discriminación y de todas las dimensiones sociales en que se advierte la secundarización de las mujeres, el área del deporte tiene un peso grande: ahí se infringen derechos de reconocimiento de las mujeres. Y últimamente hay una contribución fundamental a la violencia de género, justamente por esa articulación absurda de “deportes de niñas y deportes de varones”. ¿Dónde está esa ratio? ¿Quién autoriza semejante disparate? ¿Quién es el que ha puesto esa condición de posibilidad: “para las mujeres estos deportes y para los varones, estos otros”? Bueno, es un sinsentido de los tantos sinsentidos patriarcales.

–Y está muy arraigado. De chiquitas en el colegio no podíamos elegir el fútbol como deporte por ser mujeres.

–Porque se supone que no es buena radicación de lo preceptual femenino, una barbaridad.

–¿De dónde viene eso?

–Tiene su fundamento en la irracionalidad del propósito patriarcal. Si bien el fútbol tiene una larga evolución, su fermentación tal como se conoce fue en el siglo XIX. Y el rugby, que ahora está tan crucificado, yo lamento, pero tiene obviamente una marca en el orillo de propedéutica masculina. Ese era el sentido del famoso grupo de las public schools, que era la escuela por antonomasia de la elite inglesa. Ahí iban los jóvenes a formar su carácter y su personalidad “masculina”. Y el rugby era el mote identificatorio que se agregaba a las notas académicas.

–Ahí se ve esa doble dimensión discriminatoria, de machismo y de clase.

–Por supuesto, y hay algo muy sinergial porque ese sistema era justamente para perfilar mejor la condición masculina en orden al mercado sexual. El objetivo era encontrar una joven cuya familia apeteciera del egresado de la public school, entre cuyos atributos estaba que jugaba rugby. Era una masculinidad propuesta utópicamente y siempre en default, aunque no lo quisieran ver sus protagonistas ni mucho menos los patriarcas impulsores.