La pobreza multidimensional trepó 10 puntos en los últimos cuatro años, al pasar del 27,2 por ciento de la población en 2015 al 37,5 por ciento en el tercer trimestre de 2019. Afecta a 15,8 millones de personas, según el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). La pobreza multidimensional hace referencia a las personas que son pobres por ingresos y a la vez tienen al menos una privación no monetaria, relacionada a déficits en alimentación, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente, educación o empleo. La pobreza medida por ingresos pasó del 30 por ciento en 2015 al 40,8 por ciento de la población en 2019, y afecta a 16 millones de personas, según los datos que difundió la universidad en diciembre pasado. Tanto en la medición multidimensional como la que se realiza por ingresos, se trata de las cifras más altas de toda la década.

La pobreza multidimensional bajó entre 2010 y 2015, al pasar de 29,7 por ciento en 2010 a 27,2 por ciento en el cuarto trimestre de 2015. En 2016 volvió a subir al 29,9 por ciento por la devaluación inicial del gobierno de Mauricio Macri. Luego bajó en 2017, único año en que creció la economía con Cambiemos, y a partir de 2018 superó el 30 por ciento, para alcanzar el 37,5 por ciento en 2019. Serían 15.750.000 personas, si se tiene en cuenta que en espacios urbanos viven alrededor de 42 millones de habitantes.

El dato oficial del Indec se publicará el 31 de marzo, correspondiente al segundo semestre de 2019. La medición oficial se realiza según los ingresos de las personas. Actualmente una familia necesita 40.373 pesos para no ser pobre, según los últimos datos de la Canasta Básica Total. En cambio, la pobreza multidimensional que mide la UCA abarca a los recursos monetarios, pero también incluye otras carencias con el objetivo de registrar “déficit de recursos y capacidades humanas”, detalla el informe.

La pobreza multidimensional tuvo distinto impacto según estrato ocupacional. En los trabajadores marginales saltó del 53,1 por ciento en 2015 al 64,4 por ciento en 2019. En los obreros, trepó del 32,9 por ciento al 46,3 por ciento. En ambos casos la disparada se produjo a partir del 2017. También fue disímil el impacto según regiones urbanas, siendo el conurbano la zona más golpeada. El porcentaje de población en condiciones de pobreza multidimensional saltó del 35 por ciento en 2017 al 47,7 por ciento en 2019. En tanto, la pobreza estructural, en la que una persona es pobre por ingreso y además por tres carencias o más, pasó del 15,9 por ciento en 2015 al 21,4 por ciento en 2019. La cantidad de carencias en dimensiones de derechos disminuye entre 2010 y 2015 y vuelve a aumentar a partir de 2016 y hasta 2019.

Hambre

Otra de las dimensiones donde se registró un deterioro de los resultados fue en alimentación y salud. El déficit saltó 10 puntos, al pasar de 23,2 por ciento de la población en 2015 a 32,2 por ciento en 2019. Esto significa que el hogar encontró problemas en el acceso a una alimentación suficiente y a una dotación de recursos que le permitiera hacer frente a situaciones de riesgo respecto a la salud. Esta dimensión puede desagregarse a su vez bajo el indicador de inseguridad alimentaria, definido como una reducción involuntaria de una porción de comida y la percepción de experiencias de hambre por problemas económicos. El indicador se mantuvo en alrededor del 5 por ciento de los hogares entre 2010-2016 y saltó al 7,4 por ciento en 2019. Es decir, hubo 850 mil hogares donde se registró hambre.

Durante la presentación del informe participó Agustín Salvia, director del observatorio. Consultado sobre la tarjeta alimentaria, consideró: “Va a reducir la inseguridad alimentaria severa”. Hasta el momento, fueron distribuidas 603.200 tarjetas en todo el país. Sin embargo, Salvia resaltó: “Si llega a la cobertura planeada puede reducir el riesgo alimentario, pero no así la malnutrición, dado que para eso tendría que haberse establecido que fuera sólo para alimentos saludables”.

Otra de las dimensiones que fue fuertemente deteriorada en el macrismo es la que tiene que ver con el acceso al empleo y la seguridad social. El déficit en los hogares pasó del 24,5 por ciento al 30,3 por ciento, una suba explicada por el aumento del desempleo, según la UCA. En el mismo período, aumentaron las transferencias por algún programa asistencial. Pasaron de cubrir el 12,5 por ciento de los hogares al 19,7 por ciento. “Se perdió inclusión por seguridad social y ganó el asistencialismo”, afirmó Salvia. Consultado sobre el aumento que el Gobierno realizó por decreto en los beneficiarios de la seguridad social, aseguró: “Las jubilaciones hubiesen mantenido un déficit fiscal insostenible, había que estabilizar la economía, lo hubiera hecho cualquier gobierno, fue una medida de ajuste fiscal en la que se buscó el menor daño posible”.