Hoy, 5 de marzo de 2020, se cumple un año del fallecimiento de Esteban Righi. Aquella mañana, al enterarme de su muerte, sentí una profunda tristeza que se acrecentó con el transcurso de los días porque su ausencia se hizo más real y difícil de aceptar.

El Bebe, como cariñosamente le solíamos decir, fue un abogado brillante que formó parte de la generación dorada de penalistas argentinos. Sus clases y participaciones en los seminarios de su cátedra en la Facultad de Derecho de la UBA eran realmente singulares: no hubo ninguno que como él lograra exponer y debatir frente a sus alumnos y discípulos con tanta humildad, con tanta libertad y sobre todo, con tanta generosidad. Impactaba verlo sentado a la par de sus colaboradores más jóvenes, escuchando atento las exposiciones, siempre estimulando la participación de todos y aportando sus ideas. Sin embargo, Righi no era uno más: su inteligencia, su ética, su caballerosidad, su dignidad, su sentido del humor y su carisma entre otras tantas virtudes, lo definían como un ser único.

En la función pública, Righi se destacó como Ministro del Interior durante la presidencia de Héctor Cámpora y como Procurador General de la Nación entre los años 2004 y 2012. Imposible no recordar aquel discurso que pronunció el 5 de junio de 1973, cuando con menos de 35 años desde su rol de Ministro le habló a la Policía Federal. Allí destacó entre los deberes de las fuerzas de seguridad el respeto irrestricto de las garantías constitucionales y el rechazo de la violencia institucional: “La Policía –sostenía Righi- tendrá la obligación de no reprimir los justos reclamos del pueblo. De respetar a todos sus conciudadanos, en cualquier ocasión y circunstancia. De considerar inocente a todo ciudadano mientras no se demuestre lo contrario. De comportarse con humanidad, inclusive frente al culpable”.

Las profundas convicciones y la valentía de Righi permanecieron inalterables, aun cuando la dictadura lo persiguió, lo difamó, lo inhabilitó y le quitó su patrimonio. A pesar de que tuvo que vivir un largo exilio en México no dudaba en repetir que volvería a asumir los mismos riesgos. “Volvería a acompañar a Cámpora en la misma experiencia –afirmaba- Don Héctor tenía una dignidad para soportar la adversidad a la que la vida lo sometió que nunca conocí en otra persona”.

El 9 de junio de 2004 el Senado de la Nación aprobó por unanimidad el pliego para el cargo de Procurador General de la Nación (56 votos a favor sin ningún voto negativo ni abstenciones). Durante el tratamiento del asunto, los legisladores destacaron en cada una de sus intervenciones la calidad académica, la solvencia profesional y el excelente desempeño de Righi en la audiencia pública que se celebró el 1ro de junio de ese mismo año. Aunque vale la pena leer la versión taquigráfica completa de aquel día, hoy quiero rescatar una de las tantas frases que dijo: “el valor moral de la democracia y la sustantividad del Estado de derecho residen justamente en que sus principios deben ser aplicados hasta sus últimas consecuencias”.

Por último, y como tuve la oportunidad de conocerlo también más allá de la cátedra y de la función pública, no puedo dejar de decir que el Bebe fue un gran padre, un abuelo amoroso, un compañero protector de su mujer, Ana María, además de un amigo leal y cordial. Durante muchos años mantuvimos el ritual de encontrarnos a almorzar quincenalmente y también de compartir celebraciones importantes. El último gran evento que compartimos fue su cumpleaños número ochenta, una fiesta inolvidable y muy divertida en la que todos los que lo queremos estuvimos presentes.

Esteban Righi fue sin dudas un grande, un imprescindible, un maestro que nos marcó a muchos. Agradezco infinitamente haberlo conocido y haber compartido parte del camino con él. Hasta siempre querido Bebe.

*Valeria Loira, abogada. Fue colaboradora de su cátedra.